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Platenses por adopción

Platenses por adopción

Marco Espejo: “Las mejores universidades para estudiar arte en Colombia son privadas”, dice Marco, el colombiano que disfruta de sus rondas por los centros culturales platenses.

Por Ana Laura Esperança

21 de Octubre de 2017 | 04:07
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Marco Espejo (22) abre la puerta de su pensión. Una empinadaescalera de granito conduce a la edificación de ventanas altas y pisos de madera. Ahí está él, un chico colombiano de gran cabellera negra en un clásico díade humedad rioplatense. Desde su punto de vista, lo único para reprocharle a la ciudad de las diagonales es eso: la humedad.

Marco nació en San Antonio de Tequedama, un pueblo a 56 km de Bogotá, pero en 2014 vino a estudiar Música popular en la Facultad de Bellas Artes. ¿La razón de su elección? Parecida a la de muchos extranjeros: las prerrogativas que ofrece la UNLP -estatus académico, ingreso irrestricto, gratuidad -, combinadas a la fama que La Plata ha cosechado en el exterior como ciudad confortable y a mejores condiciones laborales para los jóvenes, son un combo que atrae extranjeros y auspicia su permanencia.

“Pues cuando llegué fue raro: sólo conocía los equipos de futbol”, dice Marco. Pronto se adaptó y lo cautivaron la movida de los centros culturales y un clima estudiantil dinámico y diverso. “Conocí gente del sur, de la costa, del litoral, todo muy chévere”. El típico chévere, que uno asocia de inmediato al argot venezolano, se usa también por sus pagos: “Sobre todo en la zona del Caribe”, cuenta Marco mientras apoya sobre la mesa una partitura.

El brasileño Raphael Vargas (29), en cambio, llegó hace rato. Era octubre de 2007 y él desembarcaba desde Vitória, capital del estado brasileño Espirito Santo, para estudiar Artes Audiovisuales con orientación Dirección de fotografía. Hoy reparte su actividad entre la docencia, -como profesor en Agencia Nova de fotografía y en un taller en el Pasaje Dardo Rocha-, y trabajos free lance en producciones audiovisuales.

Raphael siempre quiso estudiar cine. Como en Vitória no existía la carrera y no entró a la Universidad Federal Fluminense de Rio de Janeiro (UFF), evaluó irse a Estocolmo -donde ya había vivido-, pero después prefirió un país de habla hispana. Pensó en Cuba, México, España. Y de repente, eureka: incorporó al tándem a la Argentina. No sabía si sería Córdoba, Rosario o Buenos Aires, hasta que unos brasileños instalados en La Plata lo convencieron y terminó viniéndose acá.

“La vida de inmigrante no es fácil, pero me pude adaptar muy bien”, dice, y aunque lleva diez años en la ciudad, siente a La Plata como un lugar transitorio.

LLEGAR

César Cuello Ortíz (23) vino hace cinco años de Colombia para estudiar Cine, pero de momento suspendió los estudios para incursionar en la gastronomía. Su trabajo actual, en un restorán, lo tiene a cargo del horno de barro; para perfeccionarse toma cursos culinarios. Ya hizo el de frutos de mar; ahora va por el de pizzero y rotisero. Así, César busca fortalecer una fuente de empleo, aunque no descarta su otra pasión: el cine. “Yo me sostengo solo. Yo laburo”, dice con cálido acento colombiano. Y agrega que jamás se le cerraron puertas por ser extranjero.

Para él, La Plata fue sinónimo de prosperidad. Habiendo vivido en Bogotá, una metrópoli rutilante, el arribo a la ciudad cuadrada significó una especie de bálsamo. “Siempre me sentí cómodo y tranquilo; acá es todo más cerca, más fácil. La facultad está buenísima, he conocido mucha gente. Y he encontrado muchas maneras de vivir con estudio, con trabajo, con proyectos, con amistades”, sostiene. Aunque asegura que su buena estrella no le ha evitado sentir el desgarro de estar en otro país y también hubo contras.

“Vivir tu vida en otro lado es un cambio fuerte. Casi todos te habremos contestado lo mismo”, suelta César. Es que, si bien no está la barrera del idioma, la identidad que trasmite otra idiosincrasia cuando se es forastero tiene un peso que no pasa inadvertido. “Se habla de otra manera, se usan otras expresiones, la gente se organiza diferente. Son cambios que por más maleable que uno sea, pues lo van a golpear siempre”.

Raphael, el joven brasileño, dice de sí mismo que no hay huella de portugués en su acento. Recién se nota que es extranjero cuando en una conversación queda como un extraterrestre por desconocer hitos, personajes o códigos locales. Por lo demás, su capacidad de camuflarse en la otredad cultural le ha granjeado las posibilidades laborales de las que gozaría cualquier platense.

LA CIUDAD PLATEADA

«Single rooms EXCLUSIVO ESTUDIANTES EXTRANJEROS», dice un aviso en internet. Basta googlear la frase estudiantes extranjeros para ver avisos de habitaciones privadas o a compartir. Los montos a pagar son similares a lo que costaría el alquiler de un monoambiente en la periferia. Pero la ventaja de estas instalaciones es que incluyen gastos que van desde wifi, insumos free las24 hs. y asesoramiento turístico, hasta lavadero, servicio de limpieza, cocina equipada y zona de recreación. Esto último, un plus fundamental si se busca confraternizar para amortiguar la nostalgia de estar lejos.

Al igual que la cosmopolita Buenos Aires – aunque en otra escala– La Plata tiene motivos para hacerse de una infraestructura de alojamiento que vayamás allá de un puñado de hoteles y del mercado inmobiliario tradicional. Los migrantes académicos no son el único aliciente: otros factores alentarían poner en valor el sector, como por ejemplo el Estadio Único de la ciudad de La Plata. El gran predio provincial, al que llegan espectáculos como Los Rolling Stones o Coldplay, con una capacidad que en campo supera las 50.000 personas, atrae la llegada de cientos de espectadores que podrían pernoctar en la ciudad.

Sin ir más lejos, según estimaciones aproximadas de la Municipalidad de La Plata, el último show de la banda U2 dejó seiscientos millones de pesos, aparte del dinero de las entradas, a la economía local. Es que La Plata, también llamada «la Atenas de América», siendo la cuarta ciudad más poblada y el quinto aglomerado urbano con más habitantes, tiene una oferta cultural prolífica. El Teatro Argentino, el Coliseo Podestá, la Casa Curuchet y hasta el aire de otro tiempo que se respira en el barrio Meridiano V son ejemplos clave de su potencia turística.

ESTAR

“Allá en Colombia publicitaban a La Plata como un paraíso universitario”, dice César. Nunca dudó de venir a estudiar Cine a Argentina, porque “se sabía que el cine nacional pasaba por un auge muy bueno”. Pero cuando supo de la capital bonaerense la eligió y asunto cerrado.

“La Plata es una buena ciudad para elegir seas grande, seas joven. Es muy centrada, muy disfrutable”, dice César. Y recalca su dimensión turística porque esas cualidades son conocidas afuera: “te decían que las plazas, que las diagonales, que el cuadrado. Y sí: cuando llegas te das cuenta de que, aunque no deja de ser una ciudad con mucho movimiento y con sus quilombos, conserva ese misticismo”.

Marco destaca la forma en que se construyó La Plata, la cantidad de plazas y parques, las diagonales y el espíritu juvenil. “Es una ciudad que ayuda a los jóvenes, vienen estudiantes de todo el territorio argentino, eso es muy chévere. Además, comparada con Bogotá, que es mucho más grande, tiene buen sistema de transporte y es bastante más segura”. En la capital colombiana, cuenta, no podía caminar de noche.

Para Raphael, incluso, La Plata ha sido escenario de coincidencias que superan la ficción: “Eran mis primeros meses en la ciudad, me había conectado con brasileiros que estaban de intercambio en la UNLP y conocían extranjeros en la misma situación; fueron mis primeros amigos acá. En ese grupo conocí a Pablo en la escalera del Pasaje Dardo Rocha”, relata, “pegamos onda e intercambiamos correo electrónico, cuando me dijo su apellido no podía creer, porque era el mismo de mi abuelo. Encima eran de ciudades próximas en Minas Gerais. Investigando un poco descubrimos que somos primos lejanos”, rememora.

LITTLE COLOMBIA

Así como existe un centro de estudiantes de Trenque Lauquen o La Pampa, en La Plata hay un centro de estudiantes colombianos. Y en los últimos años creció notablemente: si en 2009 se hablaba de 800 colombianos y en 2016 de 2.500, probablemente hoy la cifra haya superado los 3.000. Básicamente, el Centro ayuda a sus connacionales a hacer trámites para entrar a la UNLP, gestionar un hospedaje y amortiguar la adaptación. Lo que más cuesta, en ese sentido, es adecuarse a un clima y a una cultura culinaria muy diferentes. Ni Marco ni César han echado mano del centro, pero lo conocen muy bien y saben que es una ayuda concreta para quienes recién llegan y para los que ya están.

“Es divertido ver cuando conocés a un colombiano, te das cuenta de que él conoce a otro que tenés en común con él, y de que, como decimos nosotros, la ciudad es un trapo, no sé si acá utilizan esa expresión; un trapo que lo comprimís y finalmente se conocen todos”, dice.

VOLVER

“Pensar si me voy o me quedo me incomoda”, confiesa Marco. Hoy su vida es cursar, ensayar obras de música popular, hacerchangas - aunque el sostén principal sean sus padres-, ir a Rey Lagarto, a recitales, a casas de amigos de distintas localidades y países que confluyen en esta ciudad. Hoy explora su estadía como algo memorable que probablemente recordará siempre. “Desde hace tiempo sé que no tengo definido qué quiero hacer”, dice, “lo dejo al destino. Si un día me voy, me iré con la gratitud de haber conocido gente muy chévere y amable que lucha por un país mejor, manifestándose con música y marchando”, concluye. Y agrega que esté donde esté, siempre extrañarála arepa, la lechona y toda la comida típica colombiana.

“Siempre tuve definido volver”, sostiene César. Sin embargo, este colombiano nacido en Paipa, -la ciudad más turística de la provincia de Boyacá, que es a su vez la zona de mayor producción de papa de Colombia-, dice que uno va conociendo gente, encontrando laburo y el tiempo se va estirando. Además del trabajo y de la carrera por terminar, César tiene un proyecto de rap que lo entusiasma: participa de fiestas, presentaciones, sacó un disco. Así que volver, más que una meta definida, hoy es un punto incierto en el espacio.

“Tal vez quedarme sea una puerta más que tengo abierta. Siempre quiero volver para visitar a mis papás. Pero estoy en un momento en que capaz me quedo, capaz me voy a otro lado, capaz me vuelvo. Hoy prefiero que lo decidan las propias oportunidades”, define.

Raphael tampoco está seguro. Sueña con probar suerte en Barcelona, pero es algo muy en el aire todavía. Aunque hay una cosa, como buen millennial, que sí tiene clara: el momento presente es lo que cuenta. Y ese presente para él es La Plata.

 

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Marco Espejo: “Las mejores universidades para estudiar arte en Colombia son privadas”, dice Marco, el colombiano que disfruta de sus rondas por los centros culturales platenses.

Raphael Vargas: “Recién después de algunos años de estadía Raphael pudo captar el significado del Gauchito Gil. Hoy cuando pasa por alguno con el auto, también le toca bocina.

César Cuellar Ortiz: “César se entusiasma con la gastronomía local. Así y todo añora las sopas, las frutas y los platos típicos colombianos”

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