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Más extraño que la ficción

A dos años de su estreno, el documental sobre la increíble vida del espía más criollo de la historia, que engañó a la CIA y a los soviéticos, llega a Netflix

Más extraño que la ficción
22 de Octubre de 2017 | 02:21
Edición impresa

Un operario de la compañía estatal de teléfonos que existió tiempo atrás en Argentina se agota de la falta de perspectivas y decide tomar un avión al norte, hacia Estados Unidos. Allí deambula sin demasiado rumbo hasta que accidentalmente se entera del comienzo de la revolución informática que estaba teniendo lugar en el Valle Siliconado, y a pesar de no tener estudios en el tema, armado solo de su ingenio, consigue trabajo en AMD, la segunda compañía en importancia en la creación de microprocesadores.

Pero lo que podría dar lugar a una interesante película de enredos es apenas la premisa de “El Crazy Che”, la cinta argentina que llegó a Netflix el pasado domingo: instalado en la compañía, este ex operario de Entel escuchará su corazón comunista y, como un espía atado con alambre con todas las señas de viveza criolla, se las arreglará para traficar secretos a los cubanos para cerrar la brecha tecnológica, sólo para terminar desilusionado con la Revolución, traicionar a los cubanos y luego, de paso, también a la CIA. Lo más increíble de todo: se trata de una historia real.

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La historia de “El Crazy Che” es la historia de Guillermo “Bill” Gaede, documental realizado por Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi que recogió premios y aplausos en diversos festivales: estrenada en el BAFICI con la presencia de Gaede en las butacas, la película pasó por La Plata durante la edición 2016 del FESAALP, donde fue elegida como mejor cinta.

Ahora, la increíble historia de un James Bond bien argentino se estrena para todo el mundo a través de la plataforma on demand Netflix. “Es un lindo cierre para la vuelta que dio el documental”, reconoce Chehebar sobre la cinta, una de las películas más asombrosas y lúdicas de los últimos años para el cine nacional.

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Bill apareció en la vida de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi a través de Wikipedia. Amigos hace 17 años, los cineastas habían trabajado juntos en publicidad pero “un día pensamos en filmar algo juntos”: así surgiría “Castores”, primer trabajo de la dupla (puede verse en Cine.Ar), y Metiche, la productora de ambos que, como es tradición en el cine independiente nacional, realiza trabajo comercial como una manera de financiar proyectos más personales.

La dupla estaba haciendo “Castores” pero, con la preproducción terminada y una espera de meses hasta que estuvieran las condiciones dadas para filmar el documental en Ushuaia, se encontraron con una ventada de tiempo desocupado: “Empezamos a pensar en otra historia para hacer, y a los dos siempre nos atrajeron las historias científicas, buscando descontracturarlas, hacer algo lo menos pacato posible”, cuenta Chehebar en diálogo con EL DIA.

Buscando historias sobre físicos argentinos que no estuvieran viviendo en el país, “entramos a Wikipedia para buscar científicos argentinos. El octavo de esa lista era Bill”. Cuando clickearon en el artículo del sitio, no podían creer lo que leían: “Esto es mentira... ¿quién es este tipo?”, se preguntaban mientras repasaban la biografía de Gaede. Y lo que menos podían creer era que “todo estuviera ahí, en Wikipedia, y que no se haya hecho nada”, dice Chehebar.

A pesar de algunas dudas (“¿nos vamos a meter con un tipo que engañó a la CIA? Nos va a dar vuelta como una media”, llegaron a pensar) la dupla le propuso a Bill contar su historia en un documental, y el espía se prendió enseguida: “Estaba chocho de contarlo”.

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“Esto es mentira”: lo que primero pensaron los directores al abrir ese artículo de Wikipedia rebota todo el tiempo en la mente del espectador mientras visita la historia de espionaje casero de Gaede. Lo cual es lógico, porque los propios directores no sabían si creer o no en lo que contaba Bill durante sus entrevistas: “Bill nos contaba un cuento, y nos mostraba papeles y fotos que la confirmaban, pero es tan increíble que lo primero que piensa cualquiera es no creerlo”.

Mientras Bill contaba su historia, empezaron a buscar pruebas, y encontraron pistas en la realidad que indicaban que la historia era real, o al menos, tenía una fuerte base en la realidad: había registros, algunas entrevistas, y fotos de su tiempo en prisión en Estados Unidos que confirmaban que en algo se había metido Gaede.

“Bill es un gran narrador, te va metiendo en su historia”, cuenta Chehebar, que “le creo todo, pero por otro lado no, porque no puede ser”: en esa apasionante telaraña de su sujeto quedó atrapado junto a Iacouzzi, y mucho más cuando la evidencia parecía corroborar los aspectos más increibles de su historia. Por ejemplo, relata Chehebar, en el medio del rodaje Alemania liberó documentos de la Stasi “que confirmaban que lo que Bill estaba entregando información a Cuba”. Pero el verdadero significado de aquellos papeles, dice Chehebar, es que brindó credibilidad a la importancia que tuvo Gaede: “Porque él te contaba, y uno pensaba ‘bueno, lo tenían como uno más, le seguían el juego’. Pero ese documento que apareció confirmaba que Cuba le mandaba su material a Rusia, y a que a Rusia le interesaba ese material, lo cual nos dio la pauta de que la historia tenía su peso”.

“¿En que nos miente, en que exagera Bill? Eso va en cada uno”, explica Chehebar, pero allí residió la complejidad del documental: “¡Por ahí después era todo mentira!”, dice Chehebar sobre la historia que tejía Bill. Gaede aportaba las historias y buena parte del material (como la cámara que puso dentro de un horno para espiar a un agente del FBI), por lo que saber hasta qué punto este excelente narrador exageraba y omitía hechos parecía imposible. Por eso, los directores decidieron narrar las escenas del pasado con animación, un coqueteo con la ficción adecuado “ya que la historia juega constantemente con lo que es verdad y lo que no: la animación lo llevaba más hacia el terreno de la ficción”, dice Chehebar, y explica que la estética comiquera de las secuencias animadas ayudaban además “al tono de serial de espías, al clima de intriga y suspenso”.

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“Ibamos indagando y cada vez era más increíble”, dice Chehebar: el hermano de Bill decidió ser un personaje tan pintoresco como el protagonista, al igual que su mujer, cómplice de las aventuras de Gaede al coserle dentro de un calzoncillo un grabador, para que registrara sus entrevistas con los servicios de inteligencia locales.

“Para Bill era un juego”, dice en el documental su hermano, sobre los peligros que parece haber corrido la vida de Gaede durante su involucramiento con diversos aparatos de inteligencia, y ciertamente Bill parece haber disfrutado de vivir sus roces con la muerte casi tanto como de narrarlos para la cámara.

Su pasión de narrador, claro, entraña un grado de detallismo que volvió sus aventuras aún más complejas, “un quilombo” para Iacouzzi y Chehebar a la hora de desentrañar el relato y armarlo para una hora y media de documental. Las claves la revela Chehebar: un documento de PowerPoint con todos los puntos de la historia semejante a esos mapas que los investigadores paranoicos arman en la televisión, y pensar la historia “casi como una ficción... porque, en el fondo, no sabíamos cuánto era verdad y cuánto no”.

Pedro Garay

 

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