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El país |ANALISIS

Choque con final abierto

Por Mariano Spezzapria

24 de Agosto de 2017 | 01:16
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La relación entre el Gobierno y la CGT se quebró. El diálogo que habían construido el presidente Mauricio Macri y varios popes sindicales, entre ellos Hugo Moyano, quedó reducido a cenizas luego de que la central obrera se embarcara en un plan de lucha que podría terminar con un paro general tras el encuentro del Comité Central Confederal programado para el 25 de septiembre.

En la Casa Rosada no salían ayer de su asombro por el anuncio realizado el martes por Juan Carlos Schmid, uno de los integrantes del triunvirato. Es que habían articulado una estrategia para frenar la marcha a la Plaza de Mayo, con la ayuda del sector de los Gordos, que aceptó el argumento oficial de que la manifestación no era oportuna tras la reciente victoria electoral de Cambiemos.

Paro la marcha se hizo igual y encima el moyanismo redobló la apuesta, en medio de una puesta en escena de los Camioneros. Esa fue la gota que rebalsó la paciencia de Macri, que de un plumazo decretó el desplazamiento de dos funcionarios que tenían línea directa con los gremios: el viceministro de Trabajo, Ezequiel Sabor; y el superintendente de Servicios de Salud, Luis Scervino.

En este último caso, trascendió que en el Gobierno ya le habían puesto la lupa cuando medió en un conflicto entre las prestadoras privadas de salud Swiss Medical y OSDE, en detrimento de la segunda, pese a que había trabajado para la primera. Scervino también dirigió la obra social del gremio Obras Sanitarias, que conduce José Luis Lingeri, con quien habló tras su desplazamiento.

Sin embargo, tanto Scervino como la dirigencia cegetista negaron que el funcionario haya sido puesto por los sindicatos –con acuerdo de Macri por cierto- a manejar la millonaria “caja” de las obras sociales. Pero lo que sí queda claro es que su reemplazante, Sandro Taricco, es un contador que supervisará cada peso que circule por el sistema y será menos amigable que su antecesor.

El nombre de Taricco y el de Horacio Pitrau, quien sucederá a Sabor en la Secretaría de Trabajo, surgieron de una reunión que ayer por la mañana encabezó el presidente Macri en la quinta de Olivos, de la que también participaron el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y sus subordinados Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. El nombramiento de Pitrau tampoco fue un gesto a los gremios.

Por el contrario, en círculos oficiales se interpretó que Macri buscó fortalecer así al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, quien lleva una línea más dura frente a las demandas sindicales. Al parecer, además, Sabor estaba distanciado de su jefe, deslizaron fuentes macristas. Pero sobre todo, el Presidente quiso que el mensaje le llegara en forma directa a Hugo Moyano. Y seguro que le llegó.

Moyano, que pese a sus problemas de salud no está retirado de la rosca sindical, tejió una muy buena relación con Sabor de la época en la que el funcionario dirigía la cartera laboral porteña. A tal punto, que mejoró su sintonía con el propio Macri –que le firmó todos los acuerdos con los recolectores de residuos- y se prestó a inaugurar un monumento a Perón en la campaña de 2015.

Pero ahora, aquella “luna de miel” entre ambos quedó atrás. Y no faltan quienes sostienen que el Presidente no atendió algunas demandas de Moyano, que recorren un amplio espinel: las estrictamente gremiales; las vinculadas al fútbol profesional (el jefe camionero preside el club Independiente) y otras menos expuestas, como el futuro de la empresa privada de correos OCA.

De allí que en el Gobierno se tienda a leer el discurso de Schmid –un moyanista de la primera hora- como un endurecimiento fogoneado por el jefe histórico del MTA. Como fuera, la pregunta que hay que hacerse ahora es si este sector de la CGT tiene la capacidad suficiente como para imponer la convocatoria a un paro general. O si los Gordos y los independientes lo pueden frenar.

Los tiempos electorales se mezclan –obviamente- con este mar de fondo en la relación entre el Gobierno y la CGT. De hecho, ayer la ex presidenta Cristina Kirchner se reunió con trabajadoras despedidas de la planta de Pepsico en Vicente López. Ya se sabe que las comisiones internas de base cuestionan el desempeño de altos jefes sindicales como Rodolfo Daer, de Alimentación.

El nombre de Taricco y el de Horacio Pitrau, quien sucederá a Sabor en la Secretaría de Trabajo, surgieron de una reunión que ayer por la mañana encabezó el presidente Macri

La ex presidenta había mandado a sus seguidores a la Plaza de Mayo el martes pasado. La CTA de Hugo Yasky y Roberto Baradel recibió de buen grado el plan de lucha anunciado por Schmid. También la corriente sindical que encabeza Sergio Palazzo, de La Bancaria. Pero esa confluencia es engañosa: los gremios más importantes están lejos de alinearse otra vez con Cristina Kirchner.

En el Gobierno, en tanto, creen que los conflictos sindicales benefician a Cambiemos en términos electorales. Pero no dejan de preocuparse por la imagen que trasciende las fronteras argentinas y llega a los grandes centros de decisión internacional. Los gremios, a su vez, actúan en defensa propia y se abroquelan frente a lo que consideran una avanzada que se gesta en la Casa Rosada.

En ese plano inscriben las intervenciones de los gremios de Portuarios y Canillitas. Y el avance de investigaciones judiciales sobre manejos discrecionales en las obras sociales sindicales, como una que puso la lupa sobre “facturas truchas” para engordar los reintegros por las prestaciones de salud. Demasiados motivos para pensar que se trata de un enfrentamiento con final abierto.

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