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Deco |ACTUALIDAD

El arquitecto sin estilo

Rafael Moneo expone en el madrileño Thyssen, uno de sus edificios, “Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2016)”.

El arquitecto sin estilo

Atocha

31 de Mayo de 2017 | 06:36
Edición impresa

El mejor de los múltiples halagos que se le han hecho a Rafael Moneo es definirlo como un arquitecto sin estilo, que no ha impuesto una visión predeterminada en sus proyectos sino que los ha hecho dialogar con su entorno. Así se muestra en la gran retrospectiva que le dedica el Thyssen, uno de sus edificios.

Es difícil admirar a un arquitecto dentro de un museo y no a través de su obra ejecutada, por eso el comisario Francisco González de Canales se ha apoyado en los magníficos dibujos a mano alzada de Moneo, con el sustento de fotografías y maquetas, para organizar esta exposición que culmina en Madrid un periplo que comenzó en A Coruña y que pasó por Lisboa, Ciudad de México y Hong Kong.

Como complemento, una pequeña muestra que recorre la historia del edificio que la acoge en Madrid: el Palacio de Villahermosa, desde mediados del siglo XVIII hasta su transformación, en 1992, cuando de manos del primer Premio Pritzker de España pasó a ser la sede del Museo Thyssen-Bornemisza.

Con la mano apoyada en la frente para ocultarse el rostro, “abrumado” por los elogios, -“tanto que me gustaría escaparme de mí mismo, pero no puedo”- asistió días atrás Rafael Moneo (Tudela, 1937) a la presentación de ambas muestras, que permanecerán abiertas desde el 4 de abril al 11 de junio.

“Siempre he sido reticente a las exposiciones de arquitectura”, reconoció durante la rueda de prensa el arquitecto, que agradeció a la Fundación Barrié que le diese el “empujón” para volcarse en levantar “Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2016)”, que él mismo define como “necesaria”.

Recorrerla supone trasladarse a 52 de sus proyectos más emblemáticos, construidos o no, distribuidos por orden cronológico en función de sus etapas creativas. También conocer a una persona cuya vida “está hecha desde la arquitectura”. “Me resultaría muy difícil explicarme a mí mismo quién soy sin explicarme como arquitecto y por mis obras”.

Obras que en sus comienzos se inscriben en el organicismo de la Escuela de Madrid, como la Casa Gómez-Acebo (1966-1968), pero que pronto muestran su interés por articular sus proyectos en relación con el entorno, su sensibilidad por el contexto urbano, como en su propuesta para la Plaza del Obradoiro (1962) de Santiago de Compostela.

En los años siguientes y hasta 1972, la trayectoria de Moneo empieza a adquirir una expresión propia cuando, pensionado en la Real Academia de España en Roma, participa de las discusiones de la arquitectura italiana sobre la concepción urbanística de las ciudades.

Una etapa en la que presta atención no solo a los requerimientos de los proyectos sino a las particularidades del contexto.

Luego vendría su primer acercamiento a Estados Unidos, donde se impregnó de una arquitectura que abogaba “por una mayor complejidad en el lenguaje y los recursos formales”, explicó González de Canales, comisario de la muestra, profesor de la Universidad de Sevilla y de la Architectural Association de Londres.

De esos conocimientos y de su desinhibición de los parámetros imperantes en España llega una de sus obras de mayor complejidad formal, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida o su decisión de ampliar el lenguaje academicista en la fachada del Banco de España de Madrid, no exento de polémica, como otras de sus obras.

En 1985 se trasladó a Cambridge (EE.UU.) como director del Departamento de Arquitectura de Harvard y cambia su mirada sobre la escala con el Kursaal de San Sebastián (España) como máximo exponente.

Cuando regresa a Madrid, un lustro después, curiosamente su carrera experimenta un proceso de internacionalización, “no solo por reconocimientos como el Pritzker, sino porque su obra empieza a construirse a nivel internacional. Pero cuando más interesado parece estar en una carrera internacional mayor es su afán por relacionarse con el contexto, con el lugar”, destaca González de Canales.

El Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo, la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, en la ciudad estadounidense, o la ampliación del Museo del Prado son ejemplos de “un enorme compromiso con la inserción de un edificio en un contexto urbano determinado”.

El edificio de los laboratorios de la Universidad de Columbia (EE.UU.), el LISE para la Universidad de Harvard (EE.UU.), las Bodegas de Descendientes de J. Palacios en Villafranca del Bierzo (España) o la parroquia en las Riberas de Loiola en San Sebastián (España) son algunas de sus últimas aportaciones a la historia de la arquitectura.

“A lo mejor estoy más en las paredes que sentado aquí en esta mesa”, apuntó Moneo como invitación a conocer esta exposición.

 

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