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Si cuida a un enfermo, no se enferme

30 de Julio de 2017 | 02:54
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Por DR. NORBERTO FURMAN
Doctor en kinesiología y fisiatría

Posiblemente, no haya un solo miembro de la raza humana, que no se queje de algún dolor articular, en algún período de su existencia; y eso es debido a que todavía no se adapta adecuadamente a las acciones siempre cambiantes de los esfuerzos que la actividad cotidiana le impone.

Dentro de los esfuerzos están los realizados, al tener la necesidad de cuidar a un enfermo. Esto no es una tarea fácil, sobre todo, si tenemos en cuenta que no estamos entrenados para hacerlo.

Es una situación inevitable, y que debe ser asumida física y psicológicamente. Un familiar que cuida a otro, está sujeto a continuas tensiones nerviosas y esfuerzos físicos, a veces agravados por la angustia y ansiedad de querer aliviarlo, especialmente en casos de parientes muy cercanos.

Generalmente, se está confinado a dormir mal, sentados, con frecuencia sobre superficies incómodas o inadecuadas, pendientes de algún quejido, que obligan a adoptar malas posturas y despertarse totalmente contracturados.

Cuando el cuidador sobrepasa los 38 o 40 años, puede sufrir de artrosis, lo que agrava más las limitaciones físicas. El tema es confuso y complicado, como ocurre en muchas situaciones familiares. Al cuidador se le pasa por alto, sin embargo, representa el elemento más importante del grupo familiar. Ya sea porque los otros miembros tienen otras obligaciones (su casa, trabajo, etc.), es quien carga con todas las tareas y la responsabilidad, el que lo lleva al médico, el que lo atiende y con quien se forma una verdadera simbiosis, una preferencia de ser atendido por esa sola persona. Dar vuelta a un enfermo, cambiarlo, levantarlo o higienizarlo, implica una mala posición en el cuello, brazos y cintura, si no se sabe como hacerlo, y esto, indefectiblemente, provoca afecciones. Los factores que intervienen en la producción del dolor deben ser identificados y buscar la forma de modificarlos. Generalmente se da poca importancia a las primeras manifestaciones, preocupados por el enfermo y pensando “él más importante” o “lo mío ya va a pasar”, se piensa que el familiar es primero, y se olvida de sí mismo, sin saber que si no se está bien, de nada servirá al que cuida.

La gente especializada como terapeutas o enfermeras, si bien padecen dolores articulares o musculares, tienen un entrenamiento mayor al de cualquier familiar.

Los dolores basados en disfunciones mecánicas y movimientos bruscos se asientan en un 70 % de los casos de cintura, a veces con compromiso de discos que originan problemas de nervio ciático; en 20%, los problemas de cuello y columna dorsal y el resto se traduce en distensiones y esguinces musculares y ligamentosos. El cuidador no tiene tiempo para atenderse, y fuera de no beneficiarse, se agrava cada vez más, haciendo crónico lo que se curaría sencillamente, ya que cuando se atiende tarde, conduce a tratamientos expuestos al fracaso.

El concepto considerado como más lógico es atenderse y pedirle al profesional tratante que, aparte de curarlo, le enseñe a moverse y ayudar al enfermo. A un cuerpo pesado se lo da vuelta en la cama con la ayuda de una sábana o cruzando las piernas del paciente y haciendo palanca con el brazo de quién lo mueve; para sentarlo hay que tomarlo de una axila y de la nuca teniendo la precaución de semiflexionar las piernas y apoyar las rodillas en el borde de la cama. Hay que dejar que el enfermo realice todos los movimientos que pueda pues en el afán de ayudarlo se quiere hacer todo y esto perjudica a ambos.

Se busca la simplicidad de los movimientos, con la menor tensión nerviosa; hay que cuidarse para poder cuidar.

Por eso atenderse no es ningún pecado; algunas personas sienten cargo de culpa por hacerlo, como si no tratarse mejorara al enfermo; o se olvidan de su propia familia, abandonado la atención de sus parejas o de sus hijos.

Hay que poner el cerebro en las mejores condiciones y el físico apto para seguir la tarea que sin duda redundará en el mejor beneficio del que padece y de los que lo rodean. Por supuesto que lo dicho no significa de ninguna manera una desconsideración para su enfermo, sino más bien una prevención a tiempo, de la que todos saldrán ganando.

 

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