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Opinión |PUNTOS DE VISTA

Brasil y una izquierda que atrasa en el tiempo

Brasil y una izquierda que atrasa en el tiempo

Brasil y una izquierda que atrasa en el tiempo

FERNANDO ENRIQUE CARDOSO

11 de Febrero de 2016 | 03:03

E l castillo de arena de las grandezas de las políticas de Luiz Inácio Lula da Silva y la política del Partido de los Trabajadores (el lulo-petismo) se está derrumbando bajo el soplo de la crisis económica y del escándalo de la operación “Lava Jato” (un esquema de lavado de dinero que utilizaba una red de lavanderías y gasolineras para mover los valores de origen ilícito), como tantas veces escribí. En medio del desmoronamiento, el lulo-petismo trata de emborronar la vista de quienes presencian su caída diciendo que no se trata más que de una conjura “de derecha” para desacreditarlo por ser “de izquierda”.

Para desmontar la farsa, vale la pena leer la entrevista dada a la revista “Veja” la semana pasada por José de Sousa Martins, importante sociólogo por encima de la sospecha de ser “de derecha”.

Martins dice que, en el caso del Partido de los Trabajadores (PT), la dicotomía derecha-izquierda proviene de la metamorfosis del pensamiento católico, que separa los buenos de los malos. Hay en la matriz del petismo un reduccionismo que transforma a los adversarios en enemigos y que tiene dificultades para lidiar con los matices de opinión. Es a esa matriz adonde el lulo-petismo quiere regresar, ahora como farsa.

Sobre la “izquierda” y la “derecha” en Brasil, hace años que repito una frase que la oí al historiador brasileño Sergio Buarque de Holanda (Sao Paulo, 1902-1982) cuando examinaba una tesis de docencia libre sobre la política brasileña en el imperio. En el trabajo, el autor confrontaba el pensamiento liberal, conservador y progresista.

Buarque de Holanda, refiriéndose a un personaje simbólico de nuestros conservadores en aquel periodo, le preguntó con cierta ironía al candidato: ¿Usted cree que Bernardo Pereira de Vasconcelos leía a Edmund Burke (un clásico conservador inglés, que veía con malos ojos la revolución francesa)? No, respondió el propio Buarque de Holanda, él no era un verdadero conservador, no defendía ideas; él era apenas un “atrasado”. Buena parte de los actuales discípulos del lulo-petismo tampoco son de izquierda, solo defienden o creen en nociones atrasadas.

Pero la disputa política no es una batalla para ver quiénes son los mejor informados. Esta siempre implica percepciones. Así, el cliché de “los pobres contra los ricos”, por más que sea tosco, puede funcionar. Del mismo modo puede seducir a mucha gente el embuste de que la operación “Lava Jato” sea una maniobra para perseguir a los desheredados de la tierra en favor de los poderosos, como si en estos últimos 13 años, los poderosos no hubieran sido ellos, en vinculación corrupta con parte de la elite económica y política.

Por eso, en la lucha ideológica toca a los políticos de oposición seguir desmantelando las fortalezas del atraso. Además de desmontar el argumento de la “armazón jurídica”, es preciso reducir al ridículo la letanía de que la crisis actual se debe a factores externos: Vean solo, dicen ellos, estamos seguros de que fueron las olas externas (pero no solo olitas, sino tsunamis) lo que nos afectó. Tan seguros estaban que al derribar al ministro de Hacienda Joaquim Levy, renació la esperanza de “más de lo mismo”, o sea, más crédito y más consumo (de quien ya está endeudado y, en muchos casos, con menos ingresos y no pocas veces, sin empleo).

Lo que está claro para quien tenga alguna noción de la historia puede ser oscuro para el ciudadano común. Conviene persistir en demostrar que lo que se ejecutó en la política económica petista no fue obra de lo inevitable, sino producto de errores crasos.

Errores que no remiten a la división izquierda-derecha, sino que se explican por el atraso en la comprensión de la política económica y por el interés en mantener el poder y las bolsas de los partidos y de algunos de sus dirigentes, repletos con dinero ajeno, dinero del pueblo.

¿Qué medida, en las circunstancias actuales, puede ser más “de izquierda” que recuperar el empleo y el poder adquisitivo de la población? ¿Y cómo hacerlo sin combatir la inflación? ¿Y cómo combatir la inflación sin ajuste fiscal? ¿Y cómo garantizar el empleo futuro sin reconquistar la confianza del sector privado, ya que el estado sin los capitales privados no puede garantizar la recuperación de la inversión?

¿Cuál es la alternativa “de izquierda” a esas medidas? ¿El nuevo “paquete de crédito público”, una versión avergonzada de la política que impulsó la ilusión de prosperidad en 2013 y 2014 rumbo a la reelección; e que resultó en más deuda para las familias y más desajustes de las finanzas públicas esa preocupación “de derecha” que obsesiona a los “neoliberales”?

Hay fuerzas capaces de corregir los desatinos cometidos. Para eso, es preciso que las dirigencias no comprometidas con el lulo-petismo, apoyadas por los grupos sociales que no se han dejado ni se dejan seducir por sus falsos encantos, asuman su responsabilidad histórica, dentro de la constitución, para hacer lo correcto en beneficio del pueblo y del país.

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