Dormidos y despiertos

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El lunes último el futbolista Alexis Zárate, jugador del club Temperley, fue condenado a seis años y medio de prisión por el delito de abuso sexual agravado contra Giuliana, una joven de 22 años. El ataque fue en marzo del 2014, en el departamento de Nico Pérez, también futbolista, como Martín Benítez, novio de Giuliana. Los cuatro venían de una trasnoche de champagne y risas. Es gente de sueño pesado. Giuliana y Martín, tras hacer el amor, se quedaron dormidos. En algún momento -según relató la víctima- Zárate se metió en la cama y abusó de ella mientras el novio dormía a su lado.

La agresión fue probada. Tanto es así que los otros dos nunca la negaron, sólo se limitaron a pedir a Giuliana que no hiciera la denuncia. Temían que se desatara un escándalo y les complicara la carrera. La pobre chica, tras esa noche aciaga, cargó no sólo contra el canalla aprovechador. También en sus SMS acusó a su pareja, Martín, de querer “cubrir” a ese mal compañero que, de visitante y con novia ajena, encontró la forma de mantenerse bien despierto.

La idea de ensayar festejos y besos ha estrechado mucho la camaradería en los vestuarios. Y algunos llevan muy lejos la idea de pertenencia y el trabajo en equipo. Cuando los resultados no se dan, los jugadores suelen buscar, tierra adentro, lo que el verde les niega. Lo que se sabe es que la muchacha fue al departamento muy tranquila y por el arrebato de un loquito tuvo que abandonar el lugar, abusada y desconsolada. Fue una noche con futbolistas y un amanecer con abogado.

Giuliana el lunes lloró aliviada después de escuchar la condena. La pobre chica denunció al abusador y de paso lanzó tiros de emboquillada contra el dormilón novio que no escuchó nada. La justicia ya condenó a Alexis y ahora quiere averiguar si Benítez se durmió demasiado.

DESPIERTO Y DESCONFIADO

La Corte Suprema de Justicia determinó que espiarle el Facebook, el correo electrónico y la lista de contactos del teléfono celular a la pareja, es un delito federal. El máximo tribunal resolvió así una cuestión de competencia entre dos tribunales que pugnaban por un expediente en el que una mujer denunció a su pareja por una supuesta situación de celos. Cada noche, el hombre, con las claves a su disposición, se quedaba despierto, gozando y padeciendo las aventuras de su novia.

La Corte tomó nota de que los amores vigilados están de moda. Saben que todo cónyuge es observable. Su escrito es un severo aviso para quienes pretendan controlar los dispositivos informáticos de sus cónyuges.

Giuliana festejó que hayan condenado a su abusador y de paso tiro de emboquillada contra su dormilón novio. La justicia ya condenó a Zárate y ahora quiere averiguar si el novio se durmió demasiado

Los celos siempre dan que hablar. Ni psicólogos ni románticos ni abogados se ponen de acuerdo. Todos admiten que es una pasión indomable que no entra en razones. Calcula y siempre para el peor lado. A veces acierta, pero siempre duda, desequilibra y lastima. Hoy las pantallitas han pasado a ser aliado y verdugo del desconfiado de turno. La idea del otro como contrincante está en la base de cualquier pasión. “Todos somos celosos porque todos nacemos con dos miedos: a la pérdida y al ataque”, ha dicho la psicóloga Mimí Pugliano.

El pronunciamiento la Corte reactualiza el viejo tema del derecho a la intimidad como valor innegociable. Pero también deja ver el catálogo de facilidades que tienen tramposos y celosos con tanto aparatito demandando mensajes. Antes la gente se portaba mejor o la espiaban menos. El escrito de la Corte Suprema, que federaliza el afán enfermizo de los sospechadores, reabrió el debate sobre la revolución tecnológica y la intimidad, cada vez más desprotegida. Se ha hecho común que los damnificados exijan sanciones penales para sus compañeros sentimentales. La Corte tomó nota de que los amores vigilados están de moda. Pero su escrito es un severo aviso para quienes pretendan controlar los dispositivos informáticos de sus cónyuges. Los supremos por las dudas no se meten en las aguas profundas de los corazones con dudas. Saben que todo cónyuge es observable. Pero hay tanto trabajo atrasado en la superficie, que no hacen tiempo para andar fallando alma adentro. Lo que hicieron es desalentar a los espías amorosos. La intimidad es sagrada. Si duda de su pareja, habrá que arbitrar otros recursos, pero nada de invadir pantallita ajena. Que cada uno gestione sus celos como puede, aunque García Márquez le dio mucha esperanza a los desconfiados: “los celos -dijo- saben más cosas que la verdad. Quiere decirse que la verdad oficial se atiene a los hechos concretos y los celos son una forma de la intuición y por eso llegan más lejos y pueden anticipar lo que todavía no ha ocurrido pero ocurrirá más tarde. Se entiende que los celos, por intuitivos, presienten lo venidero, superando así el testimonio de lo que estamos viendo”.

Los periodistas de investigación han exaltado tanto la idea de andar husmeando para obtener réditos y culpables, que los novios inseguros redoblan el control en busca de primicias dolorosas. Se ha dicho que espiar es más un aviso de castigo que un castigo. Pero hay tanta corrupción, tanto tráfico de mentiras y tantos bultos con dólares dando vueltas, que esto de espiar a la novia humaniza mucho el espionaje.

(*) Periodista y crítico de cine