Vidal, entre la herencia y el desafío de ir por la reforma del Estado bonaerense

María Eugenia Vidal intentó ayer demostrar -por ahora en lo discursivo- que no llegó a la Provincia para ser una administradora más. Su mensaje ante la Legislatura aportó una serie de señales que abren el juego a pensar en reformas en áreas sensibles del gobierno, intocadas desde hace décadas, soslayadas por accción u omisión, por sus antecesores.

La Gobernadora procuró, con su estilo directo y coloquial no exento de algunas frases de fuerte contenido, marcar la impronta que pretende darle a su gobierno. Y en ese afán no gambeteó referirse a la situación en que encontró la Provincia.

Pero no fue hasta el hueso. Soslayó hablar de denuncias como la reclamaban opositores aliados, acaso para preservar una convivencia con sectores del peronismo que requiere como el agua para gobernar. El dabete sobre el Presupuesto mostró, por caso, la necesidad del Ejecutivo de encontrar consensos mínimos justamente en el ámbito que Vidal volvió a pisar ayer.

Prefirió referirse a la pesada herencia con datos concretos y fuertes, pero sin puntualizaciones personales. “No vamos a superar nuestros problemas buscando culpables, sino uniéndonos y trabajando juntos”, señaló.

SIN NOMBRES

Eludió cualquier referencia al kirchnerismo o al ex gobernador Daniel Scioli, acaso una decisión táctica que pudo haberle costado cierto malestar de sus socios radicales o de Sergio Massa, su aliado clave y circunstancial que, justamente, pegó un sonoro faltazo a la apertura de las sesiones ordinarias del Parlamento bonaerense.

Existen aspectos jugosos del discurso de Vidal. Aparecieron definiciones fuertes y compromisos públicos que obligarán a su gestión a brindar resultados concretos en áreas complejas. “Vamos a dar la batalla contra las mafias y la corrupción”, lanzó la mandataria. Deberá meter bisturí en la Policía y el Servicio Penitenciario. Anunció una serie de reformas en ambas fuerzas que deberán ser mucho más profundas que la mera exigencia -importante pero insuficiente- de obligar a los grados superiores de ambos escalafones a realizar declaraciones juradas de bienes.

Esa pelea requerirá de una decisión política férrea que acaso obligará a Cambiemos a pagar costos políticos enormes. La promesa de no ser más de lo mismo deberá plasmar en los hechos avances en la ímproba tarea de desenredar una madeja con la que pocas veces se quiso lidiar.

En términos políticos, Vidal también apuntó a correrse de la tradicional lógica bonaerense que ubica al gobernador como posible presidenciable. Fue una forma, además, de reforzar la idea inicial de exhibirse como una “gestionadora”.

Vidal apuntó a correrse de la tradicional lógica bonaerense que ubica al gobernador como posible presidenciable

En ese sentido, lanzó dos frases emparentadas. “No soy gobenadora para aparecer en los libros de historia” y “No estoy acá para construir ninguna candidatura”, surgen como dos definiciones que apuntan a robustecer esa imagen de ruptura con el esquema establecido que pretende plasmar en el principal distrito del país. “Tenemos que entender que si seguimos haciendo las mismas cosas vamos a tener los mismos resultados”, apuntaló.

Y redondeó con una afirmación con tono de promesa: “Vamos a transformar la Provincia”.

El discurso de Vidal tuvo, por lo demás, mucho de promesas. Desgranó un programa de gobierno ambicioso en obras de infraestructura que deberá apuntalar con fondos nacionales y los recursos que consiga su administración en los mercados internacionales. Con una deuda enorme en esa materia, con desinversiones que llevan décadas, surge como otro aspecto clave de su gestión.

LLAMADO

El discurso convocó a los docentes a trabajar en una reforma en el sistema educativo, a apuntalar la escuela pública y a ser activos partícipes en cambios en los procesos de formación. Pero omitió referirse a los trabajadores de otras ramas del Estado, justamente, aquellos que todavía aguardan la resolución de su propia paritaria.

Los 44 minutos que duró el mensaje de apertura de sesiones ordinarias de la Legislatura, arrojó otro dato de peso. Vidal prevé, más allá de las inversiones y planes que esbozó, un año de austeridad. Mencionó, por caso, la reducción de las estructuras políticas en un 30%.

Buscó, de todas formas, brindar un discurso esperanzador. Describió en forma minuciosa la Provincia que “duele”, con sus falencias históricas y una herencia plagada de deudas -habló de 122 mil millones de pesos de obligaciones documentadas y otros 59 mil millones más de deudas no reconocidas-, o de cuestiones casi grotescas para un Estado de la envergadura de la bonaerense como la falta de botes para atender a víctimas de inundaciones.

Aún así, aseguró que “se puede” encarar las reformas que se propuso. Y convocó a los bonaerenses, una vez más, a que no la dejen sola en esa empresa.