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La Ciudad |HISTORIAS PLATENSES

Mi viejo fue a la guerra: cómo es ser hijo de un combatiente de Malvinas

Volvieron hace 35 años, se convirtieron en padres y hoy la mayoría de sus hijos ya pasaron la edad que tenían ellos cuando lucharon en las islas. ¿Cómo es crecer con un padre que fue a la guerra?

Mi viejo fue a la guerra: cómo es ser hijo de un combatiente de Malvinas

Ezequiel Labayen y Anabella Bruno forman parte del grupo de hijos del C.E.MA

4 de Noviembre de 2017 | 04:26
Edición impresa

Por VERONICA LISO
historiasplatenses@gmail.com

Un sábado de octubre al mediodía Plaza Malvinas empieza a llenarse de gente. Su nombre puede ser eso, una forma de llamar que rinde homenaje a un momento de la historia. Ahí funcionó el Regimiento 7 de Infantería “Coronel Conde”. Desde esa plaza en 1982 partieron 871 jóvenes a la guerra de Malvinas. Treinta y seis no volvieron.

Muchos de los platenses que ese sábado disfrutan la plaza no pensarán en eso. Verán de refilón el portón verde –lo único que queda del regimiento– las fotos de los soldados caídos, el monumento que tiene tres pilares: Memoria, Justicia y Soberanía, y tal vez sólo durante unos segundos Malvinas cruce por sus cabezas antes de volver a lo que estaban pensando.

Pasaron 35 años de la guerra, se escribieron libros de ficción, de historia, biografías y homenajes; se hicieron películas, documentales y entrevistas. Las nuevas generaciones de argentinos nacidos en democracia posiblemente lo estudiaron en la escuela como un dato histórico más. Pero para un grupo de chicos y chicas no fue así. La historia estaba dentro de sus casas. Crecieron con sus protagonistas, cenaron con ellos, los vieron gritar goles los domingos o hacer los asados. Son hijos de los soldados de Malvinas.

MI VIEJO ES UN HÉROE

Ezequiel Lavayen y Anabella Bruno piensan igual cuando se trata de Malvinas. Con sus papás pasa lo mismo, los dos están orgullosos de haber ido y nunca se sintieron víctimas. “Nuestros viejos fueron a defender la Patria”, arranca Ezequiel. “Podemos nombrar a San Martín, a Belgrano y después vienen los héroes de Malvinas”, aclara el joven de treinta años que trabaja como penitenciario.

El papá de Anabella se llama Vicente José y cumple años el 2 de abril. Muchas veces fue a la escuela de su hija en el aniversario de su nacimiento para hablar de Malvinas. Cuando lo veía ahí parado al lado de la maestra sentía mucho calor. Se acuerda que le daba bronca que algunos de sus compañeros no entendieran nada, no dimensionaran lo que su papá estaba contando.

Ahora tiene 27 años, es maestra y llevó varias veces a Vicente a dar charlas a su clase. Le encanta escuchar las preguntas que le hacen sus alumnos. Le sorprendió que algunos quisieran saber cómo se siente Vicente hoy. “Él responde que tiene una familia hermosa que lo contiene”, cuenta Anabella.

Cuando el papá de Ezequiel volvió de la guerra no tenía ropa, no tenía trabajo, no tenía plata. “Tuvo la suerte de tener una familia que lo apoyó hasta que después de mucho esfuerzo pudo salir adelante”, cuenta su hijo. La historia se repite en el papá de Anabella y en muchos de los ex combatientes.

Cuando volvieron los ex combatientes se contuvieron entre ellos. A veces sólo se puede hablar de ciertas experiencias con las personas que pasaron por lo mismo. José Luis, el papá de Ezequiel, empezó a juntarse con otros veteranos 15 años después de volver de Malvinas.

Ezequiel va seguido a los asados que religiosamente organizan los compañeros de batalla de su papá. Al principio tenía miedo de invadirlos, suponía que querían estar solos, pero con el tiempo entendió que disfrutan de la presencia de los hijos. “Mi viejo busca integrar siempre Malvinas con la familia”.

“Yo lo veo más feliz a mi viejo en el Centro o hablando con cualquier ex combatiente que en mi familia, de hecho muchas veces lo hablé con el psicólogo”, dice Anabella que tiene tatuadas las islas en el hombro y sonríe “de grande cuando lo pude entender empecé a disfrutar verlo ahí. Es otra risa, otra cara, otro tipo”.

Hace tres años Anabella le dijo al presidente de la Casa del Ex Soldado Combatiente de Malvinas (CEMA) que estaba pensando en una idea: juntar a los hijos de ex combatientes. Él la puso en contacto con Ezequiel, que estaba interesado en lo mismo. No se conocían pero sus padres combatieron en la misma compañía.

“Mi idea era juntarnos para hacer algo por nuestros viejos. Era momento de que nosotros actuemos y que ellos disfruten un poco”, cuenta Anabella y en seguida Ezequiel completa, “contenerlos cuando se sienten mal, cuando vienen recuerdos que duelen.”

En esas charlas descubrieron algunas cosas en común: los padres de varios no tomaban leche desde que volvieron de las islas, tampoco les gustaban los fuegos artificiales, entonces los 24 y 31 de diciembre a las 12 nadie salía a la calle. Supieron que sus padres no eran los únicos que se sobresaltaban cuando pasaba un avión y también estaba el principio inapelable de que en el plato no se podía dejar nada, porque la comida no se tira.

“A mí me sirvió conocer otras historias. Porque tenés lo que te cuenta tu viejo de chico y no conocés otra cosa. Mi viejo se siente un héroe pero hay otros que se sienten víctimas, hemos presenciado discusiones grosas. Está bárbaro conocer otras caras de la guerra”, dice Anabella.

En 2018 Ezequiel viajará a Malvinas. Le dolió hacerse un pasaporte para ir a su país. Pero ya lo tiene y ese es el primer paso. La semana que viene van a definir la fecha para sacar los pasajes. Viajará con su papá que ya volvió a las islas en 2013 y su mayor deseo es que Anabella y Vicente los acompañen.

“No sé si mi papá se la bancará, pero quiero dormir en el Monte Logdon y cagarme de frío como él”, dice Ezequiel. Anabella quiere ir para ubicarse, para entender los garabatos de las islas y el continente, el mar y los barcos que su papá dibuja en cualquier hoja que tiene a mano cuando le cuenta cosas de la guerra.

ORGANIZARSE PARA TRASCENDER

Julieta Terminiello tiene 27 años y ya no recuerda cuándo supo que su papá había peleado en una guerra. “Es de esas cosas que pareciera que nacés sabiendo”, dice y se ve en primer grado levantando la mano y diciéndole a la maestra que su papá era un ex combatiente de Malvinas. Cuando iba a la escuela a dar charlas, además de orgullo sentía satisfacción de escucharlo contar, “porque cuando era chica no hablaba mucho del tema en mi casa y era el momento en el que yo lo escuchaba más”.

En cambio, Martín Carrizo dice que todavía no le termina de caer la ficha: “Es muy difícil entender que alguien combatió en una guerra y está acá contándolo. La guerra te esconde tantas cosas que nunca vas a saber verdaderamente lo que es un ex combatiente de Malvinas, lo podés interpretar y elegir la verdad que más te guste escuchar”, dice el joven de 29 años y advierte “nuestros padres son miembros del Centro de Ex Combatientes CECIM La Plata y tienen una visión política de lo que es la cuestión Malvinas, eso es fundamental para nosotros”.

Julieta y Martín son parte del grupo de hijos del CECIM, aunque su objetivo es trascender esa identidad heredada. En el 2014 viajaron a Malvinas con sus papás Fernando Terminiello y Rodolfo Carrizo, en total fueron dieciocho: once hijos y siete ex combatientes. Julieta explica que el viaje la ayudó a poner en sentido todo lo que le contaron sobre Malvinas. Cuando volvió se trajo con ella la necesidad de hacer algo.

Martín aclara que cuando estuvieron en las islas no escucharon relatos de actos heroicos. “Mi papá me dijo: tuve mucho miedo”, el joven comunicador audiovisual cuenta que cuando vio el campo de batalla, sin entender nada de ejercicios militares, reconoció lo siniestro: “Los pusieron en un lugar dónde no había salida, eso es Malvinas”.

Julieta sabe que heredó la cuestión Malvinas de su papá, pero después la asumió por convicción. “Lo que importa es lo que hacés en tu vida diaria”, dice la joven docente e investigadora. “A mí siempre me llamó la atención lo que han hecho nuestros padres con eso que les pasó”, confiesa.

“Me importa entender por qué murieron 649 personas, quién los mandó y contra quién combatían”, dice Martín, y hace una pausa para que el peso de sus palabras cobren sentido, “no podemos entender la cuestión Malvinas si no hablamos de recursos naturales, de la proyección antártica, del agua”.

“Mi viejo se siente un héroe, pero hay otros que se sienten víctimas”

Anabella Bruno
27 años

 

El orgullo que ella puede sentir por su papá lo puede sentir cualquier hijo por su padre, así piensa Julieta. Lo importante es la conciencia de hacer algo con lo que pasó y eso no es excluyente, cualquiera puede tomar la posta, no hace falta ser un familiar. “Uno no puede ignorar su propia biografía porque eso es lo que te motivó en algún momento, pero nuestra idea es abrir, invitar, hacer tomar conciencia. A veces eso de ser hijo te habilita para que te den la palabra, nada más”, aclara la joven socióloga.

Porque quisieron trascender formaron el Instituto Malvinas. Investigaciones, Desarrollos, Transferencias e Innovaciones Productivas en Políticas Soberanas, que funciona en la Facultad de Ingeniería. “Encontramos ahí la posibilidad de darle herramientas a un montón de futuros estudiantes. Quizá alguno sea presidente o gobernador el día de mañana”, dice Martín. Además, hace cuatro años que tienen el programa “Malvinas, Memoria, Presente y Futuro” en Radio Universidad.

MI PAPÁ FUE A LA GUERRA

Luján Borzi tiene 22 años y es la única hija de Alfredo, ex combatiente de Malvinas. Ella no pertenece a ningún grupo de hijos pero su papá hace cinco años que va al CEMA.

Cuando era chica él le contaba su experiencia de combatiente como un cuento. A los 10 años fueron a una exposición de arte que tenía una instalación de Malvinas, con unas cruces colgadas. El lugar, según recuerda Luján, era turbio y oscuro. “Vi que a mi papá le chocó y se puso mal”, revive. Fue en ese momento que hizo un clic interno y empezó a intuir lo que significaba que su papá hubiera vivido una guerra.

Cuando él le contó que escuchaba el sonido del disparo en la noche helada y no sabían dónde iba a caer la bomba sintió escalofríos. “Sé por las cosas que me cuenta, que desde antes de la guerra era muy independiente y seguro. Pero creo que conocer el miedo de verdad lo hizo más valiente todavía”, analiza Luján. Ella sabe que su papá en Malvinas muchas veces puso en riesgo su propia vida para ayudar a otros. Eso, dice, la marcó como hija.

Luján está segura que la guerra le dejó cicatrices. Que todavía cuando duerme sueña y que esos recuerdos están todo el tiempo ahí, acechando. “Por más que él te lo cuente durante el día y esté todo bien, para mí es algo que piensa todos los días”.

Luján junto a su mamá tratan de acompañarlo en todo lo que hace. En junio, por ejemplo, lo nombraron Ciudadano Ilustre de la Provincia de Buenos Aires y hace poco lo invitaron a un homenaje en la cancha de Estudiantes, ellas estuvieron siempre ahí. “Capaz que todos los hijos dicen lo mismo de su papá, pero para mí es un ejemplo a seguir por la fortaleza que tiene todos los días”.

Cuando era chica llevaba orgullosa las medallas de su papá al colegio, hoy estudia diseño en comunicación visual y elige Malvinas como tema para sus trabajos de investigación o para los proyectos de diseño.

PUNTO DE ENCUENTRO

No todos los hijos de ex combatientes de Malvinas de La Plata se conocen. Algunos están organizados, tienen miradas políticas sobre la experiencia de sus padres, otros sienten una responsabilidad especial. Muchos participan de las actividades que se hacen en el CEMA o en el CECIM, los dos centros más grandes de la ciudad, y muchos otros tienen padres que no hablan de la guerra y lo viven con más distancia.

Ezequiel, Anabella, Julieta, Martín y Luján, todos los primeros de abril van a la vigilia en Plaza Malvinas. Empieza con la caída del sol y un guiso de lentejas gigante. La gente llega de a poco, no sólo los protagonistas directos, también se acercan los platenses que sienten que tienen que estar ahí para rendir homenaje, para acompañar. Unos minutos antes de la medianoche un coro canta el Himno. Al final los ex combatientes prenden una antorcha frente a la foto de cada compañero caído. Alrededor de ellos, en el silencio solemne de la noche, está su familia.

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Ezequiel Labayen y Anabella Bruno forman parte del grupo de hijos del C.E.MA

Julieta Terminello y Martín Carrizo forman parte del grupo de hijos del CECIM

Luján Borzi con su papá Alfredo, ex combatiente del Regimiento 7

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