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La Ciudad |el ejemplo inspirador de una platense que da todo por los demas

Lidia, la abuela que a los 90 no se cansa de tender puentes solidarios

La docente que luchó para alejar a los jóvenes de las armas, ahora elabora manualidades para niños del Norte

Lidia, la abuela que a los 90 no se cansa de tender puentes solidarios

Incansable. Lidia Ortíz de Burry confecciona almohadones y muñecos para chicos aborígenes

4 de Julio de 2015 | 02:39

Lidia Ortíz de Burry se hizo conocida hace unos quince años por su quijotesca tarea de recorrer barrios con la intención de desarmar a los chicos. Ella invirtió gran parte de su herencia paterna en la compra de esas armas para alejarlos del delito y, aunque a veces sonríe cuando recuerda esa utopía, con 90 años no pierde las ganas de trabajar por el otro. Con esa idea, ahora dedica sus mañanas y sus tardes a la confección de muñecos de trapo y almohadones para que niños de comunidades aborígenes tengan un lugar donde sentarse en sus escuelas.

“Estoy todo el día ocupada, hago juguetes de trapos y almohadones para escuelas de comunidades aborígenes porque me contaron que muchos nenes se sientan en el piso de tierra”, asegura en el medio de un comedor en el que montó su taller de costura.

Lidia es profesora de geografía y como buena docente nunca pudo desprenderse de los chicos, dejar de pensar en ellos; quizás desde que se jubiló haya mudado simbólicamente el aula a su casa de 54 y 2, pero lo que es seguro es que sigue siendo una maestra.

“Más importante es que los chicos tengan algo para comer, pero como no está a mi alcance solucionarlo, me dedicó a hacer muñecos que les pueden resultar un estímulo o almohadones para que tengan un lugar donde sentarse mientras están en clases”, asegura.

Pone su trabajo en números como si se tratara de un dato menor. “Debo haber hecho unos 300 almohadones y juguetes, ocurre que veo de un solo ojo y hay un brazo que no puedo mover”, asegura y, como justificándose, agrega: “No tengo bien la carrocería”.

Sus trabajos están destinados a escuelas rancho del monte formoseño y a otras que se encuentran en plena Puna jujeña y serán entregados en pocos días por la gente de CAESA - Comisión de Ayuda a Escuelas Argentinas -.

Respetuosa de la idiosincracia de quienes van a recibir sus manualidades, Lidia elige motivos y símbolos que conoció luego de una profunda investigación acerca de la cultura de los pueblos originarios.

SIN OLVIDAR LA IDENTIDAD

“Conseguí un libro de las culturas aborígenes porque mi intención es que los chicos vuelvan a asimilar sus propias raíces, todo está inspirado en símbolos tobas y wichís”, agrega la solidaria mujer.

Con relación a los materiales que utiliza, reconoce que, aunque le da vergüenza pedir, siempre se las ingenia para solicitar donaciones a tapicerías que le donan recortes de telas, u otros comercios como lanerías que no dudan en apoyar cada una de sus campañas.

Uno de sus últimos emprendimientos fue hacer cientos de espejos que envió a escuelas del Norte argentino porque, dice, “allí los chicos no se conocen la cara”.

Esa misión nació cuando se enteró que los chicos de las escuelas rurales del Norte, que viven en el monte o aislados en los cerros, no se conocían la cara porque no tenían espejos, además por la turbiedad de los ríos tampoco podían ver su rostro reflejado en el agua.

Y Lidia no se detuvo. Envió unos 700 espejos a 16 escuelas rurales con 1300 chicos de Formosa. También hizo lo mismo para unas 40 escuelas con 3500 chicos de Jujuy.

Sobre los motivos por los que trabaja solidariamente, dijo que intenta colaborar para que la realidad no sea tan injusta para muchos chicos: “Ya soy una mujer grande, prácticamente no salgo de casa, pero me da mucho placer estar todo el día ocupada en las cosas que hago para los chicos”, afirma Lidia.

Entre costura y costura, con la asistencia de su empleada Pilar que se encarga de enhebrar agujas o alcanzar los materiales, Lidia no deja de soñar: “me gustaría que todos los abanderados de las escuelas rurales del interior recibieran una beca para seguir estudiando o algún regalo importante; tal vez si alguna empresa quisiera ayudar o yo vendiera los mandalas que pinto, eso se pueda llegar a concretar”.

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