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El cine, ¿yendo de la sala al living?

La irrupción de dos películas de Netflix, sin estreno en salas, en Cannes, reavivó la polémica sobre el futuro del séptimo arte. ¿Es el principio del fin para las salas de cine o un nuevo augurio prematuro?

El cine, ¿yendo de la sala al living?

“Okja”, la película de Netflix que generó controversias en Cannes. Llegará a la plataforma on demand el 28 e junio - netflix

11 de Junio de 2017 | 01:59
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El futuro, o los futuros, del cine parecieron darse cita en la 70° edición del Festival de Cannes: Netflix, la plataforma on demand que siempre está en busca de nuevas formas para atraer suscriptores, decidió probar suerte con el cine de prestigio y consiguió colocar no una sino dos de sus recientes producciones en la competencia principal por la Palma de Oro.

La inclusión de “Okja”, de Bong Joon Ho, y “The Meyerowitz Stories”, de Noah Baumbach, dos celebrados cineastas, generó gran revuelo debido a la tajante decisión de la empresa de no estrenar la cinta en salas sino, lógicamente, hacerlo a través de su plataforma. La reacción de la industria fue contundente: hubo un amague de boicot, abucheos en las salas en que se proyectaron ambas cintas y, finalmente, la decisión del festival de modificar sus reglas de forma que, desde el próximo año, las cintas que compitan por la Palma de Oro deberán ser estrenadas obligatoriamente en las salas francesas.

El suceso causó amplio debate sobre el futuro de los cines con el avance del streaming y el “cine de living”, y dividió incluso a los jurados de la competencia: ¿es el principio del fin para las salas de cine?

Pedro Almodóvar dejó clara su posición con una declaración en la que defendía la magia del cine en salas y aseguraba que sería “una enorme paradoja” que la película ganadora de esta edición no pueda ser vista en una gran pantalla, pero otro miembro del jurado, Will Smith, dijo en tono conciliador que hay espacio para todo.

El cambio llegó y no solo hay que asumirlo, sino aprovechar el aumento de oportunidades que ofrece para contar historias, afirmó el actor, en el marco de un evento donde se dieron cita la continuación de la serie televisiva de David Lynch, “Twin Peaks”, y el documental de denuncia realizado para realidad virtual del oscarizado mexicano Alejandro González Iñárritu, “Carne y arena”.

“La dicotomia entre streaming y cine tiene algo de falso: se evalúan solo los contenidos, se piensa que hay un contenido, que es siempre el mismo, y la pregunta sería cuál es el mejor ámbito para que ese contenido se encuentre con su público”, concuerda con Smith Luciana Piantanida, directora de “Los ausentes” y productora de “La larga noche de Francisco Sanctis”, y las cifras amparan la visión de que el augurio recurrente del fin del cine en salas (que ya vivimos durante el auge de la televisión primero, con la llegada del cable después, y, ahora, con la irrupción de internet, la piratería masiva y el streaming) es nuevamente prematuro.

De hecho, la taquilla de cine mundial alcanzó un récord histórico de recaudación en 2016 con 38.600 millones de dólares, que representó un alza de 1% respecto al año anterior y que continuó la tendencia alcista que se registra hace ya un lustro. En Argentina, en tanto, el 2015 fue donde mayor cantidad de venta de entradas se produjo desde 1986: un total de 55.069.947 espectadores, cinco millones más que el año anterior. “Está demostrado que las plataformas conviven”, le decía hace un año, sobre la dicotomía, el productor Axel Kuschevatzky a este medio.

CONTENIDOS DIFERENCIADOS

Una de las claves en esta compleja convivencia, entonces, residiría en que cada formato explote sus particularidades: “Hay que pensar contenidos diferenciados. Se puede pensar contenidos para uno u otro y no tienen por qué ser excluyentes”, opina Piantanida, una idea a la que los cineastas todavía no terminan de adecuarse.

“No creo que Noah Baumbach haya encuadrado en su película pensando en su teléfono: él hizo una película tradicional, pero no tomó en cuenta que Netflix no la iba a pasar. Esos directores siguen filmando pensando en el cine de salas: falta un recambio generacional, hay un quiebre entre lo que se plantea como producción tradicional y producciones para nuevas pantallas”, dice en este sentido Hernán Biasotti, uno de los directores de “En busca del muñeco perdido”. El caso de Biasotti es paradigmático porque la cinta surgió como un desprendimiento de un show creado para la web, “Un año sin televisión”.

“Nosotros cuando hicimos la película siempre la pensamos para pasarse en cines, por más que siempre supimos que tarde o temprano tenía que llegar a YouTube o en alguna plataforma, porque gran parte de nuestro público está ahí”, confiesa, y agrega que “cuando uno hace una película creo que no la piensa para que se vea en una tablet, pero no se que pasará de acá a diez años”.

CINE Y ESPECTACULO

Mientras el cine para la pantalla chica busca su lenguaje, el cine para salas parece haber encontrado una estrategia para sobrevivir: ofrecer un espectáculo imposible de reproducir en un living. “La tecnología está llevando las riendas del entretenimiento. Los productores están buscando nuevas formas de atraer al público porque la gente está dejando de ir al cine, sobre todos los jóvenes, que consumen su película favorita en streaming”, explica Hernán Moyano, para quien es clave “buscar una experiencia más allá de la proyección regular, no alcanza con una buena película para que la gente pague una entrada”.

Para el director y productor, explorar estas experiencias es “necesario”, al igual que “transmitir que el cine convencional está cambiando de forma, es un proceso evolutivo que es normal en todos los ámbitos. Todo lo que tenga que ver con explorar los nuevos lenguajes es ganar tiempo: creo que es una falencia que tenemos como industria, estamos muy agarrados a lo que conocemos, le tememos a lo desconocido”.

“Estamos ante generaciones que nacieron con la tecnología, entonces no conciben la vieja experiencia de ir a una sala, hay que atraerlos por otro lado: el uso de la tecnología, el 4D, la realidad virtual, les proporcionan una experiencia imposible de vivir en su casa. La experiencia se vuelve necesariamente presencial”, amplía el cineasta platense, quien además de ser parte de la usina del cine de género en Argentina explora el inmersivo formato fulldome con “Belisario”, primera serie animada para domos que puede verse los fines de semana en el Planetario.

Los números apoyan la propuesta de Moyano: más de 3 de cada 10 entradas fueron para ver cine 3D, un formato que en los últimos dos años aportó más de cinco millones de espectadores nuevos para las salas nacionales. “El cine ha logrado reinventarse y adaptarse a las distintas épocas para seguir subsistiendo. En los últimos años se recurrió al 3D para dar por terminada la huida de espectadores de las salas, en parte por culpa de la piratería; y desde principios del 2000 se vienen realizando adaptaciones de cómics y sagas literarias, suscitando grandes ingresos en las taquillas de cine”, explicaba la estrategia un año atrás Walter Pulero, subgerente de Cinemark Argentina, uno de las franquicias que más tickets corta en todo el país.

El lado B de esta clave de supervivencia es que quienes tienen los fondos para explorar estas nuevas y costosas tecnologías son los grandes estudios: entre sus propuestas realizadas con un sentido de espectacularidad que llevan a la audiencia a dejar el living y un fastuoso aparato publicitario, en 2016 el 57% de la venta de entradas de todo el mundo se repartió entre solo 3 estudios.

“Lo que queda claro es que hay una concentración de público en menos filmes. Dicho de otra manera: hay películas que aglutinan ellas solas el gran caudal de público, y se transforman en las películas que hay que ver. Son las elegidas y hacen la diferencia. Por ejemplo, las 10 más taquilleras de 2015 llevaron 22.261.389 espectadores, contra 15.300.403 de 2014, y 18.553.735 de 2013”, escribió el periodista de Clarín Pablo Scholz sobre esta tendencia. El año pasado, los diez títulos más vistos se quedaron con el 45% del público total, mientras que las otras 440 novedades se repartieron el 55% restante.

El éxito de las cintas, empujado por un aparato publicitario multinacional, retroalimenta su permanencia en las salas y las acapara, achicando cada año la diversidad de películas disponibles para la audiencia y el horizonte de posibles lenguajes y visiones.

“La película la podemos hacer, pero el dinero que hace falta para que la película sea visible es mucho. Tenemos excelentes críticas, muy buen boca en boca, pero eso necesita desarrollo en el tiempo, no se hace en un fin de semana. Lo que se puede hacer en un fin de semana es una campaña publicitaria muy grande y cara: el boca en boca es lento, y lo que hacen falta son esos espacios donde el boca en boca tiene tiempo para desarrollarse”, decía Julia Solomonoff sobre su película “Nadie nos mira”, de reciente paso por la Ciudad y que logró sobrevivir durante dos semanas en cartel.

ANTE ESTO, ¿STREAMING?

Ante la imposición de esta realidad material, el streaming aparecía como alternativa para devolver diversidad al cine. Si los grandes estudios habían abandonado los filmes “medianos” y se habían volcado a los tanques, quizás estas películas más chicas podrían encontrar una segunda vida en las nuevas plataformas.

Ese fue el planteo que llevó, durante la gestión anterior del INCAA, a establecer Odeón (hoy Cine Ar Play), una plataforma bajo demanda para mostrar en internet las películas producidas por el instituto nacional de cine, que a menudo solo tienen lugar en el circuito cerrado de los complejos INCAA 0KM, mucho menos ubicuos y de menor visibilidad que las salas comerciales.

“El streaming nos permite recuperar muchos espectadores que quedaron fuera del circuito del cine por el valor de las entradas, no solo por la comodidad de no salir de sus casas”, dice en este sentido Piantanida.

Pero Solomonoff no concuerda con esta visión utópica de la nueva tecnología. “Llevamos diez años de streaming, y lo que vamos descubriendo es que la manera en que funciona es a través del algoritmo, que es una clase de publicidad: no es tan fácil encontrar títulos diferentes, Netflix no tiene nada de cine independiente, y casi nada de cine en general, tienen un catálogo muy playo”, opina la cineasta, quien no ve estas plataformas “como un lugar de ingresos para el cine independiente. Netflix empuja sus propios productos. Existen servicios de streaming alternativos, pero tienen mucha dificultad de llegar”.

El streaming, agrega Piantanida, no debe reemplazar al cine: “Hay una tendencia a que la gente se conecte cada vez un poco más y vea esos contenidos desde su casa, eso no reemplaza la experiencia del cine”.

“Lo que el cine tiene para ofrecer no es mejor calidad de imagen o sonido envolvente, sino sobre todo la posibilidad de juntarnos con otros, que no conocemos, con los que solo compartimos esa hora y media, y nos embarquemos con esos otros a ese viaje que propone la película. Esa experiencia comunitaria tiene algo de mágico y algo que excede el contenido, es algo que no se puede cuantificar”, explica la cineasta, en concordancia con Kutchevasky: “Cine y streaming son vínculos diferentes. Creo que la gente, sobre todo con la evolución de las series, está empezando a relacionarse con la televisión de una manera muy diferente a la que se relaciona con el cine. Las expectativas son muy distintas. Ahora hay contenidos que son sólo de la tele y contenidos que son básicamente del cine, que la gente, por su dimensión o por su impacto emocional, los prefiere en el cine antes que en cualquier otra ventana.”.

De la misma opinión es Fabián Harari, uno de los dueños de Cinema La Plata, que le decía a este medio el año pasado que las plataformas on demand no significan una competencia directa. “Son cosas diferentes. Uno puede tener las mejores comodidades en la casa pero ir al cine es una ceremonia, una garantía de desconexión total frente a la realidad”, indica, y afirma que por eso “el cine nunca va a morir”. Pero, como todo en este siglo XXI, parece transformarse a una velocidad en la que se vuelve imposible predecir su futuro.

 

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