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Opinión |TRASTIENDA POLITICA

Empieza el asfaltado del camino a la reelección

Empieza el asfaltado del camino a la reelección

dolores ripoll

23 de Octubre de 2017 | 06:12
Edición impresa

Por MARIANO PEREZ DE EULATE

La confirmación del cambio iniciado en 2015, que él mismo encarna, es uno de los trofeos principales que se lleva el Presidente con el resultado de las elecciones legislativas de ayer. Y que su llegada a la Casa Rosada no fue solamente un error del sistema político tradicional argentino o una confusión del electorado, como alguna vez definieron desde la oposición. El respaldo en las urnas, que se traducirá en un poco más de comodidad en el Congreso, también supone un panorama muy favorable para el 2019: a partir de hoy, Cambiemos empezará a asfaltar el camino hacia la reelección de Mauricio Macri.

Macri sale del test electoral empoderado. Contará con más senadores y diputados propios, es verdad. Le asestó serios golpes políticos a varios gobernadores del peronismo que venían trabajando para negociar, desde sus hipotéticos triunfos provinciales, cuestiones fiscales sensibles y esas leyes por las que irá Cambiemos: reforma laboral, impositiva y demás. Y logró vencer a Cristina Kirchner, ya no a sus delegados. La misma que no quiso transferirle los atributos de mando hace dos años.

Es lo que le pedían sectores empresarios, de aquí y de afuera, para concretar las prometidas inversiones que deberían acompañar y consolidar el incipiente despegue económico, que por ahora se nota más en lo macro que en el día a día de la gente.

El Presidente logró, como definían ayer en su espacio, una “elección histórica”. Sobresale del resultado nacional, que dejó a Cambiemos con un poco más de 40% de los votos de toda la Argentina, el triunfo simultáneo en las cinco provincias más grandes del país, que era uno de los objetivos declarados: Buenos Aires, Capital Federal, Mendoza, Santa Fe y Córdoba. Desde 1985, en plena primavera alfonsinista, ninguna fuerza lograba eso en una elección legislativa de medio término.

Pero sería inexacto aseverar que Macri logró jubilar a Cristina, un error en el que anoche caían muchos voceros del oficialismo en el pico de euforia post escrutinio. La ex presidenta, aún con el difícil momento judicial que atraviesa, es dueña de casi tres millones y medio de votos en el distrito más importante del país.

Es clara su estrategia a futuro: desde el Senado intentará erigirse como la principal figura opositora al gobierno de Cambiemos. Un triunfo ayer, aún si hubiera sido ajustado, habría llevado a Unidad Ciudadana a plantear su candidatura presidencial para 2019. Cuando habló al aceptar su derrota, Cristina no se animó a tanto pero anunció que no se baja de nada. “No se acaba nada, empieza todo”, dijo un rato antes de la medianoche. Habrá que ver si la deja el peronismo, que indefectiblemente empezará a discutir un nuevo liderazgo.

Más allá del tono épico que le imprimió a sus palabras, para Cristina fue una jornada complicada. Su propia caída es emblemática: es la primera elección que pierde siendo ella misma candidata. Y, aunque no le guste, aparece una vez más como la responsable de otra derrota histórica del peronismo bonaerense. La primera había sido en 2015, cuando su decisión de poner a Aníbal Fernández para enfrentar a María Eugenia Vidal terminó con una hegemonía justicialista de casi un cuarto de siglo.

En las provincias, para colmo, al kirchnerismo le fue mal. En aquellas en que fueron por afuera de la estructura peronista que responde al gobernador, terminaron favoreciendo triunfos de Cambiemos. Y, cargado de simbolismo porque es “su lugar en el mundo”, en Santa Cruz -donde gobierna la cuñada de Cristina- el justicialismo perdió un comicio por primera vez en 26 años. Justamente cuando se inició la saga histórica ganadora del apellido Kirchner.

En Buenos Aires, en verdad, Cristina pareció no competir contra Esteban Bullrich sino contra la gobernadora Vidal, hacedora del triunfo del oficialismo, casi una candidata testimonial. Que, por cierto, es prácticamente como su contra cara. Macri, otra vez, le debe mucho a la mandataria, que continúa ampliando su influencia dentro de Cambiemos y también queda bien perfilada para buscar un nuevo mandato en dos años.

Vidal también consigue holgura legislativa, con mayoría en el Senado y muy cerca de eso en Diputados, lo que le permitirá acotar mucho la dependencia política de fuerzas de la oposición que tuvo en su primera etapa y sentarse a negociar políticas públicas y de ajuste con los intendentes del peronismo desde una posición de mayor fortaleza.

Si Massa fue el aliado privilegiado de Vidal en los dos últimos años, desde diciembre el tigrense empezará a buscar su nuevo lugar en el mundillo político. Un primer desafío es mantener con vida su alianza con Margarita Stolbizer; demostrar que 1País fue algo más que una confluencia coyuntural. Desde la derrota, la tarea siempre es más complicada. Las deserciones suelen proliferar en busca de horizontes más prometedores.

Massa fue uno de los grandes derrotados, comido por la polarización que plantearon Unidad Ciudadana y Cambiemos. Bajó su caudal electoral entre las Primarias y ayer: muchos de sus votantes, que rechazan a Cristina Kirchner, prefirieron migrar al oficialismo con el convencimiento de aplicar un “voto útil”.

Pero acaso el golpe más duro para el de Tigre haya sido la derrota en su propio distrito, el mismo que usó como vidriera para el despegue y que le permitió ganarle al kirchnerismo hace cuatro años. Allí salió tercero. Objetivamente, eso erosiona mucho su figura para sumarse a una eventual reconstrucción del peronismo bonaerense. Tal vez piense en un repliegue hacia su pago chico para planificar cómo hace pesar el millón de votos que obtuvo ayer.

Con el sello del PJ, Florencio Randazzo mantuvo relativamente igual el porcentaje de votos respecto a las paso pero bajó la cantidad de sufragios individuales. Seguirá siendo, como fue en la campaña, uno de los principales objetores de Cristina y probablemente busque sentarse en la mesa de intendentes que intentará moldear el nuevo perfil del PJ bonaerense. Que, por cierto, debería renovar sus autoridades antes de fin de año.

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