La “bandita de los nenes” atacó de nuevo en un local del Centro

Otra vez, dos chicos salieron a “jugar” al delito por el microcentro comercial de la ciudad. En este caso, el dueño del negocio al que entraron alcanzó a correr a uno de ellos para recuperar la plata que le habían sacado, aunque tuvo que desistir cuando dos testigos lo interrumpieron.

El robo se dio en un local de ropa femenina de 49 entre 8 y 9. Los dos nenes, de 10 y 12 años aproximadamente, entraron con decisión cuando vieron, poco después de las 14 de ayer, que al otro lado del mostrador había una chica sola: las empleadas suelen ser las víctimas que prefieren los menores que salen a robar.

Sin mostrar ningún arma, los chicos se repartieron por entre el local, a pesar de que la víctima se adelantó unos metros para intentar contenerlos. Sin embargo, no lo consiguió.

Uno de ellos subió por las escaleras hasta un primer piso, en donde encontró una mochila en la que el dueño del comercio guardaba unos mil pesos, que terminaron en las manos del intruso.

Mientras, “el otro daba vueltas por el local y hasta ofreció hacerlo bajar a su compañero”, dijo Verónica, compañera de la mujer que estaba atendiendo.

Los dos chicos salieron a la calle y detrás fue la empleada a pedir ayuda a los gritos. El dueño del local, que estaba cerca, salió a perseguirlos rumbo a calle 9.

“A uno lo alcanzó. Quería que le devolviera la plata y entregárselo a la policía”, explicó Verónica.

Sin embargo, hubo dos testigos que se lo impidieron: “Una agente de tránsito lo frenó diciéndole que lo soltara, y un hombre le tiró una piña”, con el mismo objetivo, señaló la joven.

Verónica cuestionó la actitud de ambos, al decir que la mujer “no tenía nada que ver” con lo que pasaba. Del agresor tuvo la sospecha que podría ser un familiar de los menores.

Al final de cuentas, ambos se esfumaron entre la gente que andaba a esa hora por esa esquina céntrica. El comerciante no pudo recuperar su plata.

La chica destacó que esos nenes “son los mismos” que suelen ver en todo el centro de la ciudad, con la actitud de robar o de provocar disturbios en locales.

“Esto no puede ser, porque además de robarte son capaces de apuñalarte o de hacerte algo. Me da indignación y bronca”, expresó Verónica, durante una entrevista con este medio.

Los menores que asaltaron ese comercio fueron filmados por las cámaras de seguridad del comercio. Aunque por su inimputabilidad, el material no tiene validez para que la policía investigue lo sucedido.

“jugar” al delito

De los 200 chicos de menos de 18 años están hoy en situación de riesgo en la ciudad, emerge un grupo muchísimo menor, pero también más visible: la de los nenes y adolescentes que salen a robar.

Son una “bandita” y la integran pibes de entre 8 y 12 años. De base son dos o tres, pero también suelen verse algunos más con ellos. Hoy por hoy, se destacan por haber cometido un número indeterminado de robos, disturbios o destrozos en negocios del centro comercial.

En 49 entre 8 y 9, enfrente de donde actuaron ayer, entraron a robar en otro local de ropa. Y lo mismo en una zapatería de 9 y 49. Los dos casos se registraron en el transcurso de este mes.

¿Roban por hambre? Por lo general no, según coinciden expertos en trabajar con menores y funcionarios judiciales de ese ámbito. Lo suyo más bien pasa por una cuestión intrínseca a su edad.

“El comportamiento de los más chicos tiene que ver con querer sacarle algo a otro. Es una conducta infantil, casi de juego. Claro que peligrosa, hacia ellos y los demás”, analiza la titular de Niñez comunal, Rita Figliozzi.

En uno de esos casos actuaron delante de la empleada y no esgrimieron un arma. Sólo mostraron la jactancia de moverse impunemente por el local, mientras la desafiaban: “Dale, llamá a la policía”.

Para la chica que atendía un local de decoración cercano a 5 y 51, los tres nenes aparentaban edades menores a las que reconocen oficialmente: cinco, ocho y 14 años. Ellos ingresaron y dieron vueltas, para después pasar a “agredir y escupir”. “Siempre se meten donde ven mujeres solas. A veces no roban, solamente tiran piedras al frente del local”, dijeron en ese comercio.

¿Se trata de chicos sin casa? Por lo general no. “Ellos tienen un domicilio pero es un lugar que no los aloja. Están expulsados de ahí por motivos familiares. Tienen una historia detrás en la que no fueron contenidos ni recibieron afecto de sus padres. Y eso se hace una cadena”, opina Figliozzi.

“No roban para comer”, insiste la directora de Niñez, sino que “lo que consiguen se lo gastan en ropa o en algún accesorio para una bicicleta. A su casa no llevan ni un centavo”.