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Sueños de los “bochos” de la Región

Cinthia, Oriana y Martín son los ganadores del programa Abanderados 2016 que llevó adelante la provincia de Buenos Aires para premiar el esfuerzo y mérito de los alumnos. Son abanderados y mejores promedios de La Plata, Berisso y Ensenada. ¿Qué hacen ahora? ¿Con qué sueñan?¿Cómo llegaron a este logro los más inteligentes de la región?

Sueños de los “bochos” de la Región

La gobernadora María Eugenia Vidal con algunos de los mejores promedios de la provincia, incluida Cinthia Guardo

Por ROSARIO MARINA

18 de Marzo de 2017 | 01:55
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Cinthia, Oriana y Martín son inteligentes. De eso no hay duda. Lo saben sus profesores, sus familias y compañeros. Pero también son los mejores promedios de La Plata, Berisso y Ensenada y los ganadores, en sus distritos, del programa Abanderados 2016, con el que la provincia de Buenos Aires premió a los alumnos del último año de secundaria que llevaran la bandera en sus escuelas, y que quisieran armar un proyecto comunitario. Probablemente, futuros cerebros de la física, la informática y la química en la región.

Oriana será licenciada en Informática

Oriana Arévalo sonríe cuando habla de la admiración que tiene por su novio que estudia todo el día, de sus clases en la universidad, de su logro como abanderada y mejor promedio de Berisso. El promedio de sexto año de Oriana fue de 9,93.

Un día, el director de la Escuela Secundaria Básica Nº 2, la llamó a la oficina, le dijo que su nota era la mejor de todo Berisso y le explicó que tenía que hacer un proyecto comunitario para un programa en el que competían los abanderados de toda la provincia.

Cuando lo ganó, supo que debía ir a la Gobernación, pero no le dijeron a qué. Entonces se puso a estudiar. Temía que la gobernadora le tomara el proyecto. Pero se relajó cuando su director le dijo que no creía que eso sucediera. Cuando llegó al edificio de calle 6, todos los mejores promedios de la provincia estaban leyendo cada uno, bien atentos, sus proyectos. Nadie, ni siquiera los que venían de lejos, de Mar del Plata, de Carmen de Patagones o de Chivilcoy tenía muy en claro a qué había ido.

En diciembre, en el marco del programa Abanderados 2016, el gobierno bonaerense entregó medallas y un reconocimiento a 137 estudiantes secundarios bonaerenses por su entrega y esfuerzo durante la trayectoria escolar. El acto, que se hizo en el salón de usos múltiples de Casa de Gobierno, estuvo encabezado por la gobernadora María Eugenia Vidal; el ministro de Trabajo, Marcelo Villegas; el ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro y la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley. Muy pocos alumnos sabían quiénes eran los que rodeaban a Vidal en ese escenario.

Después de esperar al rayo del sol, en un diciembre bastante cálido, el presentador dijo: le damos la bienvenida a la gobernadora. “Vidal dio un discurso. Dijo que este año era la primera vez que se hacía el proyecto Abanderados, que era para premiar al esfuerzo, el mérito. Yo me sentía re orgullosa de mí. Había una chica que la detestaba”, se ríe Oriana.

Después del discurso llamaron a algunos alumnos de cada región. Cinthia Guardo, de La Plata, se subió al escenario entre otros diez chicos, recibió la medalla con el diploma y se sacó una foto con todos.

Los 137 alumnos que ganaron el programa, que estaban en ese acto, representan a cada uno de los 135 municipios de la provincia y 3 al partido de la Matanza. A todos ellos los evaluó un jurado formado por el ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro; la jefa de gabinete de la Subsecretaria de Educación, Nancy Sorfo; el subsecretario de Empleo, Juan Pablo Fernández Funes; la Presidenta de Fundación Banco Provincia, María Figueras; el gerente general de Administración de ARBA, Luis Colmegna; el referente social de Identidad Vecinal, Lalo Creus; y el Presidente de Daia, Ariel Cohen Sabán.

De los 137 se eligieron a 25 para hacer una pasantía en el Estado durante un año. “Me gustaría ganarlo para saber que lo gané. Pero a la vez no quiero enfocarme tanto en el trabajo. El estudio lleva mucho tiempo. Mi novio estudia informática, está en tercero, y está todo el día estudiando”, cuenta Oriana, que durante el año pasado hizo el pre ingreso de informática, rindió el 2 de diciembre y aprobó las tres materias con notas ocho y nueve.

Una de esas era matemática. Como en la escuela no le habían enseñado muchos contenidos porque durante un año no tuvieron docente, miró videos de internet y le insistió a su profesor de sexto que la ayude. Así aprobó. Pero, de todos modos, en febrero hizo también el ingreso de matemática, para que le quede todo bien claro.

Cuando Oriana tenía tres años les pedía a sus papás que le hicieran cuentas. Ellos escribían en una hoja los números y la pequeña sumaba. En la primaria fue abanderada, en la secundaria también. Quería ser profesora de matemática hasta que conoció a Franco, su novio, que estudia Informática. Vio sus apuntes, los ejercicios, las materias, y se fascinó. Igual, no le interesa la computadora. Sino, por ejemplo, los cálculos que se hacen para que una PC se conecte a una impresora.

Su sueño es viajar, trabajar en una empresa y también dar clases. Aprender más idiomas, alemán por ejemplo. Cuando mira series como TheWalkingDead o Game of Thrones pone los subtítulos en inglés para practicar.

Durante seis años estudió ese idioma. Por eso, empezó a dar clases particulares. Le gusta organizar los contenidos, pensar en cómo es más fácil de entender, buscar ejercicios en internet para sus alumnos, ofrecerles ayuda por Whatsapp o chat de Facebook. Se nota en sus ojos la alegría cuando una alumna aprueba.

Su lugar predilecto de concentración es la pieza. El horario: la noche. Muchas veces terminó trabajos de la escuela a la madrugada, durmió una hora y fue a clases temprano. Intentaba siempre hacer las tareas con anticipación, pero le llegaba el último día y no tenía nada hecho. Así, igual, sacó puros nueves y dieces.

Ahora, en el ingreso a la facultad estudió con compañeros. La herramienta más efectiva, además de juntarse, admite, fueron los audios de Whatsapp. Despejaban dudas cuando cada uno volvía a su casa.

En el aula de la escuela se sentaba al fondo con sus amigas. Eran sólo 15. Nadie la cargaba por su inteligencia. Al contrario. Ella prestaba las hojas y ayudaba a los que no entendían. Sus compañeros la felicitaron por ser el mejor promedio de todo Berisso. En diciembre y febrero regaló sus carpetas para que otros puedan rendir bien las materias que se llevaron.

Cinthia será Física Médica

Cinthia Guardo sale en una foto al lado de la gobernadora. Pero a ella no le importa mucho eso. En realidad, está un poco enojada con ser el mejor promedio de La Plata. No puede creer que un 8,88 –su promedio del último año de la Escuela de Educación Secundaria Nº 74- sea a lo que sus compañeros de toda la ciudad pueden llegar.

Si le preguntan qué le hace sentir ser la que tiene el mejor promedio de La Plata, uno de los mejores 137 de la provincia, lo primero que dice Cinthia Guardo es: “un poco mal”. Y entonces explica: “Porque podríamos esforzarnos más en la educación. Yo sé que tengo bajo promedio porque soy una persona muy vaga. Me da la cabeza para hacer las cosas, pero soy muy vaga”.

Cinthia nunca, jamás, estudió en su casa. Tampoco hizo tarea ahí, en esa mesa de un hogar en 154 entre 57 y 58 donde vive con su padre y la familia de él. La entrada de ese hogar está custodiada por un perro enorme que ladra a cualquiera que se acerque. Pero cuando ella sale a la calle de tierra, él se calma.

En su casa Cinthia viste una remera negra, larga, con la cara de Gustavo Cerati. Aunque admite que nunca fue a verlo. En cambio, sí fue a recitales de Rata Blanca y de Iron Maiden. En el aula no habló mucho del tema. Siempre se sentó adelante porque, dice –y se ampara en sus anteojos- no ve. En el último año de la secundaria hizo un amigo y con él compartía las tareas, se explicaban mutuamente lo que no entendían.

El sueño de Cinthia es irse a vivir a Comodoro Rivadavia. Porque le hablaron muy bien de ese lugar. Una ciudad tranquila al sur del país, con frío y viento. Ahí quiere ser Física Médica. “Me gustaría trabajar en un hospital o clínica. Hay muy pocos físicos médicos. De acá en la facultad se recibieron veinte. Son cinco años. Los primeros tres son de física y los otros dos de medicina. Es un conjunto de las dos cosas”. Cinthia tiene claro lo que quiere.

Su colegio tenía orientación en música. Y cuando ganó el programa, su directora dijo que Cinthia era multi-instrumentista. Eso, a ella, le molestó. “Sé sólo lo básico de piano y guitarra”, insiste. Y cuenta que, sobre todo, toca el bajo. Pero nunca en una banda, sólo en la escuela.

Un día la llamaron a Dirección. No era para retarla. A ella y a otra chica, los promedios más altos de la escuela, las abanderadas de las banderas nacional y provincial, les propusieron participar de un programa. Ellas no entendieron mucho, sólo sabían que debían armar un proyecto cada una. Un proyecto comunitario.

“Como la escuela que voy es con orientación en música, se me ocurrió hacer talleres para la comunidad. Que los que quieran puedan ir a aprender a tocar algún instrumento, y otros que los enseñen”, dice.

A Cinthia le gusta aprender. Pero muchas veces se aburrió en la escuela. Ella terminaba la tarea de la clase y ya no tenía nada que hacer. Sus compañeros seguían con los ojos pegados a la hoja y sus cerebros echando humo. Y ella se ponía a hacer tarea asignada para la casa. En el aula eran sólo 14 alumnos.

El mejor profesor que tuvo fue el de física de quinto año. “Porque te enseñaba de una manera que entendías. Te mostraba cómo se hacían las cosas. Llevaba cables. Hacía las clases con humor, para que uno aprendiera mientras se entretenía. Y esas cosas a una le quedan”, cree Cinthia

Aunque se haya decidido por Física Médica, no tiene una sola materia preferida entre las que hizo en el colegio. Nombra física, música, inglés, matemática. Por eso no le fue fácil decidir qué estudiar en la universidad. Cuando era chica le gustaba mucho la biología. Su primer recuerdo de aprendizaje es con un libro lleno de dibujos de animales. Inglés le gustaba porque le era fácil. Pero cuando encontró la física en quinto año, se embelesó.

Porque sí, por amor al arte, leyó novelas de autores de los más variados: Stephen King, Gabriel García Márquez, y hasta enciclopedias. “Me gustan mucho las enciclopedias. Dice mi mamá que me la pasaba leyendo enciclopedias y diccionarios”.

El mejor profesor que tuvo fue el de física de quinto año. “Porque te enseñaba de una manera que entendías. No te explicaba todo a lo tosco. Llevaba tizas de colores. Te mostraba cómo se hacían las cosas. Llevaba cables. Hacía las clases con humor, para que uno aprendiera mientras se entretenía. Y esas cosas a una le quedan”, cree Cinthia.

Martín será Químico

El proyecto con el que Martín de Dominicis se convirtió en el ganador de Ensenada consistía en potabilizar el agua de su ciudad con rayos ultravioleta. “Se pasa a través del filtro de rayos ultravioleta metales pesados y bacterias en aguas superficiales”, cuenta Martín, muy tranquilo, como si hablara de cómo ponerle la yerba al mate para que no se lave.

Es un joven de pocas palabras. Pero tiene las cosas claras. En el colegio le gustaba la química orgánica, la inorgánica y la analítica. Por eso ahora estudia Licenciatura en Química en la UNLP. Su sueño es ser analizador en una empresa o laboratorio.

Por haber ganado el programa, Martín competía con otros 136 chicos y chicas de toda la provincia para lograr un lugar en el Estado. Lo cierto es que se trataba de una “pasantía” en un área administrativa que durará un año en alguno de estos organismos: ARBA, Banco Provincia, Ministerio de Trabajo y Dirección General de Cultura y Educación.

A él tampoco le interesaba mucho conocer a Vidal, y no quería trabajar en el Estado. Tal vez porque no le atraía ser empleado administrativo de Arba a los 18 años. Prefiere, de eso está seguro, concentrarse en la carrera. Su promedio del último año fue de 8.57 y, claro, fue abanderado de la Bandera Nacional.

Se enteró del programa también, por los directivos de su escuela, la Técnica 2 de Ensenada. La escuela es doble turno. Por eso no podía hacer nada más durante el día. Martín estudiaba en su casa que está yendo para Punta Lara, cerca del Club Cambaceres, donde vive con sus papás, un hombre y una mujer felices de que su hijo sea uno de los mejores promedios de la provincia.

Martín, Oriana y Cinthia no se conocen. Y para llegar donde llegaron hicieron caminos bien distintos. Unos se sentaron adelante solos, otros en el fondo con amigos. Unos estudiaron en la habitación de noche, otros en la escuela durante las horas libres. Unos se especializaron en música, otros en ciencias. Lo cierto: no hay recetas para ser el mejor.

 

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