Por qué viajar en avión expone a más radiación que trabajar junto a un reactor nuclear

Volar a varios kilómetros de la Tierra nos despoja parcialmente del escudo protector de la atmósfera y expone a las células

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Hay una razón por la que el Departamento de Salud de EE. UU. clasifica a las tripulaciones de vuelo como trabajadores expuestos a la radiación. Cuando vuelas, te sometes a una dosis de radiación más alta de lo habitual por efecto de los rayos cósmicos, y se prevé que esta dosis aumente en la próxima década a medida que se reduzca la actividad solar.

Volar a varios kilómetros de la superficie de la Tierra puede ser el método más cómodo, rápido y en muchos sentidos seguro de viajar, pero también nos despoja parcialmente del escudo protector de la atmósfera, dejando a nuestras células más expuestas a la radiación del espacio exterior.

Estamos hablando de los rayos cósmicos: partículas subatómicas de alta energía que viajan por el cosmos a velocidades cercanas a la de la luz. No podemos verlas, pero a cada instante se estrellan contra la atmósfera desde todas las direcciones. Provienen de eventos muy energéticos como los agujeros negros o las colisiones de estrellas, y se consideran ionizantes porque en contacto con la atmósfera producen un tipo de radiación que puede extraer electrones de los átomos con los que interactúa, lo que tiene el potencial de causar daños permanentes en nuestras células y aumentar el riesgo de contraer un cáncer u otras enfermedades.

Las tripulaciones aéreas tienen, de media, la dosis de irradiación anual más alta de todos los trabajadores expuestos a la radiación ionizante.

A pesar de esto, los rayos cósmicos no son peligrosos para los humanos en la superficie de la Tierra: la atmósfera y el campo magnético del planeta nos protegen. A nivel del suelo estamos más expuestos a la radiación terrestre, otra forma natural de radiación ionizante que proviene de los materiales radiactivos de la propia Tierra. Sin embargo, si volamos frecuentemente a altas latitudes, la radiación cósmica puede ser más peligrosa que la que produce un reactor nuclear o una máquina de rayos X.

La radiación se mide en milisieverts (mSv). Sabemos que una persona que vive a nivel del mar está expuesta a unos 0,2-0,4 mSv al año de radiación cósmica, mientras que un tripulante de vuelo está expuesto a unos 3 mSv. Tan solo los astronautas de la Estación Espacial Internacional quedan más expuestos, con 4,3 mSv de irradiación cósmica en la piel, y por eso la NASA no permite que pasen más de un año en órbita.

¿AFECTA AL VIAJERO FRECUENTE?

¿Te afecta esto como viajero frecuente? Probablemente no. Se sabe que los niveles de radiación aumentan cuanto más te acercas a los polos, y disminuyen a medida que te acercas al ecuador. Un vuelo de 12 horas y media a altas latitudes equivale a un examen de rayos X, pero si vuelas a latitudes medias o bajas -lo normal en vuelos transoceánicos- tendrías que pasar entre 25 y 100 horas en el aire para igualar esa dosis. (Puedes calcular a cuánta radiación te expone un determinado vuelo con esta calculadora de la Administración Federal de Aviación de EE. UU.).

La cosa cambia si eres piloto o auxiliar de vuelo. Según el Consejo Nacional de Protección contra la Radiación de EE. UU., las tripulaciones aéreas tienen, de media, la dosis de irradiación anual más alta de todos los trabajadores expuestos a la radiación ionizante del país. Eso significa que reciben más radiación que las personas que trabajan junto a los reactores nucleares (algo que no debería sorprendernos puesto que, hoy en día, las centrales nucleares son muy estrictas con sus procesos, y muchas de las tareas que podrían provocar una exposición son realizadas por robots).

Paradójicamente, y aunque la NASA sea extremadamente cautelosa con la exposición a la que se enfrentan los astronautas, no existe un límite oficial que rija la exposición de los pilotos y auxiliares de vuelo. Esto es porque no se sabe con exactitud qué niveles de radiación cósmica son seguros: hay muy pocos estudios en humanos sobre el tema, y la mayoría ha examinado a supervivientes de bombas nucleares y personas sometidas a radioterapia.

El asunto podría adquirir una mayor relevancia durante la próxima década, con el llamado “ciclo solar mínimo” en el que se reducirá la actividad solar. Con el Sol menos activo, más partículas cósmicas llegarán a la Tierra sin ser desviadas por el viento solar, lo que dejará más expuestos a los tripulantes de los aviones. Las circunstancias podrían llevar a las aerolíneas a modificar algunas de sus rutas o cancelar vuelos en para evitar una sobreexposición de sus empleados a los peligros de la radiación cósmica.

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