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La admirable historia del chico de la villa que llegó al Teatro Colón

Se llama Lucas Velázquez y de niño convivió con el drama de su padre preso y los estigmas sociales por vivir en un barrio extremadamente carenciado

La admirable historia del chico de la villa que llegó al Teatro Colón
15 de Enero de 2018 | 15:40

Lucas Velázquez tiene 20 años, vive en la Villa 1.11.14 del Bajo Flores y hace apenas unos días le llegó el contrato para integrar el plantel de músicos del prestigioso Teatro Colón. Su historia no hubiese trascendido tanto si no fuera que es hijo de un hombre que estuvo preso y pasó buena parte de su vida sumido en el bajo mundo de la delincuencia.

Frente a una juventud de estigmas y cargada de etiquetas por la triste situación de su papá, que ineludiblemente le tocò afrontar de cerca, y por vivir en un asentamiento "villero", Lucas se especializó en el contrabajo y esa fue su más firme herramienta para salir adelante y vencer el qué dirán.

"Mi mamá estaba en un velatorio, acá mismo, en el Bajo Flores, cuando empezó a tener contracciones. Mi papá no pudo ir al hospital, hacía un tiempo que estaba preso. Así empieza mi vida", contó Lucas sobre sus orígenes.

Lucas no deja nunca de acordarse que durante su aprendizaje del instrumento, en medio de los sueños por consolidarse como músico profesional, escuchó un sinfín de comentarios sobre su persona, a los que logró e imponerse sobre la base de trabajo y mucho esfuerzo . "Este también va a ser chorro", "de tal palo tal astilla", "que las manzanas podridas no pudran al resto", son algunas de las frases que recuerda.

Sobre esto expresó: "Cuando era chico, las etiquetas me afectaban mucho. En la escuela decían: 'Cuidá tus cosas que éste viene del Bajo Flores'; yo lo escuchaba. No entendía lo que estaba pasando en mi casa pero sí que cuando la maestra preguntaba: ¿De qué trabaja tu papá?, yo no sabía qué contestar".

Por su parte, su mamá también recordó esa época: "Yo había vivido en una mentira. Yo me di cuenta de que mi marido no trabajaba en el correo recién cuando lo detuvieron".  Lucas dijo que un compañerito del colegio le decía que su papá robaba pero que no creía en lo que le decía: "Me gustaba la mentira, me gustaba pensar que teníamos los mismos problemas que los demás chicos. No sé, si les habían regalado la Play anterior y no la última, por ejemplo", dijo.

Más allá de la relación de su papá con el delito, lo cual Lucas asumió con el paso del tiempo, destacó el amor que aquel le tenía: "Yo veía que mi papá no había tenido oportunidades ni contención, pero yo sí las tenía. Lo tenía a él, que a pesar de todo me quería. No era el chorro que muestran las películas, al que no le importaba nada. Yo además tenía el apoyo de mi mamá".

La lectura y la música fueron sus mejores refugios en esos tiempos difíciles. De niño comenzó a leer a Kafka y una compañera del colegio le enseñó a tocar la batería. El quería aprender un instrumento, pero la necesidad lo llevó a salir a trabajar y tener que ganar su dinero para sobrellevar la pobreza.

Su vida cambió cuando alguien del barrio le dijo que abriera los ojos y se integrara a una orquesta que funcionaba en el barrio. No lo dudó. Su mamá lo anotó y allí se encontró por primera vez con un contrabajo, que a su lado parecía gigante.

"Empecé a vivir entre dos mundos. Volvía al barrio y les contaba a los chicos que me había convertido en músico pero ellos me decían: '¿y de qué vas a trabajar?'. Porque en estos barrios de emergencia trabajar es romperte la espalda, eso hacen los hombres", recuerda.

La primera gran satisfacción que le trajo este instrumento fue a los 14 años, cuando salió becado para viajar a Alemania. Fue a partir de un programa del gobierno porteño que ganó junto a otros 9 niños. "Leyeron uno a uno los ganadores. El último era yo. No lo podía creer. Me tuvieron que agarrar el contrabajo porque casi me desmayo", contó Lucas.

Más allá de la gran experiencia, a su regreso Lucas siguió luchando y continuó almorzando en un comedor comunitario junto a sus hermanos. Luego, lamentó la muerte de su tío y la de su padre 3 años después, en cuyos velatorios tocó una Elegía (un lamento) y una melodía de Bach. "Era como una canilla que había estado tapada. Con la música, todo lo que sentía, fluía", expresó.

El primer contacto que mantuvo con el teatro Colón había sido unos años antes cuando un profesor suyo lo llevó a ver la obra "Onegin, el ballet", con música de Tchaikovsky.

Lucas rememoró: "Esa vez, mi mamá me puso un traje de mi papá, tuvo que achicarlo todo porque yo iba a la primaria. Recuerdo que iba al Colón y miraba para arriba, donde está la cúpula. Escuchaba a los chicos del coro y no sabían dónde estaban, sentía que eran ángeles que me estaban rodeando".

En el año 2015 Lucas dio otro gran paso al integrarse al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Fue difícil. "Yo misma le decía que esas cosas eran para la gente de plata", cuenta su madre. Además de lo económico, Lucas audicionó mal. Las clases particulares rondaban los 500 pesos y no tenía esa plata. La única forma de perfeccionarse fue practicar solo en su casa, grabarse, escucharse, encontrar los errores y volver a intentarlo. Así volvió a audicionar hasta que finalmente aprobó.

"Muchos tenían contrabajos de 200.000 pesos, sus padres les alquilaban un departamento para poder estudiar en la Capital, sabían idiomas y tenían dinero para pedir comida. Lucas tenía un contrabajo chino prestado (de 20.000 pesos), se subía al 44 y lo bajaban: los choferes le decían "no pibe, con eso no. Pedite un flete o tomate un taxi", contó la mamá de Lucas. El dice: "Yo iba igual. A veces llegaba tarde o me cagaba de hambre, pero yo iba igual".

Otro traspié que logró superar Lucas fue el robo de su instrumento una noche que volvía a su casa. "El día que cumplí 19 años terminé tirado ahí en el piso, con la bota de un policía sobre mi cabeza", recordó. Para colmo un profesor le decía "sos un vago, estás siempre desconcentrado".

Más allá de los estigmas sociales siguió adelante y llegó a tocar en Brasil con la orquesta del Colón en el Teatro Coliseo con el "Lago de los Cisnes", bajo la dirección de  Iñaki Urlezaga. Además está a punto de salir de gira por Mar del Plata. Para Lucas "el esfuerzo no es físico, es mental, porque la cabeza te quiere comer todo el tiempo".

El nuevo objetivo de Lucas será aprender alemán, y para lograrlo ya se anotó en el Centro universitario de Idiomas de la UBA.

"Tanto ellos como la gente de las orquestas me cambiaron la vida: me mostraron que sí había otro camino. Quisiera que acá en los barrios las ONG pudieran estar más conectadas y que se capacite a las maestras para que no etiqueten a los chicos con padres detenidos. Siempre pienso en ese chico de la primaria que tenía a los dos padres presos. Hoy lo veo todo drogado, con una 22 en la cintura y me pregunto: ¿qué habría sido de su vida si no lo hubieran convencido de que estaba condenado a ser un chorro?", reflexionó.
 

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