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Opinión |LA PROVINCIA

Cuentas, especulaciones y las esquirlas tucumanas

Por JOSE PICON

Cuentas, especulaciones y las esquirlas tucumanas

Aníbal Fernández, durante un encuentro con intendentes de la Quinta Sección. El candidato oficialista busca suturar heridas en el frente interno del oficialismo

30 de Agosto de 2015 | 02:52

Aníbal Fernández está convencido de que se encamina a transformarse en el próximo gobernador bonaerense. Cerca suyo aseguran que los once puntos que el Frente para la Victoria le sacó a María Eugenia Vidal lo dejan a las puertas de transformarse en el sucesor de Daniel Scioli.

En Cambiemos creen, por el contrario, que la hazaña es posible. Y se abrazan a la ilusión de sumar 1 millón de votos en relación a lo obtenido en las Primarias. “Con ese número, María Eugenia es gobernadora y Mauricio va al ballotage con Scioli”, señalan.

Dos visiones disímiles, fuertemente encontradas, para una misma elección y para los mismos actores.

Aníbal cree contar con una diferencia indescontable. Pero se abraza a la idea de estirar al 45% ese casi 40% que el FpV obtuvo el domingo 9.

Son 5 puntos que tiene entre ceja y ceja y que aparecen en cada conversación que mantiene con los intendentes con los que se viene reuniendo casi a diario. Diagrama estrategias acerca de cómo potenciar el trabajo en los distritos, en especial los del Conurbano, donde cree que hay jugo para obtener.

Hace unos días, en un encuentro con candidatos de la Tercera Sección, habló de cómo salir a buscar a “aquellos que se nos fueron”. Es decir, quienes en 2007 redondearon el 45% de los votos que obtuvo el oficialismo en territorio bonaerense. Una estrategia calcada a la de Daniel Scioli, en este caso, para ganar en primera vuelta y consagrarse presidente.

Cerca del jefe de Gabinete dicen que la empresa no es imposible y que corren con la ventaja de que esos votantes no se fueron con Macri. “Canalizaron en otras expresiones del peronismo”, analizan. Ahí apuntará la búsqueda, no tanto a los sectores independientes a los que Aníbal se le dificulta llegar.

Es la segunda etapa del esquema diseñado por el quilmeño. La primera, está en pleno desarrollo: suturar las heridas que quedaron de la encarnizada interna que protagonizó con Julián Domínguez.

De hecho, en esa reunión con los representantes de la Tercera no estuvieron Fernando Espinoza (el alcalde de La Matanza que fuera vice de Domínguez), ni otro de sus enemigos públicos: su coterráneo, el intendente quilmeño Francisco Gutiérrez.

Con Gutiérrez mantuvo un encuentro a solas. Pero no hubo foto, reflejo de la tensión que persiste entre ambos.

Aníbal se ocupó en persona de tratar de obturar fugas producto de las refriegas internas en algunos distritos, en particular, aquellos que dejaron fuera de carrera a intendentes históricos como Mariano West (Moreno) o Raúl Othacehé (Merlo). Ambos se comprometieron a trabajar por Scioli y el candidato a gobernador. Mucho menos explícitos fueron en declararse encolumnados con sus victimarios políticos ultra K.

Aquellos avatares entusiasman al equipo de campaña de Vidal. Creen que la elección bonaerense no está resuelta. Por el contrario, anidan la esperanza de que una conjunción de factores como una probable polarización, ciertos pases de factura en el PJ y el techo de imagen positiva que, aseguran, tiene Aníbal, les abra la puerta rumbo al sillón de Dardo Rocha.

Una de las presas es el “voto chacarero” que apoyó a Domínguez, en especial en algunas secciones del interior como la Cuarta y la Quinta. “Están más cerca de Mauricio que de Aníbal”, se entusiasman.

Anotan que el tercero en discordia, Felipe Solá, habría perdido tres puntos desde que culminaron las Paso. “Eso viene entero para acá”, argumentan.

Y se esperanzan con recortar las amplias ventajas que el oficialismo le sacó a Cambiemos en el Conurbano, de la mano de las fugas que ven venir en el campamento oficialista producto de aquellas tensiones irresueltas.

Mientras tanto, Vidal volverá a fatigar el Gran Buenos Aires, cuna de la diferencia peronista. Ya lo dijo hace algunos días: “Todavía hay muchos prejuicios con el PRO”.

EFECTO TUCUMAN

Las esquirlas de la bochornosa elección en Tucumán están a punto de llegar a la Provincia. Como una onda expansiva de lo que se viene cocinando a nivel nacional, el debate por la reforma del sistema electoral se dará una vuelta por la Legislatura.

Por estas horas hay contactos entre sectores del massismo, Cambiemos y Progresistas para articular una propuesta común. Un proyecto para poner punto final a la boleta sábana y reemplazarlo por la boleta única, el sistema que, por ejemplo, rige en Santa Fe y Córdoba. Es el que reúne en una misma papeleta a todas las fuerzas políticas y candidatos y que se usa, además de en esas provincias, para el voto de los detenidos sin condena en los penales, en los consulados y embajadas.

La movida alumbrará por estas horas en la Legislatura. Será una embestida política en procura de acorralar al oficialismo y obligarlo a rechazar la iniciativa. La frialdad de los números avizora un final cantado para el proyecto: con mayoría del FpV en ambas cámaras, la propuesta no tiene chances de convertirse en ley a menos que se produzca un giro dramático en la posición que viene manteniendo el oficialismo. Pero aún así, y al calor de las manifestaciones y los vientos favorables que creen ver en la opinión pública, los diversos bloques opositores concretarán el ensayo en las próximas horas.

Hay una novedad en la movida opositora bonaerense. No se planteará ir hacia el voto electrónico por recomendación, trascendió, de la Cámara Nacional Electoral, que estaría advirtiendo que no hay margen para ir por este sistema en las elecciones que se cumplirán en menos de dos meses.

“Si hay voluntad política”, hay tiempo suficiente para usar la boleta única”, advierten en la oposición. El remedio busca curar un mal de cada acto electoral que en territorio bonaerense suele alcanzar dimensiones considerables: el robo de papeletas que sufren, según denuncian, los partidos opositores.

Con todos los postulantes en una misma tira de papel, esa travesura política ya no tendría sentido.

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