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La cancha de Independiente veía nacer un crack: Guillermo Barros Schelotto. Más allá de sus éxitos con Boca, su cuna es tripera y su nivel lo pone en el Olimpo de los mejores futbolistas en más de 100 años de historia.
El lugar, Avellaneda, respiraba fábricas, tango y blues . El escenario, la vieja Doble Visera que terminaba de disfrutar 20 años de deleite de Ricardo Bochini. El partido, uno cualquiera de la sexta fecha del Apertura: Independiente-Gimnasia. El equipo de Gregorio Pérez está 2-1 abajo y el uruguayo plantea un doble cambio, afuera "Moncho" Fernández y Gerardo Miranda; a la cancha Gustavo Giustozzi y Guillermo Barros Schelotto. El mellizo, hijo del Dr Hugo Barros Schelotto, fue arriba a acompañar al "tano" Mannarino y a Hugo Guerra. Trajo suerte el pibito de 18 años. Dos goles del "Vasco" Odriozola convirtieron la derrota en victoria y el Lobo llegó bien pisado al partido siguiente: el clásico con Estudiantes. No hizo ruido el debut de Barros Schelotto, apenas una apostilla perdida en el diario "El Día".
Nadie sabía el pedazo de jugador que surgía del semillero tripero. Un delantero picante, vivo, inteligentísimo. Con Gregorio y con Timoteo. Campeón del Torneo Centenario con Perfumo en el banco y gritos ante Estudiantes y en la final con River. El distinto del equipo del '95, el toque de distinción en el equipazo del '96 con Álbornoz y Márcico detrás. Goles, goles y goles, uno más lindo que el otro. Ya estaba Gustavo en primera y Gimnasia era "el equipo de los mellizos", irreverentes, insoportables para los árbitro. Talentosos. La pared Guillermo-Gustavo-Guillermo en 1 y 55 para el 2-0 final es inolvidable. Ya era, a secas, Guillermo.
El el '97 los hermanos fueron transferidos a Boca y a fuerza de éxitos la 12 se apropió de Guillermo. Se dilató su regreso y le puso la cara y el corazón a una situación difícil que terminó de la peor manera. Muchos le critican su tardanza en el regreso; pocos le valoran que él mismo terminó su enorme carrera en un día tristísimo, el peor final para la extensa carrera de un crack.
Más allá de valoraciones personales, nadie jugó como Guillermo Barros Schelotto con la camiseta tripera. Un monstruo. Un fenómeno. Un jugadorazo que a esta hora hace 25 años soñaba con un futuro al que supero con creces.
Simplemente, Guillermo.
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