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El regreso de los “long play”

El formato vinilo volvió para quedarse. Entre fetichistas, puristas del sonido, viejos y nuevos coleccionistas, la ciudad vive a pleno el revival

El regreso de los “long play”

Leo Negrelli, melómano y dueño de La Disquería, uno de los pocos locales que sobreviven en esta era digital.

Por Matias Julian Angelini

22 de Julio de 2017 | 02:17
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“Quería saber si tenés vinilos de Gorillaz”, pregunta Francisco, de 17 años, con curiosidad inocente luego de revolver algunas de las bateas de La Disquería. “Vendí Humanz ayer, pero por encargo te traigo el que quieras”, responde el vendedor. Con rostro juvenil y mochila escolar, el chico replica: “¿A cuanto está Plastic Beach?”.

Desde 2011 a esta parte, el formato vinilo regresó de su exilio obligado por el compact-disc y cada día tiene más adeptos: antiguos consumidores, jóvenes curiosos, puristas del sonido, herederos de discos. Todos conviven y vuelven a a revolver las bateas buscando alguna joya para su colección.

Francisco heredó de su madre algunos discos de los Beatles y los Stones y, con cierta ingenuidad, confiesa: “No sé, leí que es mejor en calidad de audio”.

Eso está demostrado, pero depende de algunas cosas, replica el vendedor y dueño de La Disquería, Leo Negrelli. Anote: La bandeja, los parlantes. Como en esta mañana lluviosa de julio, la dinámica de jóvenes y coleccionistas que entran, revisan y preguntan se repite en el local de 54 casi 8.

Los vinilos ocupan un lugar destacado: ocho bateas de discos nuevos y tres de usados, están dispuestas en el centro de la sala, rodeados de CDs, cassettes, DVDs y algunos blue ray.

Negrelli vivió el vinilo en su esplendor y dice que, en rigor, nunca se fue. Vendedor carismático y conocedor del rubro, se especializa en localizar casi cualquier encargo. Desde discos de algún sello de jazz neoyorkino hasta algún reagge jamaiquino de la década del 70. “Este revival está muy bueno”, asegura el dueño, “tanto para los que desconocían el formato como para los antiguos coleccionistas que pueden volver a comprar”.

Su disquería es una de las pocas que nació en el siglo XX y aún sobrevive. Con una historia en dos partes: Negrelli comenzó a vender discos en un videoclub a principios del 2000. En mayo de 2008 se independizó y el año próximo cumplirá 10 años con negocio propio. “Acá estamos desde 2011. Para los tiempos que corren en la industria de la música es importantísimo”, celebra. Negrelli vende vinilos nacionales desde 2001. Un año después empezó a importar discos, y continúa hasta hoy.

Los usados se incorporaron cuando el local abrió en forma independiente y coincidió con el comienzo del revival. “Había otro agite”, explica. Algunos artistas hicieron que siga vivo también. Fuerza Natural, de Gustavo Cerati, salió en vinilo en el 2009. “Nekro de Boom Boom Kid nunca dejó de editar el formato, cuando nadie lo hacía”, repasa el mercado Negrelli.

MuSICA NACIONAL

Hoy en Argentina sólo se fabrican discos nacionales. Son las ya clásicas reediciones de discos de rock nacional entre las que se cuentan Artaud, Manal o Superficies del placer. Como una rémora ochentosa y demode, aún no se fabrican discos extranjeros.

El piso de venta al público generalmente es de $600 en adelante, y otros superan los $1000 dependiendo de si es doble o si corresponde a una edición especial, mientras que para los discos extranjeros ese valor es el piso.

En esta explosión del formato, explica Negrelli, vivimos un ‘coletazo’. La diferencia de costo entre un CD y un vinilo para el público sigue siendo muy grande. “En una disquería de cualquier parte del mundo, vos vas y elegís el formato, no elegís precio. Porque es muy probable que, por ejemplo, el boxset aniversario de The Joshua Tree de U2 en CD salga 20 euros y en vinilo 22”, dice Negrelli.

En Argentina, en cambio, eso no pasa. Por ejemplo, Canción animal de Soda Stereo en CD te lo llevas por $140 y el vinilo sale $600. “Esa brecha hace que el mercado y el nicho todavía sea reducido”, afirma el dueño que, entre ser médico y periodista, se decidió por los discos.

Al terminar la secundaria, Negrelli pensó en alguna de esas profesiones, pero tener una disquería siempre fue su sueño. Con varios comerciantes en su familia, el contacto constante con la gente le atraía. “Como diría Mafalda, siempre escuchaba decir ‘no es el momento’, y pasaron 47 años”, confiesa entre risas y sentencia: “Hace casi 10 años que vivo de esto. No es solo un hobby, mantengo a mi familia con la disquería”, se enorgullece, “y vivo de lo que me gusta”.

Como muchos, Negrelli es una criatura de costumbres. Llega a casa, prende el equipo y pone un disco. “No me puedo quejar”, repite.

LA PLATA FOR EXPORT

En 2010, Marcelo Pilegi (34) se enamoró de una francesa, dejó todo y se mudó a Bordeaux. A los dos años, en una noche de insomnio y nostalgia por la escena musical platense de la que fue parte, tuvo una idea brillante: editar un compilado de canciones de artistas platenses. Así surgió I’m From La Plata, un disco vinilo de 16 canciones con bandas locales como Pérez, Crema del Cielo, Mostruo, Shaman y los hombres en llamas, por nombrar a algunos, editado íntegramente en Europa. El compilado retomó un concepto muy frecuente en la década del 60 y 70 de tomar a varios artistas y promover bajo algún tipo de consigna – véase clásicos del tango, lo nuevo de la música disco, por nombrar algunos –varias canciones. La práctica era redituable para las dos partes: artistas aparecían en nuevos lugares y vendedores tomaban canciones ya grabadas, abaratándose notablemente los costos de edición.

“Cuando llegué a Francia me enloquecí con el vinilo. Empecé a comprar, a coleccionar y me parecía un formato interesante para destacar las canciones. El vinilo es una forma diferente de escuchar la música, de escuchar al disco entero. Las canciones tienen más importancia, no se saltean. En vinilo se escucha todo”, analiza Pilegi que lleva 7 años radicado en Europa.

Negrelli vivió el vinilo en su esplendor y dice que, en rigor, nunca se fue. “Este revival está muy bueno”, asegura, “tanto para los que desconocían el formato como para los antiguos coleccionistas que pueden volver a comprar”

I’m From La Plata se editó en 2013, pero de a poco logró repercusión. Sin mucha difusión en su lanzamiento y con un laburo a pulmón hecho entre colegas. Y ese precedente hizo que el Volumen II esté próximo a ver la luz con canciones de bandas como Sr. Tomate, Un planeta, Valentín y los volcanes, Mister América, Peligrosos Gorriones, entre algunas de las seleccionadas.

Pilegi vivió en La Plata hasta los 27 años. Fue parte de bandas como The Hojas Secas, Crema Del Cielo, y colaboraba con Los Falcons. A dos días de presentar el segundo disco de Crema Del Cielo, se fue a Francia a vivir con su novia. “Al principio fue complicado pero se empezó a poner bueno”, se entusiasma Pilegi, “sobre todo en lo musical. Estoy contento, la cosa funciona”.

BANDAS EN 12 PULGADAS

Desde 2011 muchas bandas locales se animan al formato. Él Mató a un policía motorizado editó sus últimos dos LP, La dinastía Scorpio y La síntesis O’Konor, en formato vinilo. Güacho, otra banda local también se arriesgó con la edición de sus discos Vol. I y Vol. II en el formato.

Y una de las bandas que apuesta fuerte es La Patrulla Espacial. Tras la propuesta de sus sellos, la banda lleva tres discos ya editados en formato vinilo: Todos los ocasos (2008) a través del sello “De la flor solar”, Barcelon y La Patrulla Espacial (2011) a través del sello Nasoni en Berlín.

“Es hermoso disfrutar del ritual de ver la portada del disco, colocarlo en la bandeja, escucharlo”, confiesa el bajista y cantante de la banda, Werner Schneider.

La demanda ha vuelto al vinilo un objeto de culto y de consumo para muchos. Y muchas bandas ven eso como una oportunidad para que sus fanáticos coleccionen su música más allá de ya tenerla en otros formatos. “Si los artistas lo hacen, es muy probable que puedan venderlo. Es solo una de las tantas maneras de hacer llegar la música a los hogares”, sentencia Schneider.

PINCHANDO DISCOS

Carlos Sánchez estaciona el auto frente a un bar en el centro platense. Abre el baúl y saca dos cajones verdes, donde el almacenero recibe la leche, con aproximadamente 200 discos. En otro cajón un mixer con dos bandejas tocadiscos. Esa noche hay una muestra de arte y Carlos es el encargado de musicalizar la velada. Sólo los discos, pesan 35 kilos.

Ligado permanentemente a la escena musical, desde 2012 Carlos agregó unas lineas más a su extensa lista de oficios: musicalizador con discos vinilos. “Hay djs que más que puristas son talibanes del disco en vinilo. Surge un versus un tanto absurdo a veces. Yo musicalizo”. Punto.

Carlos, aparte de pasar música, es diseñador industrial y se dedica al mapeo y la cartografía digital. Toca la batería desde los 15 años y el formato vinilo lo agarró de grande. Nacido en el 73, para los 15 años, el cd y el cassette habían borrado casi del mapa al formato anterior.

El reencuentro con el vinilo ocurrió en el bar de su amigo Hernán Aché, en Sicardi: con una bandeja y algunos discos empezaron a pasar música. “En 2015 cierra el bar y Hernán me dice: Me invitaron a pasar tango en vinilo en un cumpleaños de 85. La pasamos tan bien que armamos el colectivo R.P.M. de musicalización y sonido ambiente en discos vinilos”, cuenta hoy.

Pasan música en bares, centros culturales, exposiciones de arte, eventos gastronómicos, inauguraciones y cierres de muestras. “Hemos pasado también en ferias de venta”, agrega. En los dos años de vida del emprendimiento, tuvieron muy pocos fines de semana sin laburo.

El soporte en la era líquida hace que cambie la relación o tenencia de las cosas. El acto de escuchar música es significativo porque ya no hace falta tener para poder escuchar. Teneos Youtube, Spotify o lo bajas y físicamente no está. Y sin embargo está en todos lados a donde vayas. “Ya no sos dueño del disco. En ese sentido el vinilo sigue manteniendo esa práctica. Lo sacas del plástico, abrís el disco y lo pones. Estableces una relación física”, afirma Sánchez.

Otro lugar donde ocurren hechos alucinantes es en la búsqueda de discos. “Un loco te manda a buscarlo a tal lugar. Terminas en un sótano, en una compraventa y te relacionas con gente alucinante. Y en RPM nos gustan esas cosas, lo que pasa alrededor del disco, más allá de la música”, celebra el músico y diseñador, que aparte de pasar música se da maña para reparar bandejas en un tallercito que montó en su casa.

Nostalgia, fetiche, moda o todas estas razones juntas parecen ser las causas de la resurrección del vinilo en los últimos años. Es que los discos vinieron a traer algo que se estaba perdiendo con la vorágine digital: la experiencia de escuchar música en una dimensión más entrañable, interesante, irrepetible. Y La Plata, inmersa en una fuerte corriente creativa y artística, vuelve al vinilo para no quedarse atrás.

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