Robert Downey Jr.: el actor que construyó un imperio

El anuncio realizado en 2005 cambió el cine para siempre, aunque incluyó una gran dosis de suerte, como suele ocurrir en la vida: en noviembre de ese año, y tras un año de preparación, Marvel reveló que lanzaría su primer filme en solitario, es decir, sin “ayuda” de los grandes estudios de Hollywood, y que esa película sería “Iron Man”.

En retrospectiva, el éxito que tendría la película protagonizada por Robert Downey Jr. y lanzada en 2008 no sorprende: pero en aquellos días el anuncio parecía descabellado. La comiquera decidía salir de su zona de confort, las historietas, y lanzarse al terreno desconocido del cine, cansado de las malas adaptaciones que realizaban con su material los grandes estudios, pero lo hacía en un momento donde no parecía haber mercado para el cine de superhéroes. ¿Quién las vería? Sólo por los fans, no valía la pena invertir los más de cien millones de dólares que requiere una producción de la espectacularidad del subgénero; mucho menos en el momento que atravesaba la industria, donde internet hacía caer la venta de entradas y abría un gran signo de interrogación sobre el futuro de la industria.

Y el plan de Marvel, encima, era ambicioso: aunque su entonces director, Avi Arad, no creía demasiado en la idea, su segundo, Kevin Feige, un verdadero “nerd” de los comics, soñaba con que “Iron Man” fuera el primero de una serie de filmes donde los personajes compartieran el mismo universo y se reunieran en una película final.

Por supuesto, para ello le tenía que ir bien a la primera producción independiente de los estudios de cine de Marvel, algo en lo que nadie creía: más de 30 guionistas, llegó a contar Jeremy Latchman, productor asociado del proyecto, prefirieron no participar del filme, desconfiados sobre el desconocimiento en general que había en torno al personaje y el hecho de que se trataba de una producción en solitario de la comiquera. El público, en tanto, creía que Iron Man era un robot, según informaban las primeras encuestas. Los derechos de los personajes más conocidos de la editorial, Spiderman o los X-Men, los tenían todavía otros estudios.

ENTER ROBERT

El ingreso de Robert Downey Jr. resultó en este sentido providencial, pero también casual. Jon Favreau, más conocido como actor que como director, fue elegido para encabezar el filme (otra decisión que socavó la confianza que la industria tenía en la cinta) y en una primera instancia imaginó una película protagonizada por un actor desconocido porque “la estrella es Tony Stark”. Sin embargo, finalmente se decantó por Downey Jr., al ver las similitudes entre el actor, el excéntrico personaje y la historia que quería contar: el director quería narrar la historia de un hombre maduro que de repente se percata de que el mundo es mucho más complejo y que ha vivido equivocado, y el dandismo y las tendencias alcohólicas de Downey, emparejados con un carisma sin igual, encajaban en esta narrativa a la perfección.

“Los mejores y peores momentos de la vida de Robert han estado en la luz pública. Tuvo que encontrar un balance interno para superar los obstáculos que fueron mucho más allá de su carrera. Ese es Tony Stark”, dijo Favreau, pero los directivos no estaban convencidos. El cineasta estaba convencido y ató su continuidad en el proyecto a la contratación del actor, y ganó la pulseada.

Tras el furor que causó la cinta, sextuplicando en la taquilla la inversión realizada de 140 millones de dólares en un lustro marcado por una taquilla alicaída, Downey Jr. se convertiría en la piedra fundamental sobre la que Marvel cimentó su imperio, y que terminaría cambiando el cine para siempre. La película fue tan exitosa que el fracaso de la segunda cinta de Marvel, “El increíble Hulk” (con Edward Norton, que luego dejó el personaje en manos de Mark Ruffalo), no hizo mella en lo que ya era una realidad: la construcción de un universo cinematográfico de Marvel, con Feige como director (fuera Arad, por desconfiado) y como la mente ordenadora detrás del caos de decenas de películas.

En medio de la crisis del cine, el resto de los estudios miró hacia el jugador que estaba haciendo las cosas bien: así, el éxito de una película definió el futuro de un Hollywood que comenzó a construir sagas eternas, universos de películas, estructuras que ataban emocionalmente al espectador a cuatro o cinco entregas, por lo menos, garantizando la taquilla de varias temporadas; y que además, por su espectacularidad, se convertían en “eventos” que no se podían ver (al menos, con el mismo efecto) desde el living de casa. Además, este tipo de sagas infinitas permitió volver a poner en marcha el aliado histórico del cine familiar, el merchandising, el mismo que cimentó el éxito de “Star Wars”, la saga que, reiniciada en 2010, copiaría también el modelo de la franquicia de Marvel.

“Iron Man” sigue siendo al día de hoy una de las películas más reconocidas y queridas del género que pasó así de la retaguardia histórica al monopolio del cine. Y eso, a pesar de que el actual modelo de cine, que produce secuela tras secuela del mismo entretenimiento anabolizado y adocenado, se lo debemos a Robert Downey Jr. y su Tony Stark.