Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar

El ocaso del pudor y la intimidad

El ocaso del pudor y la intimidad
21 de Mayo de 2017 | 08:32
Edición impresa

Cada día aparece una nueva escucha. Nos enteramos de lo que un político le dijo a otro u opinó de un tercero. Oímos la conversación entre un personaje público y su amante. O cómo un dirigente de fútbol gestionó árbitros, suspensiones y fechas para su club en contra un adversario. Espiamos a un pacto de corrupción entre algún gobernante y algún empresario. Nos enteramos, palabra por palabra, de la trifulca entre una pareja de famosos. Pero no es todo. En las redes sociales, y sin necesidad de que nadie los presione o los coaccione, personas comunes confiesan sus actos mínimos y cotidianos. Con quién están, dónde comen, de qué manera amanecen, cómo se bañan. Vemos a su perro, su gato, su tortuga, su canario (generalmente obligados a posar para la ocasión), sus hijos, sus nietos, sus sobrinos, sus adquisiciones. Y si hubiera algo que, eso igual queda registrado a través de sus celulares y de las mismas redes y buscadores que, valiéndose de algoritmos (una secuencia de operaciones matemáticas), detectan segundo a segundo el lugar en que se encuentran, la actividad que realizan, con quién se comunican, que páginas y temas buscan en internet, en qué colectivo tren o subte viajan y hacia dónde se dirigen.

La privacidad nació con la modernidad en el siglo XVII y parece morir en el siglo XXI. La modernidad fue el fruto de un proceso de rupturas de viejos paradigmas de la edad media que comenzaron a cuestionarse a partir del Renacimiento, en el siglo XV. El hombre pasó a estar en el centro del universo, y la luz de la razón se extendió sobre la ciencia, la filosofía, el arte, las relaciones humanas, de ahí que esa etapa (especialmente entre el siglo XVII y XVIII) se conozca como Iluminismo. Una era en la que nacieron el Estado-Nación como hoy lo conocemos, la República, la democracia. Explotó la Revolución Industrial, se extendieron las ciudades y con ellas el cosmopolitismo. Y nació la idea de individuo y con él las de libertad, de introspección y de lo humano autónomo, es decir del Hombre como responsable de su destino. Con el Hombre como epicentro del mundo floreció una noción hasta entonces desconocida. La de derechos humanos. Ahí están la Revolución Francesa de 1789 con su apelación a la Libertad, Igualdad y Fraternidad. O la declaración de la Independencia estadounidense afirmando que entre los derechos inalienables de las personas están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

EL PUDOR Y LA VERGuENZA

La consagración de la individualidad trajo aparejadas las concepciones de privacidad e intimidad. La primera se fortalece con leyes que determinan y protegen los espacios propios de cada persona. La segunda es un proceso psicológico por el cual el individuo se piensa a sí mismo, reflexiona sobre sus sentimientos, sus emociones, sus necesidades, su ser y construye un espacio interior en el que anidan sus sueños, sus deseos, sus recuerdos, los productos de su imaginación. Un espacio sagrado que nadie debe violar y que cada persona comparte bajo propia voluntad solo con aquellos que elige y ama. Ese espacio se resguarda con el sentimiento llamado pudor, y cuando es violado provoca vergüenza. La privacidad delimita nuestros territorios físicos y también otros que remiten a derechos. Marca fronteras necesarias para la convivencia. Establece los límites dentro de los cuales se ejerce la libertad. En la intimidad, a su vez, la libertad puede expresarse de distintas maneras, siempre que no afecten a la intimidad de otros.

Estas dos extraordinarias conquistas de la modernidad, que enriquecieron la dimensión humana, parecen agonizar hoy, al compás de la divulgación de tecnologías de conexión usadas con poco respeto por la privacidad y ninguno por la intimidad. El uso abusivo e irresponsable, y guiado por una ética dudosa, de esta tecnología al servicio de operaciones políticas, mediáticas, comerciales o chismográficas es de por sí un síntoma del estado moral de la sociedad. Pero no es menos preocupante el renunciamiento al resguardo de la propia intimidad, que tantas personas demuestran a través de la incontinencia conque la exponen a través de los canales que estas tecnologías habilitan.

En el libro “Vigilancia liquida”, que reproduce la extensa conversación que sostuvo acerca del tema con el profesor David Lyon de la británica Queen´s University, el pensador y sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017), señala que en este tiempo se perdió la valentía y la voluntad de defender derechos elementales como los de la privacidad y la intimidad. “No nos asusta tanto la posibilidad de traición o violación de nuestra privacidad, como lo contrario: que no existan vías de conocimiento de la misma”. Parece que no disfrutamos de tener intimidad, dice Bauman. En efecto, nos interesa hacer trascender de nosotros aquellos secretos que pueden alimentar nuestro ego, atraer la atención de los conductores de programas de chimentos, darnos cinco segundos de efímera notoriedad en algún noticiero o proporcionarnos gran visibilidad entre las legiones de mirones de las redes sociales.

El pensador alemán de origen coreano Byung-Chul Han aborda esta cuestión en su ensayo “La sociedad de la transparencia”. En este caso transparencia se refiere a falta total de cuerpo, de volumen, de matices, de misterio, de entidad. Algo es transparente cuando se alisa y allana, dice. El tiempo y los hechos en esta transparencia carecen de destino, de profundidad, de sentido. Todo se iguala, todo está a la vista, todo es exhibible, nada tiene una importancia que merezca resguardo. Hay algo pornográfico en ello, según Han, que adjudica ese adjetivo al contacto directo (sin metáfora, sin simbolización) entre la imagen y el ojo. Algo es transparente cuando pierde su singularidad.

EXISTIR A CUALQUIER PRECIO

La transparencia unifica, estandariza. Como bien advierte Han, la transparencia no admite lo complejo, toda persona se convierte a sí misma en un producto y sale a exponerse, a venderse. Como el fenómeno es masivo, la competencia es mucha, de manera que para conseguir más miradas, más “me gusta”, hay que entregar más intimidad, más privacidad. Mostrarlo todo. Sin pudor. Ser transparente. ¿Cuál sería el objetivo de esto que tan atinadamente señalan Bauman y Han? Acaso se trate de obtener un certificado de existencia. Al mostrarse sin pudor, al rasgar hasta el último velo de intimidad y recibir comentarios y “me gusta” la persona deja de dudar acerca de su propia existencia. Esa duda se instala cuando las vidas transcurren en la superficialidad, en el bullicio exterior, en la voracidad por tener, en la ausencia de contacto con la propia interioridad, en la negativa a reflexionar sobre el para qué de estar vivo. De un modo bizarro y perverso aquel que ve depredada su privacidad (el político, el famoso, el deportista, el “mediático” del cual se divulgan escuchas y mails) también respira aliviado. Hablan de él, está en los noticieros y en las primeras planas. Existe, así sea a través de las peores razones. Acaso sea el momento de recuperar ciertas nociones y devolverles su valor y su razón de ser. En primer lugar privacidad, intimidad y pudor. Todas ellas rodeadas de respeto, otro valor en falta. De lo contrario, tanta transparencia nos convertirá en una nueva especie de caníbales.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Básico Promocional

$120/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2250

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme

Full Promocional

$160/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3450

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme
Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$120.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $2250.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla