Desde la cárcel: literatura y filosofía para enseñar otra forma de libertad

Un abogado platense está al frente de una editorial fundada en la Unidad 23 de Florencio Varela. Allí da talleres literarios, los reclusos escriben y debaten sobre filosofía y ya llevan 5 libros publicados

“Mi historia no tiene importancia. Mi historia es igual a la historia de todos. Historia que fue el principio de una carrera de chorro que culmina en una cárcel de máxima seguridad. Inicio y final. En el medio, mucha oscuridad, mucha soledad, mucha violencia. Ningún justificativo. Es lo que hay, es lo que fui. Es lo que no quiero volver a ser. Es lo que no seré...”

Las palabras son de Carlos Alberto Miranda Mena y forman parte del cuento “Entre el camino negro, la rivera y el olimpo”, uno de los ocho relatos que integran Juguetes perdidos, la antología surgida del esfuerzo titánico y silencioso de un grupo de detenidos de la Unidad de Máxima Seguridad Nº 23 de Florencio Varela, donde en uno de sus pabellones y bajo la ayuda del abogado platense Alberto Sarlo, 57 internos no sólo estudian literatura y filosofía sino que, al estilo de la emblemática editorial Eloísa Cartonera, crearon una cooperativa (Cuenteros, verseros y poetas) que ya lleva más de 3.500 libros publicados y varios concursos literarios organizados rejas adentro.

Pese a todo, sin embargo, pese a ese esfuerzo inagotable, tenaz y solidario, Sarlo reconoce que a veces su tarea es como la de un remero que avanza contra la corriente de un sistema tan injusto como indiferente

“Por una cuestión de edición seleccionamos ocho cuentos -explica Sarlo-. Ocho narraciones de ocho jóvenes del pabellón 4. Algunos cuando los lean tal vez ya hayan muerto”. Abogado, escritor, editor, profesor de literatura y boxeador, Sarlo se esfuerza por mantener el perfil bajo y que el trabajo grupal esté por encima de cualquier iniciativa individual. “Todos los internos del pabellón 4 son parte de la cooperativa y participan de los talleres de literatura y filosofía -apunta-. Hasta hace muy poco, casi todos eran analfabetos funcionales. Hoy son escritores”.

Parte de esta historia comenzó a escribirse en 1995, cuando Sarlo era estudiante de Derecho en la Universidad local y, en las prácticas de Derecho Procesal Penal, lo llevaron a conocer la cárcel de Olmos. “El director quería mostrarnos sólo el pabellón universitario -recuerda el ahora abogado-, pero la docente de aquel entonces insistió para que nos dejaran ver todo y al final pudimos ver los otros pabellones. Ahí el olor era pestilente. Era invierno gélido y no había vidrios ni protección en las ventanas y las cloacas rotas dejaban excrementos a la vista por todo el piso. Vi a internos mutilados viviendo en celdas que triplicaban la cantidad de personas para las camas que había y a hombres durmiendo en colchones empapados. Vi cosas terribles ahí adentro. Años después, cuando la editorial Eloísa Cartonera me publicó mi primera novela, supe que ese era mi objetivo: tenía que enseñarle a los internos a conocer la literatura y que ellos escriban y publiquen sus propios libros”.

Por intermedio de un compañero que trabajaba en el Ministerio de Justicia, Sarlo se propuso para enseñar literatura y filosofía en alguna unidad carcelaria de La Plata y hasta se comprometió a bancar todo de su propio bolsillo para que no existieras trabas presupuestarias.

“La idea gustó pero el único lugar donde lo podía hacer era la Unidad de Máxima Seguridad de Florencio Varela -precisa- En mayo de 2010 arranqué y a los pocos meses, luego de una iniciativa de los propios internos, ya teníamos la editorial funcionando adentro del pabellón. Al director de la Unidad no le gustaba mucho la idea pero se arriesgó y ahora agradezco ese arrojo: la cultura tiene que estar en el pabellón; es la única manera de que los internos se comprometan en serio”.

Casado con Marina y padre de dos nenas de 3 y 5 años, a sus 44 años Alberto Sarlo reparte el tiempo entre el estudio jurídico que tiene con su socio Daniel Guarracino, las obligaciones editoriales y docentes en la cárcel y las clases de boxeo que dirige en el complejo deportivo San José. “Puedo mantener a mi familia y me doy el lujo de realizar trabajos en forma gratuita donde cargo con todos los temas que me apasionan -asegura él-: escribir novelas y enseñar literatura, filosofía y boxeo. Si sos metódico y disciplinado podés cumplir todas esas facetas”.

toda una obra

Como editor publicó cinco antologías de internos privados de la libertad (todas sobre temáticas infantiles y filosóficas) y es autor de las novelas Pura vida. Noticia de un viaje , Cómo quedarse a veinte metros de la cima del Aconcagua y El ojo blindado . Además, desde la editorial Cuenteros, verseros y poetas (cuenterosyverseros.com.ar) creó, organizó y financia el “Concurso nacional carcelario de literatura Cuenteros, Verseros y Poetas”, primer evento literario que desde el año 2010 otorga premios en cuento y poesía tanto a internos de unidades carcelarias como a miembros del servicio penitenciario de todo el país.

Pese a todo, sin embargo, pese a ese esfuerzo inagotable, tenaz y solidario, Sarlo reconoce que a veces su tarea es como la de un remero que avanza contra la corriente de un sistema tan injusto como indiferente. “La indiferencia de algunos funcionarios es incomprensible”, dice él, aunque aclara que, así como existen los que siempre ponen trabas para avanzar, también “son varios los ejemplos de buena gente tanto en el Servicio Penitenciario como en el Ministerio de Justicia”, y como prueba de ello asegura que gracias a la colaboración que tuvo para realizar su trabajo pudo demostrar que, desde que en el pabellón carcelario funcionan los talleres de lectura, la biblioteca y la editorial, las muertes violentas se redujeron directamente a cero. “Llevamos muchos años de lucha -admite y reflexiona Sarlo-. Una lucha que desde siempre supimos que vamos a perder...pero de Gramsci aprendimos, entre otras cosas, a ser pesimistas de la razón para ser optimistas de la voluntad”.

El último libro que acaba de editar junto a los otros miembros de la cooperativa, como se dijo, se llama Juguetes perdidos y es, al decir de sus hacedores, una forma de demostrar que puertas adentro de una cárcel la cultura y las inquietudes filosóficas son capaces de otorgar una manera distinta de libertad.

“Para que muchos sepan que en el Pabellón 4 podemos ser escritores -escribe el propio Sarlo en el prólogo del libro-. Que podemos leer a Kant, a Spinoza, a Deleuze, a Sartre, a Marx y a Heidegger. Que podemos ser deportistas. Que podemos ser poetas. Que podemos ser actores. Que podemos ser humanos, pese a que la mayor parte de la sociedad quiere que seamos cosas. Cosas débiles, ignorantes y vulnerables. Y cuando uno es débil, ignorante y vulnerable indefectiblemente dañará a quien lo rodea”.

En el pabellón 4 -acaso un refugio dentro de esa unidad penitenciaria de Florencio Varela que alberga a casi 1.200 presos- todos se sienten parte del proyecto forjado por Sarlo y uno de los verbos que mejor conjugan es el hacer. Todos son parte de la cooperativa. Algunos desde el taller literario o en las clases de filosofía. Otros en los entrenamientos de boxeo o, incluso, en las grabaciones que hacen de temas hip hop con temáticas filosóficas.

Casado con Marina y padre de dos nenas de 3 y 5 años, a sus 44 años Alberto Sarlo reparte el tiempo entre su estudio jurídico, las obligaciones editoriales y docentes en la cárcel y las clases de box. “Me doy el lujo de realizar trabajos en forma gratuita donde cargo con todos los temas que me apasionan: escribir novelas y enseñar literatura, filosofía y boxeo”

“Ahora estamos armando un equipo con los alumnos más avanzados para que sean ellos quienes les enseñen a los internos de otros pabellones”, cuenta el abogado y escritor, y detalla además que las clases que darán los propios internos serán de alfabetización y de introducción a la filosofía.

“En Platónov -escribe Sarlo en su último prólogo-, Antón Chejov da vida a un maestro de escuela que lucha denodadamente por superar la angustia y la desesperación de toda una sociedad, lucha que también debe mantener consigo mismo para no verse arrastrado al peor de los finales. En dicha obra surge un diálogo muy breve, bellísimo y crudo a la vez, un diálogo desesperado y desesperante, un diálogo muy humano y muy ruso, un diálogo con una pregunta sencilla y una respuesta universal: “¿Qué hacer, Nikolái? Enterrar a los muertos y reparar a los vivos” . En el pabellón 4 hacemos algo parecido a eso. En el pabellón 4 con dignidad, con memoria y con mucho dolor enterramos a los que se fueron y con fuerza de voluntad reparamos a los que se quedaron. Somos muchos los que peleamos. Somos muchos los que escribimos...”.

JUGUETES PERDIDOS
El último libro de la cooperativa Cuenteros, Verseros y Poetas está compuesto por ocho relatos escritos por los internos Carlos Alberto Miranda Mena, Fabián Miculán, Jorge Rivas Barrios, Javier Ayala, Ezequiel de Jesús Ramirez, Guillermo Quiroga Rojas, Natalio Aguilar y Oscar Gaudio Monier.
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