Micros a toda velocidad, un arma cargada en las calles

Tiembla el pavimento, tiemblan las casas. Y también se estremecen los vecinos, padres y maestros. El paso de colectivos de corta y media distancia, lanzados a velocidades inapropiadas para el entorno urbano, es moneda corriente en muchos barrios de la Región, poniendo sobre ascuas a quienes son testigos de maniobras que juegan a la ruleta rusa de lo irremediable; por eso, piden controles y dispositivos que obliguen a los choferes a bajar, literalmente, un cambio.

La mayoría de los reclamos están vinculados con la proximidad de plazas y parques, establecimientos educativos y espacios en los que periódicamente se realizan eventos, ferias o encuentros culturales. En los últimos días, las voces de preocupación se escucharon desde los barrios Hipódromo, Atepam -de Ensenada- y Meridiano V.

un peligro cotidiano

Lanzados a alta velocidad por una calle vecinal, los micros son un arma cargada. En el eje gastronómico y cultural de calle 71, entre 16 y 18, los internos de la línea 273 suelen superar los topes establecidos, y para peor lo hacen sobre el histórico adoquinado, cuya superficie alarga las distancias de frenado. Durante las tardes de cada fin de semana, excepto cuando los festivales de mayor envergadura -alcaucil, cerveza- obligan al cierre de la calle, en el lugar se congregan centenares de personas de todas las edades para visitar exposiciones, asistir a espectáculos gratuitos o tomar la merienda en alguno de los bares.

“Los sábados y domingos esto se llena de familias, y lo que hacen muchos choferes nos tiene bastante preocupados” explican desde el Centro Cultural Estación Provincial, que desde hace una década y media promueve iniciativas comunitarias y artísticas en el lugar: “cuando no hay pasajeros esperando en la parada que está entre 17 y 18, los micros de la 273 pasan de largo a sesenta o setenta kilómetros por hora sin siquiera ‘peinar’ el freno a un metro de la gente”.

“No son todos, pero si les sumamos que algunos coches particulares hacen lo mismo, pensar en reductores de velocidad no es mala idea” sintetizaron los dirigentes de la entidad barrial, que el martes pasado abordaron el tema junto a otros actores del circuito durante una asamblea: “el perfil del barrio tiene otro ritmo, es tranquilo, vienen muchos nenes, y todavía estamos a tiempo de evitar un desastre”.

“No son todos, pero si les sumamos que algunos coches particulares hacen lo mismo, pensar en reductores de velocidad no es mala idea”, sintetizan dirigentes en 71 entre 16 y 18

También circulan por Meridiano las unidades de la firma Talp, que tiene su terminal en 17 entre 70 y 71 y suele utilizar el playón público de la antigua terminal ferroviaria del Provincial como un apéndice de sus instalaciones. A pesar de que se especuló en varias ocasiones con el traslado de la firma a una zona “más adecuada”, al decir de los vecinos -además del riego vial, es sabido es que las vibraciones que provoca el tránsito pesado, en calzadas que no están reforzadas, alcanzan y dañan las estructuras de las casas-, los proyectos no se concretaron y el polo comercial se desarrolló con ómnibus de gran porte esquivando coches estacionados y peatones, volanteando con radios de giro mínimos y siempre al límite del encontronazo.

En las calles cercanas al circo hípico platense, zona ferroviaria, comercial y poblada por edificios escolares, el paso desaprensivo de colectivos de todo tipo -locales, de corta, media y larga distancia, y los que reemplazan al servicio del tren Roca- también levanta polvareda. “El municipio o las autoridades que correspondan deben tomar cartas en la problemática que plantean el estacionamiento y paso -a velocidades bastante altas- de los colectivos, por la calle 116 entre 43 y 44” precisa Sergio Montero.

Profesor en la escuela técnica del San Vicente de Paúl, Montero cree que “con colocar dos sencillos lomos de burro, uno en cada esquina, se lograría bajar el riesgo de que ocurra algo como lo que sucedió en el colegio Santa Marta hace algunos años; hasta ahora los micros sólo han chocado autos parados, pero hay vidas en juego”.

El docente hizo mención al accidente de julio de 2012 en el que Ayrton Agustín Syres, un adolescente de 15 años que llegaba a clases en el Santa Marta de diagonal 80 y 40, perdió la vida tras ser embestido y arrastrado por un interno de la empresa Plaza.

En Ensenada

En Ensenada, los desvíos en el recorrido de una línea, ocasionados por obras hidráulicas largamente demoradas, la cambiaron la cara a un barrio de casas bajas y calles de siestas silenciosas, sólo agitadas por el bullicio de los chicos jugando en un par de pequeñas plazas.

“Desde hace ocho meses, por la obra de los desagües, el 275 hace un circuito alternativo, y siempre pasa volando” señaló Cristian Del Monte: “ya atropellaron varias mascotas, y de milagro no pasó lo mismo con algún nene; en Guido Spano y 14 hay una canchita, y el peligro es muy alto, Fuimos a reclamar a la terminal, y por lo que se ve, no nos dieron cabida”.

De acuerdo con las normas vigentes, la velocidad máxima permitida en calles para los colectivos es de 40 kilómetros por hora; en avenidas, de 60; en rutas -rurales, sin contemplar las travesías urbanas-, de 90; en autopistas, también de 90 kilómetros por hora.

Más allá de la imprudencia de cada conductor, también forman parte del explosivo combo de causas de las peligrosas maniobras el estrés que provoca el trabajo arriba del colectivo, los recorridos bajo presión y la falta de controles.