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Norte |LA “CASA DEL NIÑO ARCO IRIS”

Un lugar lleno de colores y esperanza

Un lugar lleno de colores y esperanza
21 de Abril de 2017 | 06:39
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Oficialmente se llama “Asociación de Apoyo Familiar Villa Elisa”, pero en el barrio todos la conocen como la “Casa del Niño Encuentro Arco Iris”. Aunque los vecinos la llaman “la casita”. Está ubicada en 423 entre 12 y 13 y le dicen así porque así lo sienten los vecinos de este humilde barrio, ya que es el lugar donde los chicos reciben todo tipo de apoyo y contención, dentro de una zona donde la violencia intrafamiliar y la falta de recursos es moneda corriente.

Para darle pelea a esas problemáticas sociales están los que ponen el hombro todos los días para que los niños del barrio sepan que hay un futuro que vale la pena. Y también para que no les falte nada. Como en todos los proyectos de este tipo, los chicos van a la “casita” a contraturno de la escuela. Los del turno mañana reciben desayuno y almuerzo, mientras que los del turno tarde el almuerzo y la merienda. Son 117 los pibes que allí comen, aunque son poco más de la mitad los que realizas las actividades.

Anabel hace 10 años que trabaja en la “Casa del Niño Encuentro Arco Iris” y por eso es palabra autorizada para hacer una radiografía del lugar y la situación. Los subsidios son los que mantienen en pie el lugar pero la crisis golpea a todos y quien más lo sufren son los sectores más vulnerables.

“Acá deberían venir chicos de 1 a 13 años, que sería la edad en que deberíamos darle un diploma diciéndoles ´el mundo los espera´. Pero no es así, la realidad es otra porque no es la mejor edad para dejarlos solos. Fuimos incorporando que se puedan seguir quedando y tenemos chicos hasta los 18. Fuimos siendo más flexibles por una cuestión de necesidad. No se le puede decir al chico que se los expulsa de la casita. Estiramos la activad formalmente hasta los 15 y la comida hasta los 18”, cuenta Anabel sobre los cambios que tuvieron que hacer sobre la marcha.

También hay una realidad que golpea a los vecinos de ese barrio: “Hace pocos años la mayoría de las familias estaban trabajando, quizás como cooperativistas o en negro, pero trabajaban. Con la disolución de las cooperativas la mitad está sin trabajo y muchos están boyando. Bajó mucho el trabajo de changas y eso complica a las familias. Por eso ahí tenemos que estar nosotros para darles apoyo”. Y agrega que “el barrio mejoró mucho en los últimos años. Las familias progresaron pero ahora se nota que la cosa no está bien. Y un ejemplo de eso es que el año pasado comían fijos 70 chicos, y ahora tengo más de 110”.

El objetivo principal de todos los que allí trabajan (también hay consultorio jurídico, psicológico y de apoyo escolar) es contener, estimular y alimentar a los chicos. Después brindan todo lo que necesiten porque “generamos un vínculo con la familia y las cosas que se sostienen las hacemos desde ahí. Hacemos talleres de oficios, escuchamos a las familias y tratamos de resignificar”, cuenta Anabel, quien además destaca el trabajo que hacen con el ropero comunitario, que lo sacan a la puerta de la “casita”.

“Hace 10 años la comisión directiva eran señoras históricas de la casita. Pero en un momento la presidenta nos dijo que si queríamos seguir teniendo trabajo nos teníamos que hacer cargo de la comisión. Ahí fue cuando los mismos empleados nos convertimos en empleadores. Lo bueno que tiene es que nos autoexplotamos”, cuenta Anabel

“Funciona, medio con vergüenza pero camina. Las zapatillas de los nenes no las tenemos afuera, pero las mamás vienen con las zapatillas que les quedan chicas a los chicos y se llevan otras, y eso lo generaron ellas mismas. Nadie les dijo que hagan un intercambio, se fue dando porque saben que acá todos necesitan lo mismo”, sostiene y agrega: “Ahora la ropa que no usan la vuelven a traer. Esa es la idea de esto. Apuntar a otro tipo de economía, no todo se vende y se compra. Hay ropa que trae la gente y cada uno se lleva lo que necesita”.

Ahora están lanzando una campaña de socios para que les den una mano porque, según reconocen, “la plata que recibimos no nos alcanza”. Aunque también esperan recibir ayuda de gente que haga su aporte en la institución ya que tuvieron que cerrar el turno de las actividades de la tarde por falta de personal.

Anabel, que es mamá de 3 chicos, es una de las tantas que deja la vida por esta Casa del Niño de Villa Elisa. Pero también es una de las tantas que no baja los brazos en la búsqueda de llevarle esperanza a los pibes que más lo necesitan. Y lo hace desde un lugar en el que, como el Arco iris, le pone color a la vida.

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