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Hay numerosas opciones para embarcarse en navíos de distintas categorías para recorrer durante más de 1.100 kilómetros el curso de agua más conocido de Europa, navegando muy cerca de las orillas y disfrutando de los paisajes y las vistas de castillos y palacios, realizando además paradas de un día para visitar las principales ciudades
Un crucero fluvial es una experiencia turística diferente y altamente recomendable, porque las embarcaciones navegan cerca de las orillas de los ríos que se recorren y ello permite un gran aprovechamiento de los paisajes por parte de los viajeros.
En Europa los cruceros fluviales son muy requeridos desde la segunda mitad del siglo XX y continuamente va cobrando un auge creciente.
En ese marco, el crucero fluvial más importante del Viejo Continente es el que tiene lugar por el río Danubio, en donde la experiencia turística verdaderamente alcanza niveles inolvidables.
Son muchos los ríos que navegan los cruceros por Europa y el del Danubio es sin duda el que mayor número de viajeros convoca; luego se ubican los paseos fluviales por el Rin y mucho más atrás se ubican el resto de cruceros de este tipo, con una tendencia en igual sentido que se afirma a medida que transcurre el tiempo.
Debido a que en los ríos, a diferencia de los océanos, hay puentes, esclusas y a veces sectores de bajíos, los barcos fluviales son largos, angostos, más bien planos y tienen poco calado.
La mayoría de los cruceros por el gran río europeo inmortalizado por el compositor austríaco Johann Strauss (hijo) con su conocido vals tienen inicio en la bellísima Passau, una ciudad situada en el sur de Alemania donde confluyen los ríos Danubio, Eno e Ilz.
El viaje pasa por Melk, Viena, Budapest y Bratislava, de ida y vuelta.
Grandes fortalezas, famosos y antiguos castillos, viñedos, pintorescos pueblos y pequeñas islas van pasando lentamente a medida que la embarcación va surcando con parsiomina las aguas de este río que durante los últimos quince años ha sido sometido a un impresionante proceso de depuración llevado a cabo conjuntamente por las naciones por la que atraviesa, en virtud de la gran contaminación que había sufrido en los últimos años de la centuria pasada, cuando prácticamente el curso de agua había perdido la mayoría de sus especies ictícolas, las que ya han reaparecido con fuerza.
Los ciclistas saludan a los turistas que van en el crucero desde la orilla cerca de Melk, en Austria.
Poco más de trescientos metros separan al navío “MS Vista Fidelio” de la orilla, una distancia que, de llegar a ser necesario, se puede cubrir a nado.
En esta época del año, cuando más cruceros recorren los ríos europeos, en la zona del Danubio la temperatura promedio del aire es de 20 grados, y 15 grados la del agua, lo que no presenta ningún tipo de problema en caso de que se presente una emergencia.
Pensamientos como este probablemente asalten brevemente a cualquier pasajero de un crucero, sea en el Canal de Panamá, en el vasto Atlántico o frente a las costas de Tenerife y Puerto Rico.
Uno de los muchos motivos que hacen atractivo un crucero fluvial es la cercanía con la orilla, y no solamente por los encantadores paisajes.
Esta cercanía les da sobre todo a personas mayores una sensación de seguridad en eventuales casos de emergencia, dice Helge Grammerstorf, director de IG RiverCruise, la asociación de navieras fluviales que operan en Europa.
En el viaje que realizan por el Danubio, la edad media de los pasajeros es de 66 años.
Entre las excursiones organizadas en tierra para quienes participan de los cruceros que recorren el extenso río Danubio, se encuentran, como las más populares, las que se llevan a cabo en Viena, a los palacios de Schönbrunn y Hofburg, así como el barrio de Grinzing.
En Budapest también son muy solicitadas las excursiones a la puszta, un antiguos, colorido y espectacular espectáculo ecuestre que incluye un delicioso almuerzo con música gypsie.
A algunos pasajeros no les gustan los grandes grupos, por lo que prefieren hacer excursiones individuales.
En Budapest, una visita a un café también puede ser un momento culminante del viaje.
Las animadas calles con sus hermosos edificios antiguos invitan a pasear y a observar a la gente.
En el café “Nagyi Palacsintázója” hay más de 50 variedades de crepes, una especialidad húngara.
Los crepes se sirven, entre otras cosas, con nueces, crema “montada”, canela y chocolate pero también con carne de cerdo.
La mayoría de los embarcaderos donde atraca el crucero están situados cerca de los centros de las ciudades.
En Viena, muchos pasajeros caminan por la orilla del Danubio hacia la parada del tranvía y después de un viaje de 25 minutos ya están en el centro.
En Budapest, el barco echa el ancla casi en el corazón de la ciudad.
A quienes les gustan estas metrópolis, deberían estudiar el itinerario antes de embarcarse.
Algunos cruceros permiten una estancia de más de 24 horas en tierra.
En Viena, no pocos pasajeros noctámbulos sólo vuelven al barco para dormir un par de horas y desayunar.
Dieter Kossack tiene 60 años y es director de crucero en el “MS Vista Fidelio”. Trabaja en el barco entre siete y diez meses seguidos. “Prefiero seguir trabajando sin pausas”, dice Kossack. Por supuesto que después puede disfrutar de muchas semanas de vacaciones.
Como director de crucero, Kossack también tiene experiencia en los océanos y en barcos con más de 4.000 pasajeros. Sin embargo, a este alemán, originario de Potsdam, le encantan los ríos. Conoce el Yangtsé en China, el Nilo, el Volga, el Mekong, el Dniéper en Ucrania y casi todos los ríos en Europa Central.
Los pasajeros escuchan atentamente cuando Kossack habla por altavoz o durante veladas musicales en el pequeño salón sobre la ruta y la historia de las esclusas.
El barco recorre en el Danubio exactamente 1.158 kilómetros, entre Passau y Budapest, ida y vuelta. Poco más de 70 barcos compiten entre sí en este trayecto.
Los cruceros pasan por 11 esclusas, en total 22 pasajes. El viaja dura ocho días y siete noches.
La esclusa más estrecha es la de Gabcíkovo, al sureste de Bratislava. Junto a ella se encuentra la central hidroeléctrica homónima, que se alimenta del Danubio y desvía una gran parte del agua hacia un canal enorme. “Toda la técnica se estropea con facilidad”, dice Kossack. También hoy hay seis o siete barcos haciendo cola.
La mayoría de los pasajeros lo toman con calma, hacen películas o sacan fotos y brindan con vino y agua.
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