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El ferrocarril olvidado

Por Roberto G. Abrodos

El ferrocarril olvidado
31 de Julio de 2017 | 19:54

Roberto G. Abrodos

A veces olvidamos los sucesos del pasado, cosas que trajeron el progreso y que fueron necesarias y deseadas. El 31 de diciembre de 1872, el presidente de la República, Domingo Faustino Sarmiento, dejaba habilitado el Ferrocarril Buenos Aires – La Ensenada, de este hecho trascendente han pasado 145 años.

Este ramal posee una larga historia, que funcionó con ese nombre hasta enero de 1893, fecha en que fue transferido al entonces Ferrocarril del Sud después Roca, que le cambió la denominación por la de “Sud – Sección Ensenada”. Todo nació con la presentación realizada ante la entonces Cámara de Representantes de la Provincia de Buenos Aires por un inmigrante francés para explotar “un camino”, así se llamaba a los ferrocarriles entre las citadas localidades, el proyecto fue rechazado por la Cámara de Senadores, debido a razones técnicas.

Años más tarde, el 20 de agosto de 1857, se sancionó una ley por la cual se facultó al Poder Ejecutivo a contratar la construcción y explotación de un ferrocarril entre la ciudad de Buenos Aires y la Ensenada de Barragán, la concesión permaneció vacante durante varios años, hasta que, a fines de 1859, el ciudadano francés Alfonso Leliebre realizó diversos trámites ante el gobierno, ejercido en ese entonces por Bartolomé Mitre y de allí se formalizó un acuerdo para la construcción del referido ramal.

Una vez conseguida la concesión, Leliebre tuvo dificultades y cedió sus derechos a favor de Diego Simpson quien tampoco logró llevar a cabo el proyecto. Finalmente, mediante la gestión de Mitre en 1863, se entregó el permiso a quien habría de concretar la obra: el ingeniero Guillermo Wheelwright.

Pero las dificultades entorpecerían el normal desenvolvimiento del proyecto. En 1863 se iniciaron los trabajos para el tendido de las vías y en septiembre de 1865 se inaugura el primer tramo, entre la estación provisional, ubicada en Venezuela y Paseo Colón, y Tres Esquinas, en Barracas.

Posteriormente, en 1870 se estableció el servicio regular entre la estación Venezuela y la Boca. En este lugar se paralizaron las obras pero el ferrocarril cumplió servicios regulares entre los dos extremos mencionados. Los problemas mayores residían en que no se contaba con los elementos necesarios para la construcción de un puente que cruzara el Riachuelo.

En tanto, se construyó la Estación Central en 1868, que se encontraba cercana a la Casa de Gobierno y la Aduana en la Capital. La estación tuvo mucha importancia, ya que en ella se unían el Ferrocarril de Ensenada y el del Norte, que en ese entonces llegaba a San Fernando. Tristemente resultó totalmente destruida por el incendio declarado en febrero de 1897.

En 1870, el gobierno intimó a Wheelwright para que continuara las obras hasta la Ensenada de Barragán, que se encontraban detenidas, y le dio un plazo de dos años para su finalización. Es así que el 18 de diciembre de 1872, un día antes de que venciera el plazo otorgado por el Poder Ejecutivo, el Ing. Wheelwright comunicó que las obras habían sido finalmente concluidas en término, pero pidió que se prorrogara la inauguración hasta el 31 de ese mes, para poder preparar mejor los actos celebratorios.

Se concluía así, tras 15 años de labor entre idas y vueltas con carpetas, órdenes y contraórdenes, con el Ferrocarril Buenos Aires – La Ensenada.

La técnica empleada para este ferrocarril constituyó prácticamente una sola línea, ya que careció de ramales de jerarquía. El material rodante tampoco era propio sino que fue adquirido en calidad de préstamo de los otros ferrocarriles. El recorrido original, luego de concluida la obra, comenzaba en la estación provisional ubicada en Venezuela y Paseo Colón, continuando por Tres Esquinas, en Barracas , La Boca, Quilmes, Punta Lara y Ensenada.

Como era  de presentir, una línea tendida en gran parte atravesando terrenos ribereños, bajos y anegadizos, con escaso poblados y sin perspectivas de desarrollo agropecuario no podía progresar. Por estas razones, se trató de encauzar las actividades de la nueva empresa al transporte de mercaderías que salían de la ciudad de Buenos Aires o entraban en ella.

Se consintió este aspecto en marzo de 1863, es decir cuando sólo se contaba con seis kilómetros de vías. En esa fecha el Gobierno autorizó a colocar “rails” sobre el muelle de la carga de los barcos. Tiempo más tarde se habilitó el puerto de Ensenada y debido a que el puerto bonaerense carecía del calado suficiente, por este se canalizaba toda la entrada y salida de mercaderías del país, lo que favoreció enormemente al ferrocarril.

Finalmente durante el gobierno de Sarmiento, se dictó una ley por la cual se estableció que todas las mercaderías que entraban por los puertos de Ensenada y de Punta Lara debían ser transportadas por el tren hasta la Aduana, donde podrían ser abiertos los paquetes y retirados por sus propietarios.

Sin duda el Ferrocarril Buenos Aires - La Ensenada fue una obra de dilatada historia y muy importante para la comunicación y la economía del país: pero su importancia es hoy desconocida por el olvido de la mayoría de las personas de nuestro tiempo, hoy a 145 años de su habilitación y cuando sus vías han sido tapadas por el tamiz del olvido, es bueno recordar lo que se ha perdido y su significado para el progreso del país. 

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Mi nombre es Roberto G. Abrodos soy un apasionado investigador de la ciudad de La Plata, un divulgador de cosas del pasado, es la nuestra una ciudad muy bonita con un nacimiento inusual para la época en que fue fundada. La “nueva capital” tiene excelentes lugares para visitar y muchas historias. Evocar el pasado es la premisa de este blog, La Plata con más de 130 años de fundada acumula gran cantidad de testimonio de distinto tenor pero siempre interesantes. La capital de la provincia no escapa a la generalidad de lo que esencialmente somos, un país formado por inmigrantes, nosotros no pertenecemos a un origen milenario, como los aztecas o los mayas. Creo firmemente que mirar hacia atrás suele ser un medio de encaminarse hacia adelante y no caer en antiguos errores.

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