Ariel, de El Carmen a Europa, de la mano de la Orquesta Escuela

Cuando tenía 15 años y cursaba 9º del viejo polimodal en una escuela de El Carmen, su barrio, Ariel Santini ni siquiera iba a ver los conciertos de la Orquesta Escuela de Berisso pese a que tocaban sus hermanos. Hoy, a los 21, el contrabajista de la camerata de aquella formación y docente de decenas de niños-músicos acaba de llegar de Praga, París y Berlín, donde tomó clases con los más grandes maestros. Y en enero viajará invitado a Estados Unidos para perfeccionarse.

“Un día fui a ver qué onda”, comenta Ariel. En rigor, así se acercaron a la Orquesta Escuela numerosos chicos y chicas que luego destacaron. Y mucho.

“Yo escuchaba rock y me negaba a seguir el camino de mis hermanos. Tanto que mi mamá me decía que si no hacía la tarea para el colegio tenía que ir a la orquesta, y la hacía de punta a punta”, recuerda Ariel. Y ríe.

Confiesa que un día se acercó porque veía que “viajaban mucho”. “Iban a tocar a todos lados y eso me despertó cierto interés. Una vez me crucé con (el coordinador de la orquesta) Juan Carlos Herrero, que era profesor mío de Ciudadanía en la Media 3, y le dije que quería ir a tocar el violín. ‘No hay lugar’, me respondió. Entonces le pregunté cuál era el instrumento más grande. ‘El contrabajo’, dijo. Y sin saber qué era, empecé”, rememora.

la pasion

Su idea de seguir ingeniería o arquitectura se fue desvaneciendo a medida que crecía su pasión por la música de la mano de su profesor, Matías Oliver.

A mediados de este año, Ariel se puso como meta -a muy corto plazo- ir al encuentro mundial de contrabajistas que se realiza cada dos años en Europa. “Era en Praga y el pasaje estaba carísimo. Me donaron cosas para rifar, y en un mes vendí mil números a 25 pesos cada uno con ayuda de mis alumnos, sus padres, mis compañeros de la orquesta. Ahorré mis sueldos. Hasta recibí apoyo del intendente”, comenta el joven músico, quien finalmente llegó a la capital de la República Checa y se hospedó en un hostel.

“Tomé clases con los mejores del mundo. Es un nivel superlativo. Pero me di cuenta de que trabajando bien y a largo plazo, se puede alcanzar ese nivel acá”, afirma a pie juntillas.

Guiado por su profe Matías Oliver, antes de viajar le escribió a Thierry Barbé, solista de la ópera de París, y a Edicson Ruiz, un venezolano que surgió de una orquesta escuela de su país y hoy es contrabajista en la Filarmónica de Berlín. “Ambos me invitaron a visitarlos. Me enseñaron. Me llevaron a conciertos para los que no había entradas desde hacía meses”, casi exclama Ariel. Los grandes de verdad, son enormes.

“Jamás soñé con estar en un hostel al pie del puente de Carlos (el más antiguo de Praga), en la catedral San Vito (de esa ciudad), en el castillo de Praga, en el Palacio de Versalles, en la sala de la Filarmónica de Berlín, en los restos del muro (de la capital alemana)”, enumera el joven.

Eligió un camino difícil, que “se acercó” a las escuelas de la mano del programa de orquestas. Se esforzó y estuvo junto a músicos de primer nivel en lugares soñados. Ahora se prepara para ir a la Universidad de Georgia invitado por el profesor Milton Masciadri, quien en 2015 vino a dictar un seminario y lo escuchó tocar. Escuela, música, estudio, esfuerzo, y otra vida para Ariel.