Una vida en las orillas

Una mujer se resiste a vivir una vida que no esté guiada por su deseo: vive con sus perros alejada de la ciudad, no maneja dinero, no habla. Pero tampoco es una existencia aislada, o solitaria. Las razones que la llevaron a elegir esa resistencia se encuentran elididas: todo es misterio, potencialidad, alegoría, ballena blanca. Hablar de resistencia, incluso, es intentar encasillar la experiencia de esta misteriosa “mujer de los perros” a las dicotomías que construimos nosotros, los habitantes del mundo de la ciudad, el dinero, la palabra.

“La mujer de los perros” es en este sentido una película vital, que procura desmarcarse de fórmulas y categorías de modo consciente, pensar otras formas de cine posible: el personaje de Verónica Llinás, codirectora de la cinta junto a Laura Citarella, podría servir de símbolo a la resistencia planteada por El Pampero Cine

MODOS DE HACER

“Hay algo del trabajar con lo que uno tiene a mano, con las herramientas que se tienen, resolver según las limitaciones, una forma de economía que se parece mucho a la manera que uno tiene de trabajar”, dice la cineasta platense sobre los paralelismos, y agrega que “también hay un lugar político del personaje, que sin ser asocial, tiene un tiempo propio y un deseo muy claro, que toma decisiones en función de eso. Es un poco lo mismo que hacemos nosotros: luchar contra la estandarización de esas cosas. Lo más importante es que es libre en el sentido de que es libre porque decide lo que quiere y lo que no quiere”.

El gobierno de ese tiempo propio es una de las premisas del colectivo de El Pampero, que acaba de terminar de rodar “La Flor”, cinta de nueve horas de duración filmada durante ocho años; “La mujer de los perros”, contada en cuatro estaciones, llevó dos años de filmación, algo imposible de hacer en los tiempos acelerados de la industria y en el marco de su búsqueda de eficacia.

Y, explica Citerella, este método alternativo de trabajo permite que otro cine emerja, que respire y se encuentre en el rodaje: “La manera de trabajar modifica el material: en la industria vos tenés un diálogo constante entre el apuro y el dinero, tenés que ser efectivo a la hora de filmar películas. No tener ese esquema hace que uno pueda experimentar de otra manera”.

“Y estos procedimientos llevan a lugares muy diferentes, de originalidad: todo lo otro se termina pareciendo mucho, porque muchos proyectos quedan encerrados en estructuras de producción y de realización muy rígidas”, agrega. “Si una película tiene una necesidad determinada, no se tiene en cuenta: hay que hacer encajar esa película en un esquema prearmado. Acá, hay algo de que las películas aparecen y uno va haciendo según lo que esas películas piden”.

Justamente, los paralelismos entre la ficción y sus modos de producción “no son algo intencional, no quisimos hacer una película metafórica”; sino que son una de las apariciones que se surgieron en el rodaje que comenzó con una idea de Llinás, que buscaba un desafío actoral diferente.

“Ella pensó, escribió algunas cosas y cuando nos juntamos empezó un trabajo de descubrir esa película filmando: había escenas y secuencias, pero había algo del tono de la película que no estaba tan claro, como por ejemplo el tema del silencio del personaje. En el rodaje nos pareció que había algo de la voz que nos hacía ruido. Es un personaje misterioso y la voz rompía un poco el hechizo”, cuenta la directora local.

El resultado de la cinta es así “una mezcla de lo que pensamos antes y lo que descubrimos en el camino. Es una forma que me interesa para trabajar: partir de una sospecha y en el camino encontrar no respuestas, porque las preguntas llevan a otras preguntas, pero sí ser permeable a las posibilidades que ofrece la película, a las cosas que van apareciendo”, ratifica Citarella.

PALABRA E IMAGEN

La resistencia es así vitalidad, escape de las fórmulas petrificadas: la resistencia, otra vez, de El Pampero y la mujer de los perros. “Hay algo del personaje que está ligado a la vitalidad, no a la desolación. A elegir la vida que quiere vivir, algo que es muy difícil, porque el mundo está cada vez más armado para que uno le sea más fácil ir comprando pequeños paquetes de vida”, explica la cineasta y profesora de la Universidad Nacional de La Plata, y agrega que “se trata de un personaje que se parece a esa naturaleza en la que vive, a la de sus perros: viven un presente muy profundo, y no tienen neurosis, pasado, una explicación de por qué están ahí”.

Esa falta de pasado fue construida desde la génesis del proyecto, contra ciertas tendencias de la ficción contemporánea, pensando el cine “más desde la superficie: hay mucha burocracia guionística, más ahora con las series, todo tiene que ver con la temática, con los psicologismos, con cosas que no tienen que ver con el trabajo de la imagen, y al público le gusta cada vez más esa cosa intrincada, esa trama compleja, y le cuesta cada vez más sentarse y experimentar una relación completamente nueva con una imagen. Y lo que para mi no tiene que hacer el cine es prestar elementos para que el público opere de esa manera interpretativa: por eso no se pusieron elementos del pasado en la película”, revela.

Citarella cuenta incluso que buscando financiadores, al mostrar el guión “nos insistían con que pusiéramos fotos del pasado, porque ‘eso a la gente le gusta’, y nos parecía como una burocracia dentro del guión: una película que está tan comandada por el presente, por las imágenes, por esa vitalidad, de repente nos daba a muerte darle una explicación, le quitaba misterio. Y le hubiera hecho mal, se hubiera interpretado desde el presente argentino, cualquier pelotudez”.

CINES ARGENTINOS

Esas tendencias observa Citarella hoy en ciertos cines argentinos. El cine de Hollywood, dice, “de última es entretenimiento: vas al cine y comés pochoclos y no te importa hacer ruido, es clarísimo lo que es. Que eso esté estandarizado no me molesta porque entiendo que es la venta de una mercancía, que tiene que llevar espectadores a una sala y demás”, explica; y “aunque me parezca una aberración que el cine haya terminado en un lugar de mercancía, me preocupa que pase con el cine independiente, o de resistencia, que aparentemente es libre y genera aperturas en el lenguaje, “el buen cine” que compra la clase media, pero vos ves que filman con cámaras que se ven todas iguales, que no hay riesgo, que no hay luz, que no hay actores que rompan con los estereotipos...”

“Eso me parece más complejo: cierto tipo de cine autoral, boutique, que está en los festivales, y que es una repetición de ese mainstream, pero juega con cierta profundidad y experimentalidad, pero después uno las ve y son películas retrógradas”, dispara.

“Las películas que nosotros hacemos intentan ser rupturistas, pelearse con la vigencia y la moda, repensar todo el tiempo el cine para mantenerlo vivo”, explica Citarella: su “La mujer de los perros”, junto con otras cintas de El Pampero Cine, se encuentran disponibles este mes en la plataforma on demand Mubi.

Pedro Garay