“Soy cero fanfarrón”

Si quieren llevar un contador, lo pueden hacer. Porque Alejandro Gardinetti asegura que en una hora y cuarenta y cinco minutos va a contar 350 chistes, y algunos más de yapa “por las dudas”. El humorista platense, uno de los más queridos de La Plata, volverá este fin de semana a su ciudad natal, en medio de una agenda recargada entre la radio, y sus presentaciones en la televisión nacional e internacional.

“Siempre te quejás, pero llenás siempre”, es la chicana que con cintura esquiva Gardinetti, y aclara “soy muy cuidadoso, y cero fanfa”. La charla se lleva a cabo en medio de la redacción, en donde cada dos por tres un saludo al “maestro” interrumpe el diálogo y el análisis de la situación no puede esperar.

“Sí, me lo hacen saber”, dice, y hasta con vergüenza, ante el comentario de que la gente en La Plata lo aprecia, derribando el mito de que nadie es profeta en su tierra. De hecho, cada vez que se presenta en La Nonna, a donde volverá mañana desde las 21, termina agregando funciones “a pedido del público”, un pedido que muchas veces es inventado pero que en este caso -podemos dar fe- es real.

“Con lo del Martín Fierro noté que la gente me quería, viví una sensación que nunca pensé en vivir. A los dos o tres días de la entrega, entré en un restaurante y el mozo me empieza a felicitar y a aplaudir, y todo el mundo se sumó al aplauso. Yo no lo podía creer”, recuerda con nostalgia aquel episodio que, en ese momento, se clavó en su corazón.

Nominado en cinco oportunidades al máximo premio que otorga la radio y la tevé nacional, y el que ganó en 2012 en su quinto intento, Gardinetti tiene a cargo el espacio de humor en Radio Continental, de 9 a 13, con Maxi Montenegro y Gastón Recondo; y los domingos participa en el ya mencionado programa de Telefé. En las próximas semanas, el humorista local realizará su viaje anual a Colombia, en donde graba para un programa de la Cadena Caracol rutinas de cuatro minutos que se emiten durante la temporada. “Por eso tengo que llevar muchos trajes y camisas, porque se van pasando a lo largo de todo el año, y no puedo tener la misma ropa”, bromea.

Gardinetti empezó su carrera en el medio, hace treinta años, de la mano de la imitación, un rubro que desarrolló durante poco tiempo porque entendió que era una profesión que tenía techo. “Imitaba a Verdaguer, Marrone pero lo dejé de hacer porque con la imitación no te podés renovar, te quedás estancado en esos personajes, y más que parecerse a los originales no podés hacer”.

Aprovechando su histrionismo y gestualidad, se pasó de bando y recayó en el chiste, hasta convertirse en un referente. “En Argentina funcionan todos los géneros de humor pero el chiste tiene una inmediatez que no lo tiene nada”, destaca.

Caracterizado por contar una gran cantidad de historias en poco tiempo, una práctica que ejerce los fines de semana cuando a pedido de Gerardo Rozín tira más de treinta por minuto en “La peña de Morfi”, Gardinetti cuenta que siempre fue memorioso -se acuerda hasta el número de la patente de su primer auto- y dice que su gran miedo, mientras está en escenario, es el de repetir que “el 152 sea el mismo que el primero”.

Por eso, y con el perdón del público, se “machetea” los bloques en los que divide el espectáculo, bajo las temáticas gallegos, borrachos, matrimonios, nenes y más, entre los que descarta temáticas que considera sensibles como el fútbol o la política. “Ahora hay que tener mucho cuidado porque la mentalidad cambió muchísimo, y siempre te pueden acusar. Por eso es mejor evitarlos”, asegura, quien entiende que “no hay chistes a favor: El chiste te hace reír por eso, porque le encuentra el defecto a todo. Si hubiera buen gobierno no habría humor político o el fútbol mismo, nadie se ríe del equipo que salió campeón. El humor es eso”.