Propósito de enmienda

Escribe Monseñor
DR. JOSE LUIS KAUFMANN

Queridos hermanos y hermanas.

Una vez que el cristiano llega al sincero arrepentimiento por la comisión de sus pecados personales, así como por la omisión del bien que debía hacer, con un profundo pesar por haber ofendido a Dios por Quien vivimos y que nos ama infinitamente, surge la necesidad de hacer el firme propósito de no volver a pecar más y enmendar la propia vida.

Eso no quiere decir que no sufriremos tentaciones. Es más: en tanto que nos proponemos mejorar, las dificultades para lograrlo serán mayores. El mismo Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, en Quien no podía haber ni vestigio de pecado alguno, fue tentado tres veces en el desierto (cf. Mt 4, 1-11; Lc 4, 1-13). Nosotros, que somos limitados y propensos al pecado, tendremos que luchar toda la vida contra las más variadas tentaciones. Por eso, al enseñarnos a rezar el Padrenuestro, Jesús nos insinúa que seremos tentados, pero también nos alienta a confiar en la ayuda divina: “no nos dejes caer en la tentación” (Mt 6, 13); y en otra parte exhorta a sus Apóstoles: “oren, para no caer en la tentación” (Lc 22, 40).

El propósito de enmienda, entonces, consiste en una firme resolución de no volver a pecar, de no ceder a los placeres que se nos presenten como buenos, cuando en realidad no lo son; y si, por desgracia, volviéramos a caer, tendremos que recomenzar cuantas veces sea, hasta enmendarnos y ordenar adecuadamente nuestra vida según los designios de Dios, a cuya imagen y semejanza fuimos creados.

El firme empeño de no pecar más debe conllevar la decisión de evitar las ocasiones peligrosas y cercanas, de modo que el entorno o ambiente favorezca el cumplimiento de los buenos propósitos. Cada uno debe exigirse en generar las condiciones para que sea posible la realización de la enmienda. Dicho de otro modo: “cuando quieras dejar el pecado cumple tus propósitos, pero no te expongas al mal”.

En el antiguo Israel, Dios le dice a su Pueblo: “Conviértanse y apártense de todas sus rebeldías, de manera que nada los haga caer en el pecado. Arrojen lejos de ustedes todas las rebeldías que han cometido contra mí y háganse un corazón nuevo y un espíritu nuevo” (Ezeq 18, 30-31)

Las características de todo buen propósito de enmienda son: la firmeza, la eficacia y la generalidad.

El empeño de no pecar más ha de ser firme, es decir, sincero, que lleve a luchar para permanecer en el buen propósito. Esto no excluye el temor de pecar; todo lo contrario, es saludable reconocer la propia debilidad y buscar la ayuda de Dios, que nunca ha de faltar.

Asimismo ha de ser un propósito eficaz, que pone los medios adecuados y evita las ocasiones perniciosas. Sin los medios aptos no se obtiene el fin propuesto.

Finalmente, el buen propósito para salir del pecado ha de ser general, que excluye todo pecado. Esto no quiere decir que sea necesario hacer un propósito por cada pecado sino en general de no querer cometer ningún pecado. Con todo, conviene poner el acento en el pecado más arraigado.

Si bien nuestro propósito ha de ser concreto y decidido, siempre será necesario contar ante todo con la gracia de Dios, como encontramos expresado en el llanto de Israel: “Conviérteme y yo me convertiré, porque tú, Señor, eres mi Dios” (Jer 31, 18).

¡Que sepamos ser dóciles a los propósitos que Dios nos inspira!