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Opinión |EDITORIAL

Las fallas en el escrutinio desnudan la obsolescencia del sistema electoral

17 de Agosto de 2017 | 01:39
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Los comicios del domingo pasado, caracterizados por la normalidad con que se desarrolló el proceso de votación hasta el cierre de las urnas, se vieron sin embargo empañados por las demoras y la forma de dar a conocer el escrutinio provisorio -en especial el correspondiente a la provincia de Buenos Aires- en una situación que originó dudas y controversias y que ahora la Justicia electoral, que inició ayer el cómputo definitivo, deberá dirimir.

Esto significa que, una vez más, tal como ha venido ocurriendo elecciones anteriores, el electorado volvió a sufrir, muchas horas después de cerradas las urnas, un estado de incertidumbre acerca de los resultados certeros de la compulsa.

Lo primero que, entonces, debería decirse es que, si se hubiera tratado de una estrategia deliberada, esa decisión sería repudiable en extremo; ahora bien, si lo que ocurrió provino de un error involuntario, se estaría frente a una torpeza indisculpable.

Desde luego que no es la primera vez que ocurren en el país estas anomalías cuando se trató de anunciar resultados y supuestos triunfos electorales. En los comicios de 2015 los primeros cómputos oficiales se dieron a conocer recién después de la medianoche de la jornada de votación, en un hecho insólito y escandaloso, revelador -como el del domingo pasado- de que el sistema electoral, tal como se encuentra estructurado, puede llegar a ser manipulado a través de acciones incompatibles con la pureza de la vida institucional del país. O, como se dijo, que es permeable a deficiencias funcionales sumamente perjudiciales para la transparencia que debe caracterizar a estos procesos.

Desde el actual oficialismo podría argumentarse que en la mayor parte de los restantes distritos del país los resultados conocidos a medianoche del domingo pasado ya marcaban tendencias irreversibles, en buena medida favorables al Gobierno.

De todos modos, a nadie escapa que el peso electoral de la provincia de Buenos Aires y el hecho de que allí compitiera una ex presidente de la Nación -además de la visible paridad que iban marcando los cómputos parciales- exigían un manejo irreprochable de la información. Que, en definitiva, es la que no existió y la que permitió que se anticipara la celebración del Gobierno, incluyendo en ella la presunta victoria oficialista en la jurisdicción bonaerense.

A la hora de avanzar con el escrutinio, el oficialismo de turno volvió a tropezar en la misma piedra con la que tropezaron gobiernos anteriores

Es verdad también que, en comicios anteriores, el electorado asistió con perplejidad al hecho de que se daban oficialmente por ciertos muchos resultados y triunfos electorales, aún cuando no existía un solo resultado oficial volcado en la página del centro de cómputos. Justamente, habida cuenta de esos y de algunos anteriores antecedentes similares, es que no se debió haber incurrido en el mismo error. El oficialismo de turno volvió a tropezar en la misma piedra en la que tropezaron gobiernos anteriores.

Como se sabe, ayer arrancó el escrutinio definitivo para saber, finalmente, quién ganó en la Provincia. En un contexto de virtual empate técnico, se despejará de ese modo la incógnita acerca de cuál de los dos candidatos a senador nacional -si el de Cambiemos o el de Unidad Ciudadana- obtuvo más sufragios. El proceso, en teoría, debería completarse antes de fin de mes, de acuerdo a los plazos establecidos por el cronograma electoral. Se estima que podría estar listo en unos diez días.

Lo cierto es que se advierte en las últimas compulsas electorales un comportamiento cada vez más responsable y maduro del electorado. La ciudadanía el domingo volvió a dar un nuevo testimonio de su compromiso con la democracia y disimuló, lo mejor que pudo, la marcada obsolescencia de un sistema electoral, anclado al pretérito sistema de boletas que debiera ser reemplazado por el del voto electrónico, entre otras reformas que faltan.

Se habla de avances republicanos, que obligarán a las instituciones y a los partidos políticos a ponerse a la altura de la responsabilidad cívica que exhiben los ciudadanos. Modernizar un trámite electoral desactualizado no sólo impedirá la presencia de chicanas y “picardías”, sino que contribuirá a consolidar un modo de vida basado en el respeto a la ley y a los derechos de todos.

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