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La Ciudad |el martirio cotidiano de los que tienen movilidad reducida

Para los discapacitados la Ciudad es un laberinto lleno de barreras y dificultades

El transporte, afirman, es la principal traba que encuentran para moverse por La Plata

2 de Noviembre de 2015 | 02:39

Fue el sábado al mediodía. En camino Belgrano y 494 una mujer de unos 55 años detuvo el micro de la línea 273, interno G, en sentido al norte platense, y repitió con resignación lo que sonó como un monólogo cotidiano: “Por favor, necesito la ayuda de tres hombres para subir a mi hija discapacitada, que está en silla de ruedas”. A las apuradas, tres improvisados asistentes (alguien -no sin razón- preguntó qué hubieran hecho las infortunadas mujeres de no haber pasajeros en ese momento) bajaron del micro y, en una enrevesada maniobra, subieron a la chica al transporte. Luego, la joven soportó con estoica paciencia las veinte cuadras que duró su viaje entre Gonnet y City Bell, a pesar de que la silla de ruedas, sin soporte donde aferrarla, se tambaleaba a cada frenada del micro como un barco envuelto en una tempestad.

La escena es apenas un reflejo de los innumerables trastornos que a diario deben sortear las personas con diferentes discapacidades al movilizarse por la Ciudad. Y deja al descubierto lo que hace ya tiempo vienen diagnosticando profesionales e integrantes de distintas organizaciones no gubernamentales: la accesibilidad en La Plata todavía es una asignatura pendiente.

Se trata, como no, de una problemática multifactorial, atravesada por la falta de políticas públicas para que se eliminen las barreras arquitectónicas, los mínimos controles para hacer cumplir las normativas vigentes, y una ciudadanía que todavía tiene mucho que aprender al respecto.

“En accesibilidad queda mucho trabajo por delante; para una persona con discapacidad hoy es muy difícil desplazarse por la Ciudad ”, reconoce Gerardo Burgos (47), discapacitado motriz y miembro de las ONGs Acción Ya y Asociación Azul.

Con él coincide Lelio Sánchez (38), integrante del equipo de fútbol de ciegos del Centro Basko y estudiante de Comunicación Social, quien enumera una larga lista de obstáculos que emergen en las calles platenses y, a menudo, convierten a la ciudad en un mundo infranqueable, como veredas rotas, ascensores estrechos, escaleras y rampas empinadas.

El 12% de la población declaró en el último censo vivir con alguna discapacidad

 

Y apunta que la solución pasa “por una política de mayores controles para que las ordenanzas no se vuelvan letra muerta” y, sobretodo, “en generar una concientización basada en el respeto”.

EL LUGAR DEL OTRO

Para entender al otro, dicen, es importante ponerse en su lugar. Trate de imaginar por un momento que reside en una ciudad en la que resulta casi imposible andar por la calle. En la que funcionan colectivos pero usted no puede usarlos; en la que se tropieza cada dos cuadras; en la que hay edificios pero usted no puede conocerlos. Imagine una ciudad que lo expulsa todo el tiempo. ¿Ya lo hizo? Bueno, las personas que tienen alguna discapacidad no necesitan imaginarla: la padecen todos los días.

Y uno de los principales motivos de ese martirio urbano, cuentan los discapacitados platenses, son las trabas del transporte público. En esa falencia pusieron énfasis también los profesionales del Colegio de Arquitectos de la Provincia, Distrito I, quienes están elaborando un manual con el objetivo de brindar pautas para la proyección de espacios que sean accesibles para la población en situación de discapacidad (ver recuadro).

“El problema más engorroso la falta de autonomía, esto es, la imposibilidad que tiene el discapacitado de trasladarse por La Plata por su propia cuenta, sin necesidad de un persona que lo acompañe”, señala el arquitecto Rubén Aprea, uno de los coordinadores del manual.

“En taxi o remis -explica el profesional- casi no se pueden trasladar porque la mayoría de los vehículos tiene tubos de gas instalados y no entra la silla de ruedas en el auto. En las líneas de colectivos hay muy pocas unidades con rampas. Entonces, una persona puede vivir en una casa adaptada y su destino ser también un edificio accesible, pero en medio está la imposibilidad de movilizarse entre esos dos puntos”.

A pesar de que hace tiempo se insiste en la necesidad de contar con un transporte público adaptado con rampas, paradas de micros con información en sistema braille y un cupo de taxis con baúles liberados para poder transportar sillas de ruedas, cada uno de esos puntos es todavía materia pendiente. Los micros adaptados, por ejemplo, empiezan a verse, aunque tímidamente, en las calles de La Plata: por ahora son apenas 16 (ver recuadro).

Los arquitectos platenses Miguel Mendoza y Marcos Canciani aseguran que una política posible sería apostar a la conformación de un plan de “corredores accesibles” que conecten el centro con distintos barrios perifericos. “Eso permitiría que la persona con discapacidad pueda trasladarse a hacer un trámite o llevar al hijo al colegio y luego regresar a su zona sin dificultades”, agregan. Ese plan, explican, se basa en lo que se conoce como “cadena de accesibilidad”, es decir, que cada medida que se tome para mejorar la inclusión -tanto en el ámbito privado como público- esté entrelazada con la siguiente.

Cadena que, o bien no existe, o bien se rompe a menudo. “Un caso se da frente a la facultad de Medicina (en calle 120), donde construyeron un nuevo parador de colectivos, con medidas de accesibilidad. Lo que ocurre es que la parada tiene rampas de ingreso y egreso, pero ambas desembocan en una vereda adoquinada, en la que no se puede andar en silla de ruedas”, ejemplifica Aprea.

RAMPAS EN PICADA

El diseño y la distribución de las rampas también muestra luces y sombras. “En la Ciudad hay rampas, pero son políticas esporádicas y en general se ponen arbitrariamente, en lugares de mucha visibilidad”, dice Aprea. Y Gerardo Burgos aporta lo suyo. Recuerda que “en 1994 se promulgó la ordenanza a partir de la cual se iban a construir rampas en la zona céntrica y de ahí se iba a avanzar paulatinamente hacia la periferia, pero ese paso nunca se concretó”.

Lo cierto es que incluso hay casos en que esas pendientes fueron construidas pero son casi inservibles. ¿Los motivos? En su mayoría carecen de pasamanos para ayudarse a subir, o no tienen antideslizantes, y eso hace que los que la usan corran riesgo de caerse durante los días de lluvia. Hay rampas demasiado empinadas -como en IOMA o el puente peatonal de 122 y 51- y otras rematadas por escalones o tan rotas que se vuelven ineficaces para su fin.

“Además, cuando andás por la calle te encontrás con que hay autos estacionados bloqueándolas. También complican mucho las veredas rotas u ocupadas ilegalmente por los comerciantes que invaden la vía pública, los que suben autos en la vereda o las obras sin demarcar”, describió Lelio Sánchez, que nunca dejó que la ceguera condicionara su movilidad e intensa actividad.

MAS DE LO QUE SE VE

En Argentina, el 12,9% de la población (5.114.190 de personas) declaró en el Censo Nacional de Hogares 2010 tener alguna discapacidad. Y en el mundo el porcentaje es mayor: la Organización Mundial de la Salud calcula que más de 1000 millones de personas (cerca del 15%) viven con una discapacidad. Se calcula que por culpa de una arquitectura que no tiene en cuenta las excepciones, cerca de 75 mil personas con impedimentos físicos permanentes o temporarios (entre el 12 y 20 por ciento de la población), ve recortada diariamente su libertad de desplazarse por La Plata. “La cantidad de discapacitados es mayor de lo que se suele creer; el problema es que no tienen la oportunidad de salir y hacerse ver”, sostiene Aprea.

La eliminación de barreras arquitectónicas para discapacitados y aún para personas que no lo son pero que atraviesan por determinadas condiciones, como es el caso de las embarazadas, constituye una preocupación relativamente nueva entre los profesionales del arte de la construcción. Por eso quienes trabajan en el proyecto de accesibilidad quieren desterrar la idea de que las construcciones que promueven la inclusión son más costosas. “El problema es que, en general, pensar obras desde el punto de vista de la accesibilidad no es la primera alternativa que se considera. El profesional no lo tiene internalizado. Cree que está diseñando para todos pero en definitiva apunta a una persona ideal, que no tiene dificultades para moverse”, concluye Aprea.

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