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Los perros en la literatura

Cerbero, custodio de las puertas del infierno. Argos, el que reconoció a Ulises. Becerrillo, el primer alano español en América. El temible Purvis de Urquiza. El poema de Neruda. Novelas narradas por canes: Cecil, de Mujica Lainez y Tombuctú, de Paul Auster

Los perros en la literatura

Flush, la biografía de Virginia Woolf.

Por MARCELO ORTALE

7 de Mayo de 2017 | 08:41
Edición impresa

“Creo que lo he fascinado, y sé que él me ha fascinado también. Presumo que nos perteneceremos el uno al otro hasta que la muerte ocurra”, escribe Manuel Mujica Lainez en el comienzo de Cecil, la novela sobre el perro whippet que lo acompañó en su quinta El Paraíso y cuyo nombre rinde homenaje al fotógrafo Cecil Beaton. Sin embargo, el narrador de esa novela mágica es el perro, que es quien cuenta la vida del escritor en la serranía cordobesa

Lo cierto es que ha sido la constante relación entre los escritores y los perros, desde el origen de la literatura. Fascinación mutua, extraña lucidez compartida. La condición humana y la condición animal como líneas paralelas, que siempre se tocan. Fidelidad, necesidad de amor. Víctor Hugo Ghitta escribió hace poco en La Nación que el caso de Cecil-Mujica Lainez es tan sólo un ejemplo al azar de la larga lista de obras literarias dedicadas al perro, entre las que están Tombuctú de Paul Auster y Flush, la biografía de Virginia Woolf.

Bernardo Subercaseaux recuerda que en la remota mitología grecolatina el perro Cerbero, más conocido como Can Cerbero, “fue representado como un monstruo de tres cabezas al cuidado de las puertas del inframundo”, para aparecer más tarde como un Caín canino, protagonista del Canto VI en la Divina Comedia del Dante. “Esta percepción monstruosa de de lo perruno, visible en las gárgolas medievales y vinculada a la muerte, tuvo su temprana contraparte en Argos, el siempre leal perro de Ulises”.

Argos viene a ser la bondad, el Abel de una historia más alegre. Fue el perro que cuando tenía ya veinte años de edad se convirtió en el único y el primero en reconocer a Ulises, cuando el héroe volvió a Itaca. Argos movió la cola de contento y pudo morir feliz en brazos de su recuperado amigo.

También el chileno Subercaseaux recorre la suerte de los perros en el continente americano. “Hay crónicas de la Conquista que mencionan perros participantes en la “empresa”, varios de los cuales, luego de los botines, recibían una paga, como si fuesen soldados (según el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, uno de ellos fue el perro Becerrillo que acompañó al conquistador Alonso de Salazar”.

Los cronistas refieren que Bartolomé Colón, hermano del descubridor, adelantado y gobernador de La Española, para su primer misión empleó 200 hombres, 20 caballos y 20 alanos; fue el «debut» de los alanos en la Conquista de América.

Otras fuentes contarán la maravillosa historia de Becerrillo, considerado el primer perro de la civilización europea. Porque muchos sostienen que desde hace diez mil años antes estuvieron los perros precolombinos, que cruzaron por el estrecho de Bering. Ya americanos, se fueron abriendo en varios tipos de razas. De ellas sobreviven unas pocas, dice, como los perros sin pelo o el chihuahueño.

En cuanto a Becerrillo, se trataba de un alano, raza española que desempeñó un papel esencial para los colonizadores, ya que no sólo fueron perros de presa sino que supieron batallar contra los indios. El historiador colonial Bernardino de Sahagún copió testimonios de indígenas atacados por “perros enormes, con orejas cortadas, ojos de fiera de color amarillo inyectados en sangre, enormes bocas, lenguas colgantes y dientes en forma de cuchillos, salvajes como el demonio y manchados como los jaguares”. No debería dejarse de lado que los indios poseían perros de pequeña talla, de modo que los canes españoles les causaban terror.

De Becerrillo dice Lucas Vianno que era un alano español, de unos 60 centrímetros de alto y 40 kilogramos de peso. “Originario de la Península Ibérica, se tienen referencias de su existencia desde el Siglo XIV. Posiblemente descienda de los perros de presa traídos por los pueblos bárbaros tras la caída del Imperio romano”.

El historiador Francisco López de Gomara dice que Becerrillo “era bermejo, bocinegro y mediano y conocía a los amigos y no les hacía mal, aunque le tocasen”. Los cronistas cuentan que el perro luchó contra los indios en el levantamiento de Borinquén (Puerto Rico) “demostrando un gran valor”. Pero el cronista Gonzálo Fernández de Oviedo le añade otras dotes: “se quedaba estático contemplando a una india bella y le ladraba a las feas”. También aseguró que Becerrillo “sabía distinguir el bien del mal”, por lo que siempre dejaba de atacar a personas buenas o indefensas.

PURVIS

Una de las plumas más poderosas, la de Domingo Faustino Sarmiento, rescata la historia del perro de Urquiza, llamado “Purvis”, el único can que soportaba sin mella el estruendo de los cañones en las batallas. “El general Urquiza tiene a su lado un enorme perro, a quien ha dado el nombre del almirante inglés que simpatizó con la defensa de Montevideo en los principios del sitio, y contribuyó a su sostén contra Oribe. En honor del anciano y simpático almirante, la batería que defiende la puerta principal de la línea de defensa se llama Purvis. El perro Purvis, pues, muerde a todo el que se acerca a su amo. Esta es la consigna. Si no recibe orden en contrario, el perro muerde. Un gruñido de tigre anuncia su presencia al que se aproxima, y un ‘¡Purvis!’ del general, en que se le intima a estarse quieto, es la primera señal de bienvenida”, dice un atemorizado Sarmiento.

Más adelante detalla el autor del Facundo: “Han sido mordidos Ángel Elías, su secretario, el barón de Grati, cuatro veces, el comandante de uno de sus cuerpos, Teófilo Urquiza su hijo y ciento más. El general Paz, al verme de regreso de Buenos Aires [acotamos que se reunieron en Río de Janeiro], su primera pregunta confidencial fue: - ¿No lo ha mordido el perro Purvis? - Porque no ha podido morderme, general, es que me ve usted aquí. Siempre tenía la punta de la espada entre él y yo”.

Se cuenta que en una ocasión en que debía reunirse con Urquiza, Sarmiento estaba tan obsesionado con Purvis que escribió en un papel: “El perro Purvis va a morderme hoy” y lo mostró a cuatro testigos, antes de guardarlo en el bolsillo de su abrigo. Pero la premonición no se cumplió.

Perros esencialmente literarios fueron Tombuctú (del novelista Paul Auster), llamado Míster Bones, que escribe un sorprendente libro sobre su amo, un vagabundo de Brooklyn que muere y deja sólo al animal-narrador. Otro es Flush, el muy innovador libro de Virginia Woolf. Se trata de un cocker spaniel con una “ojos atónitos de color avellana”. A medida que avanza el texto, Flush se convierte en compañero inseparable de una poetisa, Elisabeth Barret, con quien comparte sus amoríos con el poeta Robert Browning.

La escritora platense Elvira Yorio, al aludir a la relación entre los escritores y los perros, reseñó que “Carlyle tuvo a Nerón, un perro muy peculiar que intentó suicidarse arrojándose desde una ventana. Emily Bronte tenía a Keeper, a quien admiraba por el acento británico de sus ladridos. Byron fue dueño o compañero de un hermoso Bosun. Unamuno se expresó con elevados conceptos sobre los y perros y Neruda escribió un poema hermoso cuando murió su perro: “Mi perro ha muerto/ Lo enterré en el jardín/ junto a una máquina oxidada./ Allí, no más abajo,/ ni más arriba,/se juntará conmigo alguna vez./ Ahora él ya se fue con su pelaje/ su mala educación, su nariz fría./ Y yo, materialista que no cree/ en el celeste cielo prometido/ para ningún humano,/para este perro o para todo perro/ creo en el cielo, sí, creo en un cielo/donde yo no entraré, pero él me espera/ ondulando su cola de abanico/para que yo al llegar tenga amistades...” Agregó Yorio que “Axel Munthe en su Historia de San Michele hace interesantes reflexiones sobre la psicologia de los perros y también cuenta la historia de un perro fiel”.

Considerado el poeta más lírico de la Argentina, el poeta Enrique Banchs, buscó al final de todo, ya en el atardecer, conversar con un amigo y escribió “Con el hogar que alumbra, con la lluvia que pasa,/ Con las gentes que cumplen su destino sin yerro.../ Caminemos, mi perro; caminemos...”

OPINIONES

Extraídas del blog “Mundo Perros”, se trascriben algunas opiniones de escritores sobre los canes:

- “Al principio Dios creó al hombre, y viéndole tan débil, le dio el perro”. Alphonse Toussenel, escritor francés.

- “Para disfrutar en verdad de un perro, no se debe tratar de entrenarlo para que sea semihumano. El punto es abrirse uno, a la posibilidad de ser más perro”. Eduard Hoagland, escritor norteamericano.

- “El perro, posee belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, valentía sin ferocidad, y todas las virtudes del hombre y ninguno de sus vicios”. Lord Byron, poeta inglés.

- “Muchos que han dedicado toda su vida al amor, pueden contarnos menos sobre el amor que un niño que perdió a su perro ayer”. Thornton Wilder, dramaturgo y novelista estadounidense.

- “El perro es un caballero. Espero llegar a su paraíso, y no al del hombre”. Mark Twain, escritor, orador y humorista estadounidense.

- “Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro”. Franz Kafka, checo.

- “Debidamente entrenado, el hombre puede llegar a ser el mejor amigo del perro”. Corey Ford, humorista estadounidense.

Una de las plumas más poderosas, la de Domingo Faustino Sarmiento, rescata la historia del perro de Urquiza, llamado “Purvis”, el único can que soportaba sin mella el estruendo de los cañones en las batallas

 

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