Deficiencias en la Autopista y en los caminos Centenario y General Belgrano

Más que justificados aparecen los reclamos que formulan los automovilistas por las deficiencias que se registran en las tres vías camineras que unen a La Plata con la ciudad de Buenos Aires. Ellos son la Autopista y los caminos Belgrano y Centenario, cuyos servicios distan de resultar acordes a las demandas de un tránsito cada vez más creciente. En especial, las protestas apuntan a la ausencia de alumbrado en algunos tramos o a la deficiente iluminación en otros, en situaciones que se extienden a sus principales colectoras.

Otro ramal caminero, que formaba parte hasta hace poco tiempo, del principal enlace entre las dos capitales –se alude aquí a la extensión de la ruta 2 que corre entre la rotonda de Alpargatas y el Cruce Varela, también considerada como parte de la ruta 36, que atraviesa la localidad de Bosques- exhibe un llamativo estado de abandono, con falta de luz y de señalizaciones, así como con altos pastizales que convierten la travesía nocturna en una aventura plagada de peligros.

Que aún constituya un riesgo la eventual presencia de animales sueltos, que persistan de tanto en tanto los ataques a pedradas, que aparezcan baches en mitad de la calzada –algunos de ellos muy profundos, como ocurre actualmente sobre el pavimento del puente que cruza el Riachuelo- y que ello ocurra nada menos que en una autopista sometida a un régimen de peaje resulta ciertamente inexplicable. Tanto como los tramos oscuros que -sea por cortes de luz o por la baja tensión del alumbrado- caracterizan a esta vía.

Ya se sabe que similares problemas se presentan en el camino Centenario -en especial entre Villa Elisa y el Cruce Gutiérrez- así como a lo largo del camino Belgrano cuyo decadencia casi total se advierte a lo largo del parque Pereyra Iraola, con una calzada intransitable por sus irregularidades y su total oscuridad. Pero bien se conoce que son muchas más las deficiencias que lo caracterizan.

No es la primera vez que se conocen referencias del mal estado en que encuentran estas rutas de acceso, privadas durante décadas de las mínimas inversiones que hacen falta para mantenerlos en condiciones de transitabilidad. En el caso de los caminos Centenario y Belgrano, si alguien apostó a que la entrada en funcionamiento de la Autopista a Buenos Aires los convirtiera en una especie de calles comarcales, destinadas a brindar una prestación local, por cierto que se equivocó.

El desarrollo constante de la zona norte del distrito se traduce cotidianamente en un fuerte crecimiento del tránsito por esas vías, cuyas magnitudes se reflejan en los embotellamientos que se registran en días y horarios centrales. Si alguien efectuó aquella evaluación equivocada y a partir de allí los trabajos de mantenimiento se fueron reduciendo a una mínima expresión, hasta dejar a esas vías camineras en una situación de virtual abandono, el saldo de esta realidad son las vidas que se cobran los accidentes de tránsito.

Pero este inexplicable cuadro de abandono también se enseñoreó, en buena medida, en la Autopista La Plata-Buenos Aires. Es imprescindible, entonces, que los organismos y empresas responsables efectúen un trabajo permanente de atención y mantenimiento integral de estas vías camineras, impulsándose así, cuanto antes, un conjunto de acciones que no puede demorarse más.