Iniciativa para que los jóvenes aprendan a valorar los espacios públicos

La falta de conocimiento y de educación ciudadana en lo que se refiere a la valoración del espacio público constituyen, en la práctica, factores primordiales, a la hora de explicar el mal uso que suele hacerse de las veredas, calles, plazas y paseos. Se habla aquí de una sucesión de actitudes que, muchas veces, por falta de una mínima formación, se refleja en que muchas personas no sólo no colaboren en el mantenimiento de bienes que son comunes, sino que, por el contrario, degraden la calidad de un patrimonio que es común y que merece el más cabal de los resguardos.

En este contexto es que corresponde valorar la iniciativa impulsada por investigadores del Conicet-La Plata que, durante quince días, desarrollaron una serie de talleres en dos colegios de Berisso destinados a motivar a los jóvenes para que mejoren los barrios en que viven.

Tal como se informó, el programa, denominado “Mi hábitat: observando con lupa mi barrio”, comenzó a desarrollarse hace poco más de un mes con el objetivo de concientizar a los más jóvenes, a sus docentes y familiares, sobre la situación territorial y los riesgos que implica para la salud la presencia de basurales, roedores y parásitos, e impulsarlos a generar acciones que mejoren su calidad de vida, según explicaron los científicos.

Según se informó, uno de los temas que se abordaron en los talleres fue destinado a explicar que son y que implican los parásitos y roedores; cómo son sus ciclos de vida; dónde se encuentran; quiénes son sus potenciales hospedadores; qué riesgo significan para la salud humana. Se detalló que los chicos trabajaron en equipo y que documentaron en imágenes los espacios de su barrio. La mayoría de ellos subió fotos de basurales, compuestos principalmente por botellas plásticas y restos de alimentos. Asimismo fueron informados acera de que el plástico puede ser reutilizado y que la comida es útil en las huertas orgánicas.

Cabe agregar que en esos talleres los investigadores también ofrecieron informes sobre cómo hacer una huerta e informaron a los alumnos acerca de las distintas carreras que pueden cursar en la universidad y sobre cuál es el rol de los científicos en general y de los biólogos en particular en la sociedad.

En buena hora se inculcaron a estos jóvenes principios que hacen a la valoración sobre el debido uso de los espacios públicos y acerca, también, de las mejoras concretas que pueden impulsar en sus barrios, entre otros conocimientos imprescindibles para que puedan evolucionar como futuros ciudadanos mejor integrados a la vida comunitaria.

Bien se conoce que la poca ponderación de principios que tienen sólidas raíces culturales y profundas connotaciones sociales se refleja, entonces, a través de múltiples transgresiones y de una indisciplina difusa, alentadas ambas por el manifiesto desinterés con que los poderes públicos atienden a estas cuestiones que hacen a una más ordenada convivencia.

Sería por cierto sumamente positivo que estos tipos de talleres se irradien hacia muchas más escuelas, de modo de ir, a través de la capacitación y la formación cívica, reemplazando tantas actitudes antisociales por conductas acordes al mayor bienestar social, que sólo puede provenir si la gran mayoría de las personas respeta y valora los espacios públicos y todos aquellos bienes que pertenecen al patrimonio común.