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Sin Braña, perdió el alma. ¿A quién le gusta Otero de nueve? Campi está lejos de hacer olvidar a Desábato. Nadie desequilibra
Por MARTÍN MENDINUETA
@mFirmaMendinueta
Ver jugar a Estudiantes volvió a generar modorra. En San Juan dijeron que el calor era aplastante y ese argumento fue considerado como un atenuante válido. ¿Y el último domingo? ¿Cuál fue la razón para verlo bien en el tramo inicial y luego sin respuestas colectivas ni individuales? Más allá de que viene recibiendo penales mal cobrados, su paupérrimo nivel de juego engordó la incipiente preocupación que ya anidaba en el ánimo de los hinchas.
Gustavo Matosas, al que, según dijeron, contrataron sin mucho tiempo de análisis, duró poco porque bajo su tutela el equipo jugaba mal y no conseguía buenos resultados. Convencidos, los directivos fueron por Lucas Bernardi y en el grueso de los Pinchas sólo encontraron rechazo. Hoy, sin una identidad potente y mostrando una línea de juego tan borrosa como carente de convicción, ¿seguirán pensando que era el director técnico indicado para esta etapa de transición?
Hasta ahora, el entrenador de cuna “leprosa” no aportó nada bueno ni novedoso a un plantel donde los grandes son muchos y sólo uno (Rodrigo Braña) está dando la talla. La actual estructura falla en defensa, en el mediocampo y en el ataque. Su juego es insulso. Carece de gracia. Aburre. Pocas imágenes pueden dañar más la autoestima de un hincha albirrojo que ver en cancha a una formación light, liviana, sin fuerza ni rebeldía.
Este Estudiantes sin caciques temperamentales ni líderes futbolísticos puede perder ante Tigre, pero no malgastando los minutos en una tenencia de pelota burocrática. Fue incapaz de generar situaciones propicias para anotar y después del segundo gol, hasta la esperanza lo hizo huérfano.
Nadie desequilibra. Ninguno se hace cargo de conducir al resto. “La Gata” Fernández recorre el campo como ausente. El colombiano Otero sufre jugando de nueve. “Tití” Rodríguez sigue tímido. Y Zuqui, después del entusiasmo de sus primeros partidos, ya no se destaca en ninguna faceta del juego.
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Si a este precario panorama le sumamos que Israel Damonte está errático, sin chispa; que por los laterales nadie sorprende, y que Gastón Campi todavía no otorga garantías como reemplazante del otoñal, pero útil “Chavo” Desábato, entonces apenas queda una hendija por donde puede filtrarse el optimismo.
A mediados de mayo se despidió, en Guayaquil, del torneo que más brillo e inolvidables emociones le ha obsequiado a su memoria. En el tramo inicial de junio, un humilde conjunto mendocino lo sacó de la Copa Argentina y, entonces, el presidente Verón decidió sacar a Nelson Vivas, que tenía un nuevo contrato guardado como documento valioso en la computadora de la sede. Y pocos días antes del inicio de la primavera, fue Nacional de Paraguay el verdugo menos pensado. Le ganó allá y acá, arrastrando al uruguayo Matosas a la zanja del olvido. Fueron tres sopapos duros. Tres participaciones mediocres. Y el cimbronazo todavía lo está pagando. A medida que pasa el tiempo, la adolescente e intempestiva reacción presidencial de anunciarle a Vivas que aquel contrato ya redactado no se iba a firmar, asoma como un quiebre que desató el efecto cascada.
Durante el último mercado de pases Estudiantes decidió incorporar bastante y hasta ahora ninguno de los que llegaron ha logrado rendir de modo convincente. Entre los jugadores de edad avanzada que ya no lucen como antes, los jóvenes que están muy lejos de poder ofrecer la seducción de Ascacíbar y de Foyth, y un entrenador que, hasta ahora, no le ha sumado nada bueno a este equipo en transición, se comprende el disconformismo popular. Este “León” parece encajado en una transición dolorosa.
Que justamente Javier Iritier, uno de los tantos refuerzos que no rindieron durante el último tiempo en Estudiantes, haya sido el que escrituró la derrota albirroja pareció una cruel ironía del destino.
Terminar el año de la mejor manera es el obvio deseo de todo Estudiantes. Luego vendrá un receso importante donde las decisiones que se tomen tendrán directa injerencia en la búsqueda de la ansiada recuperación. Se está yendo un año gris, desnudo de satisfacciones. Sólo el indispensable ejercicio de la autocrítica permitirá ver con nitidez los errores cometidos.
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