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Ser simpático en el trabajo puede ser perjudicial para la carrera

Ser simpático en el trabajo puede ser perjudicial para la carrera
25 de Abril de 2017 | 16:26

 

Ser simpático en el trabajo tiene sus ventajas. Si uno les cae bien a los colegas, por lo general tendrá con quién almorzar a mediodía o, al entrar en la cocina para prepararse un café, tendrá una charla amena con alguna otra persona. Es más, a veces los compañeros le traerán algo dulce o alguna atención para compartir en la oficina. 

Pero el asunto no termina allí. Por supuesto que llevarse bien con los demás hace que el día sea mucho más agradable, que impere buen ánimo en el turno de trabajo y que, si uno de pronto está en aprietos, los demás quizás lo cubran. Hasta puede ser que lo que uno hace a nivel laboral sea más aceptado que lo que hacen otras personas menos "entradoras".

Todo parece perfecto, pero no siempre lo es. A veces, esas relaciones cuasi de amistad pueden llegar a dañar la carrera.

Por supuesto, una cosa es ser amable y otra hacerse el simpático. La amabilidad debe ser una cualidad básica en el trato en toda oficina. Uno puede ser amable ofreciéndose a hacer una tarea que los demás no quieren asumir o ayudando a un colega que está sobrecargado en horas de trabajo. También puede tener una respuesta educada aunque se hagan críticas muy fuertes y duras.

En cambio, intentar ser simpático a toda costa suele derivar en casos de personas que dicen a todo que sí. Eso puede llevar a que los demás se aprovechen de uno. Si uno dice a todo que sí, terminará haciendo todo lo que le dicen los demás, se verá tapado de tareas y la frustración no demorará en llegar.

El colapso puede estar a la vuelta de la esquina, sobre todo porque las personas que dicen a todo que sí no suelen tener una buena imagen en los equipos, como si no se los tomara en serio.

O sea que, al fin de cuentas, no reciben el reconocimiento que querrían. Las tareas que no quieren hacer los demás suelen ser cosas que llevan mucho tiempo pero que no sirven para avanzar dentro de la empresa. El "simpático" se la pasa trabajando pero nadie ve lo que hace, pasa a ser alguien invisible. A lo sumo, lo tildarán de "hormiguita laboriosa".

Cambiar el comportamiento no es sencillo, porque muchas veces es una cuestión vinculada a la educación. A los niños suele premiárselos por ser simpáticos y amables, pero en la vida laboral la recompensa suele no aparecer.

Hay indicios de que uno puede estar yendo por el mal camino. Por ejemplo, si no le preguntan su opinión como a los demás y si usted tampoco la expresa sin que le pregunten, algo anda mal. También lo notará si se ofrecen cursos de perfeccionamiento, ascensos o distribución de proyectos interesantes y a usted no lo contemplan. 

Si las cuestiones de interés le pasan por un costado, mejor haga un alto y piense qué cambiar.

Lo primero es revisar los preceptos. Muchos creen que por ser amables serán recompensados cuando en realidad no será así. Luego hay que pensar: ¿Qué quiero y qué necesito?

El próximo paso es, por supueseto, cuando tenga que tomar una decisión, no reaccione diciendo que sí sin pensarlo. Puede responder "déjame ver si puedo" y tomarse el tiempo para evaluar la situación. Eso es mucho mejor que decir que sí y luego, al día siguiente, pensar "para qué acepté esto".

Puede ser sumamente útil comenzar a practicar el "no" en un círculo familiar o privado. 

Un lugar en el que se puede ejercitar es, por ejemplo, cuando se trata de definir los programas de fin de semana en familia o con los amigos. Allí uno puede decir qué le gustaría, en lugar de adaptarse y decir a todo que sí. De ese modo, se pueden ir probando modos de establecer límites y de expresar lo que uno quiere.

Uno también les puede preguntar luego a sus amigos si han notado un cambio.

Lo que hay que tener en cuenta es, ante todo, que si uno va a ofrecer resistencia o a decir que no en una discusión, debe hacerlo con tacto, sobre todo si hasta ese momento siempre solía decir que sí. Es muy común que quien solía aceptar todo suene un poco duro cuando comienza a decir que no, por eso es importante "monitorearse" y no pasar de un extremo a otro.

Al decir que no, será de gran ayuda explicar por qué. De ese modo, no se generará la impresión de que uno está ofendido o enojado. 

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