No jugó bien, pero metió cuarta y es pura alegría

Gimnasia sigue sumando elementos para confiar en su potencial y tratar, desde la tranquilidad que dan los buenos resultados, de crecer (y mejorar) como equipo. El Lobo no hizo un buen partido ante Sarmiento, es más, por momentos fue superado en el trámite por su rival, pero se anotó la cuarta victoria al hilo. Así, se sigue generando un ambiente positivo alrededor del equipo, que sigue escalando en la tabla de posiciones y se ilusiona con volver a incursionar en el plano internacional en 2018, si la clasificación final así lo determina.

¿Cuál sería la gran trampa para Gimnasia? No revisar los defectos -que fueron muchos- futbolísticos, tácticos y técnicos, para crecer como equipo y ganar sin necesidad de sufrir tanto. Los primeros que deben saber que no siempre estará Alexis Martín Arias para salvar las papas cuando la historia se complica, son los propios protagonistas, encabezados por su entrenador, Gustavo Alfaro, que supo dotar de muchas cosas positivas a este conjunto, pero que tendrá que afianzar tantas otras para que se vea un equipo que genere un convencimiento. Ganó, sumó de a tres por cuarta vez consecutiva y la felicidad se adueña por estas horas de todo el triperío, pero el árbol no debe tapar el Bosque. El Lobo puede y debe dar mucho más.

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Lisa y llanamente porque cuando el marcador estaba en blanco, Sarmiento tuvo chances clarísimas para ponerse por delante en el marcador. El equipo mens sana sigue sin dar pie con bola en materia defensiva. Los visitantes dejaron al desnudo muchas filtraciones en el esquema defensivo albiazul, al tiempo que supieron sacar provecho de determinadas carencias en la zona de contención del dueño de casa.

El ancho de la cancha se hizo más grande que nunca para Fabián Rinaudo, ya que no tuvo auxilio a sus costados para marcar posición. Faravelli, en lugar de jugar en paralelo, repartiéndose la franja media, se desempeñó por delante de Fito, por lo que a sus espaldas Sarmiento encontró huecos propicios para producir juego. Los de Junín, también, trabajaron a espaldas de los volantes exteriores del Lobo, por lo que el dibujo 4-2-3-1 quedó roto en más de una ocasión, ante la búsqueda permanente del juego por bandas del conjunto de Quiroz.

LE COSTO MUCHO MANEJAR LA PELOTA

El gran problema tripero fue que le costó horrores manejar la pelota. La falta de socios para Brahian Alemán (la cuestión se subsanó recién en el complemento con la entrada de Lobos) dejó al equipo huérfano de triangulación, las asociaciones brillaron por su ausencia y la tentación del pelotazo fue ganando terreno en la escena de la tórrida tarde del Bosque.

Una de las primeras veces en que Gimnasia se propuso presionar, poner el balón al suelo y aprovechar el desmarque de sus puntas, llegó el gol que determinaría, un buen rato después, la victoria mens sana. Faravelli fue preciso, Mazzola se movió bien en diagonal y definió el costado opuesto. Fue un tiro esquinado y preciso, el que terminó besando las redes del arco que da espaldas al Bosque.

LOBOS TIENE OTRO CHIP

En este fútbol argentino robotizado, donde ante la menor duda los jugadores se sacan la pelota de encima sin ponerse colorados, vaya un párrafo aparte para Lucas Lobos. A Gimnasia le costaba sostener la posesión y Sarmiento se le venía peligrosamente en el primer cuarto de hora del complemento.

Todo cambió cuando el “10” tripero entró al campo de juego. Para marcar presencia, en la primera pelota que tocó, decidió tirar un sombrero sobre un marcador atolondrado, que venía con todas las ganas de llevárselo puesto. Fue otro ejemplo de que el talento siempre estará por encima del nervio. Por más que se entrene el músculo, la magia entrega soluciones para dejar en ridículo hasta al más atlético.

Lobos puso la pelota al piso, hizo la pausa justa y hasta se animó a disparar de media distancia con bastante precisión. El enganche oriundo de Olmos fue un partícipe necesario de la victoria tripera. Sin su entrada, hubiera corrido aún más riesgo del que de todos modos corrió el triunfo de los de Alfaro. No solo porque jugó e hizo jugar, también porque al poner la pelota debajo de la suela, le dio respiro a sus compañeros, que se veían asediados por un rival que luchaba por vender cara la derrota.

En los minutos finales, Gimnasia se volvió a replegar -mal recurrente del ciclo Alfaro- y le dio a su adversario el mejor contexto para ir por el empate: pelota, terreno y, como consecuencia lógica de ello, infinidad de acciones a balón detenido.

La solidez de los defensores en el juego aéreo y la implacable tarea de Martín Arias debajo de los tres palos y saliendo a cortar, consolidaron una victoria que estuvo en riesgo hasta los minutos finales del partido. A todo esto, el equipo hacía rato que se había quedado sin chispa arriba.

El pitazo final tuvo tintes de desahogo. El Lobo, sin jugar bien, se quedó con el triunfo, el cuarto al hilo, para soñar con terminar lo más arriba posible. De ahora en más, con la tranquilidad que sólo dan los triunfos, Alfaro tendrá que trabajar para crecer.