Timing, que le dicen

Según fuentes oficiales de Aubasa (la empresa encargada de explotar los 60 km que median entre la capital federal y La Plata) son 40 mil los vehículos que la usan diariamente. Menos de un tercio de los 150 mil que pasan por el peaje Dock Sud. Otros diez mil platenses viajan en transporte público de pasajeros (Plaza, Costera, combis o servicios charter).

Todos son poco menos que rehenes de una empresa vial que, además, es controlado por el Estado.

No hay vías alternativas para hacer el viaje. A nadie en su sano juicio puede considerar como “alternativa” el Camino Centenario desde Villa Elisa hasta la rotanda de Gutiérrez -al que prontamente se le podrá dar la categoría de “selva marginal” por la altura de los pastizales- y a la ruta 1 desde Alpargatas hasta Varela -con sectores al que ni la Bonaerense se atreve a entrar- con esa otra enciclopedia del bache que resulta ser la Calchaquí.

Tal vez, el calamitoso estado de esas vías no se alcance a ver desde un helicóptero, pero los sufrientes automovilistas pueden dar cuenta de ello.

Así como están hoy las cosas, el aumento dispuesto en el peaje para la utilización de la Autopista Buenos Aires- La Plata, representa bastante más que otro golpe al bolsillo. El incremento, en realidad, estaba en carpeta desde noviembre del año pasado a la espera del momento adecuado para ser aplicado. ¿Era este?

A quienes viajan en auto, se los condena a un gasto que va desde los $80 a los $100 diarios. Los que usan el micro padecen el purgatorio en plena vida (seguir en Twitter a “Usarios del Costera”, para más datos).

Entiende el sufrido vecino que en la Nación, la Provincia o el Municipio, hay cosas más importantes para hacer que ocuparse de un peaje. Pero no es menos cierto que a todo mortal, de vez en cuando, le encanta recibir un mimo. Casualmente, ese mismo mimo que los políticos esperan recibir este año en forma de voto.

Deberían recordar los políticos que, en esos casos, los votantes sí suelen tener “timing”.