La adopción de cuatro hermanitas y una historia de amor que nació en un minuto

“Hacía 12 años que estábamos esperando y todo ocurrió en un minuto. Ese jueves en que nos llamaron supe que era el día. Y después del primer minuto en que las vi, supe que ellas cuatro eran mis hijas”.

Del otro lado, esas cuatro criaturas de 2, 4, 8 y 10 años, cuando les dijeron que una nueva familia las iba a conocer, tal vez hayan sabido también en ese mismo minuto que Martín y Laura ya eran sus padres. Y esa certeza las chicas la pudieron confirmar apenas tres días después, cuando la mayor, llena de candidez, les preguntó a Laura y a Martín si los podían llamar “mamá y papá”.

La obvia respuesta del comienzo de esta historia sucedió en un Hogar de City Bell hace apenas dos meses, revolucionando y movilizando a varias familias de la Ciudad, amigos de la pareja que ante el abrupto crecimiento de la descendencia de los Sangiácomo-Fortunio decidieron comenzar a solucionar problemas comprando camas, colchones y ropa, y hasta a aportar ideas y materiales para ampliar la vivienda de la nueva familia múltiple.

LA HISTORIA DE MARTIN y LAURA

Martín Sangiácomo (41, abogado) y Laura Fortunio (35, empleada) se casaron hace 12 años en nuestra ciudad, vivieron primero en Ringuelet y desde hace 4 meses en un barrio cerrado de City Bell, donde están construyendo su casa. Y desde aquel entonces, comenzaron a soñar con agrandar la familia.

Pero pasaban los años y Laura no podía quedar embarazada. Y a los dos años de casados, comenzaron los tratamientos. De uno y otro tipo, pero ninguno prosperaba. Hasta que un diagnóstico anunció que las posibilidades eran ínfimas.

Fue por eso que, hace 6 años, Martín y Laura decidieron anotarse en el Juzgado de Familia Nº 5 de La Plata como postulantes a adoptar. “Una cosa no excluía a la otra -cuenta la pareja- si prosperaba alguno de los tratamientos, igual íbamos a adoptar”.

Sin embargo la espera se hizo larga y ni una cosa ni la otra sucedía. Fueron 4 años de ansiedades vanas.

“Nosotros nos habíamos anotado para adoptar un bebé, de 0 a un año -cuenta Martín-. Y si seguíamos en esa tesitura, podríamos seguir esperando muchos años más. Por eso en 2015, comenzamos a pensar en ampliar el rango de edad, y que también podrían ser dos chicos. Pensamos que de esa manera todo podría ser más rápido, pero tampoco tuvimos suerte”.

“Este mismo año -relata ahora Laura- fuimos por más, ampliamos la edad hasta 8 años y que pudieran ser hasta tres chicos”.

Así, hace dos meses, llegaría el llamado que les cambiaría la vida. El llamado fue del Juzgado platense para informarles que había una posibilidad, pero que eran cuatro criaturas y que la mayor tenía 10 años, cuatro hermanitas de 2, 4, 8 y 10 años. Que si les interesaba las podían conocer, pero que tenía ser con suma celeridad, en no más de 2 o 3 días.

Laura y Martín cortaron la comunicación aún estremecidos. Y comenzaron a consultar, a la familia y a los amigos. No era una decisión fácil, de nada a cuatro personas más era todo un tema.

“Pero el apoyo fue total, de todos -dice Martín-. Yo soy hermano trillizo y Laura también tiene dos hermanos, y tenemos muchos sobrinos, así que estamos acostumbrados a las familias numerosas. Pero el apoyo no fue solo de aliento, todos comenzaron a movilizarse para conseguirnos cosas, y así empezaron a llegarnos camas, colchones, ropa, y un amigo arquitecto ya se puso en campaña para ampliar la casa. Es increíble lo que han generado mis hijas”.

EL ENCUENTRO CON LAS CHICAS

Naty, Jazmín, Lorena y Luciana (los nombres no son los reales, los verdaderos no pueden revelarse por razones judiciales) estaban (y aún lo están por pocos meses más) internadas en un Hogar de City Bell. Pero antes, sus cortas vidas habían transcurrido en un verdadero infierno en el que no faltaban ni los golpes físicos ni las agresiones psicológicas. Inclusive una de ellas debió ser internada en un hospital ante un cuadro de hipotermia que puso en serio riesgo su vida. Fue la gota que rebasó el vaso de la Justicia luego de una serie de denuncias que llevó a la determinación final de quitar la tenencia a sus padres biológicos.

De la madre, poco más se supo. Y sobre el padre, pesa una orden de restricción de acercamiento hacia cualquier lugar en el que se encuentren las chicas, tres de las cuales ya están escolarizadas.

En el Hogar, el día en el que el Juzgado platense había autorizado el encuentro entre Martín, Laura y las chicas, psicólogos y asistentes habían preparado a las niñas, comunicándoles que iban a conocer a una nueva familia, que estuvieran tranquilas, y que la decisión de una futura vida en común sería exclusivamente de ellas.

La reunión duró poco más de una hora. Merendaron, y al salir Laura y Martín ya sabían que allí dentro estaban sus hijas. Y las chicas, que quienes se acababan de ir eran sus padres.

Los encuentros, al principio, se sucedieron tres veces por semana con autorización del Juzgado. Y durante las últimas vacaciones de invierno, todos los días. Y ya en la primer semana de encuentros, las chicas preguntaron si los podían llamar “mamá y papá”.

Actualmente, tras aquel primer encuentro ocurrido hace dos meses, Martín y Laura pasan a retirar del Hogar a la más pequeña, que todavía no va al Jardín, y a las tres restantes por la escuela. Todos juntos van de allí a la casa de los Sangiácomo-Fortunio, donde meriendan, juegan y cenan, hasta la hora del regreso al hogar, a las diez de la noche.

“Todavía nunca se quedaron a dormir -apunta Martín- pero seguramente eso va a empezar a ocurrir en los próximos días. Ya levantamos una pared provisoria para que las nenas tengan un lugar propio, pero la idea es construir prontamente cuatro habitaciones en el piso de arriba”.

“Estamos en la etapa que técnicamente se conoce como de “vinculación”. Los profesionales del Hogar y del Juzgado están realizando el seguimiento de las dos partes, pero todo va muy bien porque la integración ya es total”, relata Martín”.

“Cuando las vamos a buscar las cuatro nos están esperando con una ansiedad increíble -dice Laura- y no les gusta nada cuando les decimos que a la noche las tenemos que llevar de vuelta al Hogar, pero les decimos que para que puedan quedarse ya falta poquito, y así se van más tranquilas. Pero a nosotros también nos parte el corazón cuando se van”.

“Cuando termine esta etapa de vinculación -explica Martín- comenzará el trámite de adopción propiamente dicho. Eso dura aproximadamente unos seis meses, y a partir de allí ya seremos legalmente padres e hijos. Y en cuanto al tema del apellido, es una opción que quedará a elección de las propias chicas, si quieren llevar los nuestros o no”.

Más allá de lo legal, cualquiera que observe a esta nueva familia podría decir ya mismo que son padres e hijos felices. Y que el amor que mutuamente se demuestran, lleva mucho más que dos meses. Es un amor que nació en un minuto. Y que como en las películas, fue a primera vista.