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Norte |LA HISTORIA DE PELICULA DE MARINA GONZALEZ DE APODACA

Una niña vasca, de la URSS a Villa Elisa

Una niña vasca, de la URSS a Villa Elisa

Marina González de Apodaca, una heroína de perfil bajo

27 de Octubre de 2017 | 06:18
Edición impresa

Nació en Bilbao, España, creció en la ex URSS y hace tiempo que vive en Villa Elisa. Marina González de Apodaca fue uno de los 35 mil niños que los españoles evacuaron durante la Guerra Civil, para preservarlos de la violencia.

A través de charlas con ella, el escritor y diseñador oriundo de City Bell, Rodolfo Luna Almeida, recuperó esa memoria singular y escribió el libro “Marinka, una rusa niña vasca”, novela basada en la vida de Marina, la niña nacida en Bilbao que hoy con sus 90 años vive en Villa Elisa. Fue al estallar la Guerra Civil Española cuando fue evacuada junto con otros miles de niños hacia distintos países como Francia, Bélgica, México, y en el caso de ella, a la entonces Unión Soviética, URSS.

A Marina le tocó este último país y una mañana soleada subió al barco que la trasladó a San Petersburgo, entonces Leningrado. Había cumplido diez años y perdía a su padre y sus seres queridos, se alejaba de su familia y su entorno para ser recibida por extraños, a miles de kilómetros, sin tener certezas de cuándo volvería.

La acompañaban casi 1.500 niños, 72 educadores, auxiliares y dos médicos que cuidaron su salud durante el trayecto. Pero en medio de esa multitud estaba sola. Porque no conocía a nadie, porque la llevaban a un país desconocido y lejano.

“Los niños, los hijos de los obreros, de los milicianos, de los huérfanos, de los fusilados por el franquismo, para la URSS eran héroes y como tal fueron recibidos”, relata Luna.

Marina fue Marinka en Rusia, y allí vivió durante veinte años, estudió y trabajó duramente. Llegó a ser elegida la mejor tornera de la Unión Soviética. Recibió, como todos los niños, instrucción militar durante la invasión nazi y cavó trincheras para evitar el avance de los invasores.

Los años pasaron y finalmente regresó a España; pero su padre había muerto, el país y ella habían cambiado, y debieron transcurrir dos décadas antes de reencontrarse con su hermano mayor, que desde Francia llegó a Buenos Aires, su destino final.

Marinka, la novela de Luna Almeida, recrea la historia de una muchachita que se transforma en una mujer vital a pesar de su existencia azarosa marcada por separaciones tempranas, ausencias dolorosas y guerras que dejaron millones de muertos.

“No sabes lo que es la guerra”, repite Marinka, una y otra vez, según el autor del libro.

DETALLES DE UNA HEROiNA SILENCIOSA

“A diferencia de los que fueron a otros países donde, en general los adoptaron instituciones de caridad o fueron a casas de familias, los que fueron a la URSS formaron un plan estructurado entre el Partido Comunista Español y el de la Unión Soviética, que había dispuesto 16 casas para los niños españoles en todo su territorio”, relató Luna.

Contó que Marina, se hizo tornera y fue elegida “la mejor tornera de la URSS”. Incluso salió en el periódico “Komsomolskaya Pravda”.

“Cuando nací hace 63 años la Segunda Guerra Mundial aún estaba tibia. A City Bell, el pueblo de mi infancia, habían llegado tanos, gallegos, algún alemán, una familia francesa, un checoslovaco. Buscaban refugio de las bombas y las hambrunas bajo el sol generoso de este sur. La guerra estaba presente en los juegos, en los soldaditos de plomo, en las historietas de Hora Cero y Frontera, en las películas continuadas del cine del barrio, más tarde en las series de la tele. Aquellos vecinos, que la habían vivido, eran fuente de información directa. Sentado bajo la parra del patio de los Marino, mientras Enzo me cortaba el pelo y Antonio remendaba zapatos, paraba la oreja para escuchar cualquier relato que pudiera escapárseles. Pero no. Nadie quería hablar, nadie quería recordar”, cuenta el autor.

EL ENCUENTRO

“Conocí a Marina hace un tiempo. Es la madre de una amiga que gané cuando volví a Villa Elisa, después de casi 30 años en Buenos Aires. Marina sí quiere recordar, necesita contar. La guerra en su relato asume carnadura humana. La historia de su vida es cruel y dolorosa, pero a la vez profundamente esperanzadora. No es posible escucharle una gota de melancolía, ni de autocompasión, ni de heroicidad, ni de épica. Es lo que le tocó vivir y con eso vive, sin pretender olvidarlo”, agrega Luna.

Marina es uno de los 35.000 niños que la República española evacuó en plena guerra civil, para resguardar su futuro. En España se los conoce como los “Niños de la guerra”. Varios de ellos viven todavía en nuestro país.

RELATOS DE LA GUERRA

“Cada encuentro en la casa de mi amiga se formaba un coro alrededor del relato de Marina y, al final, siempre quedábamos los dos. Ella, recordando y yo, puro oídos. En su relato veo, escucho, huelo, palpo, siento. Cuenta todo en presente, con un registro tan completo de sensaciones que es imposible no estar allí junto a ella”, cuenta el autor.

“Correr con ella al refugio antiaéreo de Bilbao, de la mano de su padre, la sirena aturdiendo el miedo. Subir con ella la planchada del Habana, el gigantesco navío en el que embarcó en el puerto de Santurce, el 13 de junio de 1937, rumbo a la Unión Soviética. Llorar con ella todos los llantos de sus diez años, aferrado también a su maleta y a la baranda del barco. Respirar con ella la bienvenida luminosa en Leningrado. Reconfortarme con ella los cuatro años transcurridos en la Colonia de Niños Españoles de Odessa. Arrojarme con ella a las trincheras de una guerra que los alcanza cuando la Alemania nazi invade la URSS. Viajar en vagones de carga por la estepa helada para huir de las bombas. Entrar con ella en la fábrica de aviones de Sarátov. Padecer las penurias de la posguerra en Moscú. El frío, el hambre. Esperar las cartas de una familia que no sabe si aún vive, las cartas que nunca llegan. Ansiar el regreso durante interminables 20 años”, agrega Luna.

Los nombres de la protagonista de esta historia son tres: Chatilla, como la llamaban en Bilbao; Marinka, como la bautizaron en Rusia; Marina, como la llaman hoy.

Además de las cartas, dibujos, fotos y artículos periodísticos, Marina conserva un verdadero tesoro. Tres álbumes de fotos de toda su vida en Rusia. Ejemplares del Pravda, con su foto en la portada cuando fue elegida la Mejor Tornera de la Unión Soviética. Y una joya que atravesó dos guerras y cinco mares: la tarjeta hexagonal del cartón de embarque y el alfiler de gancho que la prendía de su tapadito, cuando subió al Habana en el puerto de Santurce, hace exactamente 80 años. La misma que acompaña en la portada del libro la primera foto que le tomaron en Leningrado, con su uniforme de pionera. Una verdadera heroína silenciosa.

 

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Marina González de Apodaca, una heroína de perfil bajo

Marina y Rodolfo Luna Almeida, autor del libro, durante una presentación de la obra

Marinka, mejor Tornera de la Unión Soviética, en la redacción de “Komsomólskaya Pravda”, con las cartas que le llegaban de todo el país

Marinka, con sus compañeras de fábrica en Moscú. Es la tercera desde la derecha, abajo

Cartón hexagonal de embarque en el Habana, Expedición a la URSS Nro. 1391, alfiler de gancho original y cartón rosa de turno de comida en el Sontay, 3-1022

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