Debe avanzarse en las negociaciones para garantizar el inicio de clases

La alternativa de que el inicio del curso lectivo 2016 en la Provincia pueda verse afectado por un paro docente -expresada por los gremios luego de la primera ronda de negociaciones salariales con el Ejecutivo, a mediados de esta semana- contiene suficiente entidad, como para que las autoridades intensifiquen las negociaciones y procuren acordar fórmulas que puedan descomprimir la situación y garantizarle a los millones de alumnos un año escolar menos conflictivo que los anteriores.

Lo cierto es que, en estas horas, los gremios que nuclean a docentes -y también a otros trabajadores del Estado bonaerense- se encuentran ya analizando la posibilidad de convocar a medidas de fuerza, en el marco de la negociación salarial abierta días atrás con el gobierno bonaerense.

Tal como se informó, en el primer encuentro entre docentes y funcionarios quedaron plasmadas diferencias entre los porcentajes exigidos desde los gremios y la propuesta que lanzó el poder Ejecutivo. Como se sabe, docentes y estatales plantean incrementos salariales superiores a los que en esa primera reunión ofreció el Gobierno provincial y que rechazaron de plano los sindicatos.

Sea como sea y teniendo a la vista que, afortunadamente, resta todavía un tiempo que puede ser considerado suficiente para que las posiciones de las partes puedan aproximarse, es en base a esa realidad que corresponda confiar en que puedan registrarse, antes de la fecha prevista para el inicio de las clases, sustanciales avances en las negociaciones.

Como bien se sabe, no es la primera vez que -ya sea al inicio del ciclo lectivo, en su transcurso o aún después de finalizado- se presentan situaciones ríspidas entre los gremios docentes y el Gobierno provincial, cuyas consecuencias educativas, a la corta o a la larga, consisten en que instalan incertidumbre en el universo escolar, en lo que concierne al desarrollo de los programas que suelen quedar muy condicionados por la pérdida de días de clases.

En cada una de esas instancias, se ha dicho desde esta columna que es fundamental que se abran canales fluidos de diálogo y negociación entre el Gobierno y los gremios. Sobre la única base de ese acercamiento es que podrán acercarse posiciones y limarse asperezas, mientras que nada podría aguardarse si ambas partes eligen la intransigencia en sus posturas como carta de presentación.

También se ha insistido siempre en que no es intención de esta columna poner en tela de juicio la legitimidad de los reclamos docentes, aunque sí lo es la de insistir en la necesidad de que no sean los alumnos los que, finalmente, sean quienes pagan las consecuencias de los desacuerdos. Se ha dicho en otras oportunidades similares que los estudiantes terminan por quedar convertidos en una suerte de rehenes de estos conflictos, que son de estricta naturaleza gremial. De allí la especial importancia que tienen las negociaciones que puedan realizarse, en la medida en que sirvan para hallar fórmulas superadoras, para que eso no ocurra.

Cada día de clase que pierden los escolares es un eslabón que se corta en el proceso de enseñanza-aprendizaje que, como cuestión indispensable, requiere continuidad. No puede ignorarse el impacto que tienen los paros sobre la educación de los jóvenes y por eso es que las medidas de fuerza deberían ser un recurso extremo.

Si existe -como ha venido existiendo- mesura en la expresiones y sensatez por ambas partes, parece conveniente aprovechar el tiempo disponible y procurar que puedan encontrarse puntos de acuerdo. Sería una meta trascendente poder concretar que el curso lectivo 2016 empiece con normalidad y sea más fructífero que los anteriores.