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La Ciudad |HISTORIAS DE VALOR, ENTREGA Y COMPROMISO

Las bomberas voluntarias ya suman el 10% del personal de los cuarteles de la Región

Cada vez más mujeres integran las filas de los cuerpos activos

Las bomberas voluntarias ya suman el 10% del personal de los cuarteles de la Región

Puro coraje. En el cuartel de Berisso, de los 111 efectivos, 13 son mujeres

Por LAURA GARAT

25 de Junio de 2017 | 04:04
Edición impresa

Madres, amas de casa, estudiantes, trabajadoras, y además, bomberas voluntarias. Son mujeres de entre 18 y 50 años que a la par de los hombres salen a combatir incendios, a sacar de entre los hierros gente atrapada por un accidente vial y a rescatar de un techo vecinos con la casa inundada. En el cuartel y los dos destacamentos de Berisso y de Ensenada el 10 por ciento del personal es femenino y, según dicen ellos y confirman ellas, para la actividad, que requiere de una preparación especial y un valor singular, no hay distingos de sexo.

Los Bomberos Voluntarios de Ensenada fueron los pioneros en la Región en incorporar personal femenino a sus filas. Andrea Silva, fallecida, fue la primera. Entró en el cuartel de la calle San Martín en 1998 y marcó, de alguna manera, el camino de todas las que la siguieron. Hoy, entre el cuartel central y el destacamento de Punta Lara son 12 las mujeres -en un centenar de efectivos- que abandonan el descanso, los paseos y la vida familiar por un lapso que se sabe cuando empieza pero nunca cuando termina y acuden a cualquiera de las emergencias que se presenten en su municipio. En El Dique, por ahora, una joven se capacita. Recién en unos meses podrá comenzar a actuar.

Tiene 49 años y 17 de intervenciones; marido -bombero pero ya en la Reserva de Ensenada- y cinco hijos. Cuando Alejandra Almirón se sumó al cuerpo, su hijo menor tenía 2 años. Hizo, al principio, malabarismos para poder combinar sus deberes de madre de familia numerosa y el trabajo de salvar al prójimo. “Mi hija mayor tenía 15 años. Acordamos que cuando yo salía por una emergencia ella se hacía cargo de sus hermanos. Más de una vez me sorprendió el llamado de la sirena cocinando ravioles con tuco, por ejemplo, y tuve que dejar todo como estaba y que los chicos siguieran con la comida. Cuando se pertenece a una familia de bomberos se vive así y esas alteraciones no son un problema”, cuenta la integrante más antigua del sector femenino del cuartel de Ensenada.

La mayoría de las integrantes de los cuerpos de voluntarios tienen padres, hermanos, tíos, primos bomberos. Tal es el caso de Micaela Cáceres -23-, que creció rodeada de hombres que dormían con un oído alerta a la alarma de la sirena. Ella hace cuatro años que reparte su día entre el estudio (Seguridad e Higiene), su trabajo de niñera y con el transporte escolar, las horas semanales de capacitación en el cuartel y las salidas sorpresivas en la autobomba. Ya tiene suficiente experiencia acumulada como para hacer frente a cualquier contingencia, afirma, y compara su desenvolvimiento actual con aquella primera vez que se subió a un camión con cisterna. Es que fue el 2 de abril de 2013, a las siete de la tarde y rumbo a la destilería de YPF, que se prendía fuego mientras que la Región hacía agua. “Llamaron a la primera dotación y querían que alguno de los nuevos participáramos. Me eligieron a mí. Creo que nunca me sentí más nerviosa en mi vida. Lo bueno es que al lado mío iba mi papá y él me iba alentando para que me tranquilizara. Llegué al lugar y todo me pareció un caos; mucha confusión. Pero con el correr de los minutos me fui calmando y terminé actuando bien, en equipo, y durante toda la noche”, recuerda la joven.

“Las mujeres se integran rápido al cuerpo y no tienen nada que envidiarle a los hombres. Es más, les ganan en prolijidad y se animan a todo”

Como una de las pocas excepciones al común de los integrantes de un cuartel, a Manuela Muldón -21- ninguna ligazón familiar la vincula a la particular modalidad de vida de los bomberos. Es más, esta estudiante de la facultad de Arquitectura de la UNLP tuvo que pelearla un poco para que sus padres aceptaran su decisión de vestir el uniforme de voluntaria. A los 14 años ya colaboraba pero con los Bomberos Voluntarios de Berisso, sin cubrir emergencias porque en ningún caso se puede integrar un cuerpo antes de los 18. Hasta ahí, en la casa no había resistencia. Llegó a la mayoría de edad, se capacitó y dos días antes de rendir el examen que la habilitaba a la actividad la madre y el padre le plantearon sus reparos. “Es que justo había sido la tragedia de Barracas -aclara-. Tenían miedo. Entonces les propuse dar la prueba: si salía mal no iba a insistir y si salía bien ellos tenían que dejarme ser bombero. Y salí bien. Ahora hasta están orgullosos de mí”.

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“Las mujeres se integran rápido al cuerpo y no tienen nada que envidiarle a los hombres. Es más, les ganan en prolijidad y se animan a todo”. Así define al personal femenino a su cargo el jefe de los Bomberos Voluntarios de Berisso, Roberto Scafatti. En total, entre la sede central de la tradicional calle de doble mano de la ciudad vecina, por donde las autobombas salen para una dirección o para la otra según los requerimientos, y los destacamentos de El Carmen y Villa Zula, hay 111 efectivos y 13 son mujeres.

La bombero de mayor antigüedad en Berisso, Yésica Gauna, tiene 29 años, hace 6 que ejerce ese voluntariado. Con asiento en la sede del barrio de 95 y 126 empezó atendiendo los teléfonos mientras que su marido era un integrante de la dotación. Terminó capacitándose y hoy es suboficial. Cuando se incorporó no había mujeres. En tan poco tiempo los cambios fueron tan grandes que ahora hasta hay veces que frente a una emergencia el camión en El Carmen sale sólo con ellas. “Hay momentos en que los hombres están trabajando, solo somos mujeres las que estamos en el destacamento y si hay un incendio salimos nosotras”, dice no sin orgullo de género.

Para convertirse en bombero voluntario en cualquier distrito del país hay que atravesar varias instancias. Primero se exige una edad entre los 18 y los 40 años, y el otro requisito es que el aspirante tiene que vivir en la jurisdicción del cuartel y, si hay un destacamento cercano a su residencia es ahí donde debe alistarse. Está obligado a atravesar una capacitación que dura un año y a dar un examen final que lo habilita a la función. Después, ya en la actividad tiene que cubrir 30 horas mensuales y obviamente, presentarse de inmediato en el cuartel o el destacamento no bien suenan las alarmas.

“Si llaman para una emergencia, así como una está, sale. Nos ponemos el mameluco que tenemos siempre a mano y corremos al cuartel. Somos ante que nada bomberas”

Con un hermano en el cuartel de Berisso, Mariana Parodi -31- ya estaba lista para entrar en el cuerpo en 2006, pero en aquel momento no se aceptaban mujeres. Entre entonces y 2016, cuando finalmente se incorporó, estudió la tecnicatura en Seguridad e Higiene y accedió a un puesto en la refinería de la Región. Sus días, a pesar del trabajo y de una vida social que no abandona, sigue el ritmo de las contingencias que le puedan presentar su rol de mujer bombero. Duerme con la aplicación del celular donde se dispara el alerta pegada a la oreja y con el handy que la convoca desde el cuartel al lado de la cama. “Si llaman para una emergencia, así como una está, sale. Nos ponemos el mameluco que tenemos siempre a mano y corremos al cuartel. Somos ante que nada bomberos”, dice.

Adriana Czenko -40- en cambio, no tiene ese problema. Junto a su marido, que también es bombero voluntario, vive en uno de los departamentos situados en la planta alta del cuartel. En dos minutos está abajo presta a subirse al camión. Ella es otra de las “mujeres orquesta” del grupo, pues se ocupa dr atender las necesidades de su hija de 9 años y, profesora de Plástica, da clases en escuelas de Berisso.

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