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Una joven fue testigo del abuso de una menor en una fiesta de egresados y publicó una carta

Una joven fue testigo del abuso de una menor en una fiesta de egresados y publicó una carta

Caix, el boliche ubicado en Costa Salguero

17 de Noviembre de 2017 | 13:09

Luego de ser testigo del abuso que estaba sufriendo una menor de 15 años por parte de cinco hombres en una fiesta de egresados que tenía lugar en un boliche porteño conocido como 'Caix', una joven de 20 años relató los hechos a través de una carta.

La testigo cuenta cómo la chica era sostenida para que el resto de los hombres pudiera manosearla. La joven logró intervenir y ahuyentar a los abusadores, y así salvar a la nena de algo peor. Después, viene lo peor: cuenta cómo alguien defiende la actitud de los hombres diciendo que "ella quiere".

Al respecto, las personas encargadas del boliche afirmaron que "el establecimiento fue alquilado para realizar una fiesta de egresados. La seguridad la dispone el boliche, pero es un evento sin venta de alcohol en el cual los padres de los chicos tienen que hacerse cargo si ello sucede". Además, aseguraron que "el boliche no recibió ninguna denuncia al respecto. Ni en el momento ni posteriormente por parte de los padres".

También trascendió el testimonio de Karina, madre de una de las chicas que acudió a la fiesta: "la mayoría no vio nada, ocurrió en la parte de afuera del lugar y estaba muy oscuro. Fue en la fiesta de egresados, toda la noche transcurrió de forma normal. Sinceramente me preocupa que haya sucedido algo así, tengo dos hijas de 15 y 17 años que asisten a ese mismo lugar, a diferentes fiestas de egresados. La situación es alarmante".

La carta de la testigo:

"Me muero de calor, salgamos un poco", me dice mi amigo. Este boliche tiene una parte de afuera muy grande con vista al río, pero hay una parte especial donde no da mucha luz y estaba todo oscuro. Pasamos caminando por ahí cuando escucho una especie de grito femenino que no llegaba a ser grito, como un grito ahogado.

Veo una chica, una nena. No pasaba el metro cincuenta, morocha y flaquita. No podía ni estar parada. Estaba rodeada de chicos, todos la doblaban en altura. Dos la sostenían de los brazos mientras uno la empujaba contra la pared, donde estaba otro chico; éste, desde atrás, le metía la mano adentro del short, mientras que el de adelante la tocaba por adentro de la remera. Veía que la chica balbuceaba algo, movía la boca, pero me daba cuenta de que no podía hablar. Se me heló el cuerpo. Veía como el chico de atrás con una mano la agarraba de la cintura y la otra la movía adentro del short, mientras que el de adelante cada vez le apretaba las tetas con más fuerza. Me dieron ganas de vomitar, no me podía mover, no podía ni hablar, mi cerebro iba a 100 por hora pero mi cuerpo no reaccionaba. Había perdido a mi amigo de vista. Era yo sola contra todos ellos.

"La están violando, reaccioná, ¡la están violando!", me dije. Lo que para mí fue una eternidad debieron haber sido menos de 30 segundos; lo que para mí era una distancia interminable entre esa chica y yo debieron haber sido menos de dos metros. Empujé a 3 de los chicos que la sostenían y la agarré de la muñeca, tiré de ella para poder sacarla de ahí, pero el chico con la mano en su short no tenía muchas ganas de soltarla. Con mi mano en forma de puño junté toda la fuerza que tenía y le pegué en la cara al chico para que la suelte. Me dolió, me dolió toda la mano, pero más me dolió el alma. Me dolió el corazón. Me dolieron los ovarios. Los cagones se fueron corriendo y los perdí de vista.

Cuando logré preguntarle el nombre, se cayó. No podía mantenerse parada. Se le doblaban las rodillas. "¿Pero quién te creés que sos?" -escucho atrás mío- "Es mi amiga, soltala". Me di vuelta y otra chica de un metro cincuenta, pelo rubio, me gritaba y empujaba. No sé cómo pude hablar, el nudo en la garganta me estaba haciendo presión y los ojos llorosos no me dejaban ver bien. "¿No viste lo que le estaban haciendo a tu amiga? Reaccioná, piba", le grité. "Ella quiere", me dijo. Yo seguía sosteniendo a la chica de un brazo y seguía sin poder pararse bien. Ignoré a la rubia. "Confiá en mí, por favor, ¿cuántos años tenés?". "Voy a segundo año", volvió a balbucear. ¿14, 15 años como mucho? Me daba vueltas la cabeza. Se me acerca otro metro cincuenta, esta vez varón. "No la conozco mucho, la rubia es mi amiga, pero te digo algo de la chica: es re puta. No te pongas mal por lo que pasó".

Después de un rato empecé a sentirme mal, me estaba bajando la presión, me latía la cabeza y tenía muchas ganas de vomitar. Miré a los padres responsables que miraban la fiesta desde un piso de arriba, y ya siendo casi las 4 de la mañana le dije a mi hermana: "no te vayas a la parte oscura, quedate siempre a la vista de los papás, ¿entendés?". Asintió y siguió bailando en la tarima. Me quedé tranquila sabiendo que de ahí no se iba a bajar. Ahora que lo pienso se lo debería haber dicho a algún padre, pero en ese momento ni yo lo podía procesar. No podía hablar, no podía explicarlo. Me subí al auto y toda la angustia, la bronca, el miedo, todo lo que me había tragado, salió. Lloré todo el camino a casa. Mi amigo me miraba, hablándome de otra cosa o poniendo música para que me distraiga y me tranquilice. Qué cosa de locos que vivas tan tranquilo y nunca me vayas a entender. Qué cosa de locos que el simple hecho de que tengas pito te da una seguridad que yo nunca voy a tener.

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