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El albondigón de Matilde

5 de Julio de 2015 | 02:35

Por RICARDO CREIMER

“Unos cuantos alumnos que salíamos del turno nocturno del Colegio Nacional a las doce de la noche, caminábamos por la calle 49 hacia el centro. Solía venir con nosotros la profesora Del Valle, de Francés, hasta la calle 7, donde tomaba el Expreso City Bell que la dejaba en la puerta de su farmacia en la esquina de 8 y 531. Caminaba pegada a la pared y se iluminaba con una pesada linterna, más grande que ella. Les tenía terror a las ratas que merodeaban por la calle del Mercado pero era una más de la barra al momento de oír cuentos verdes y, a veces, de narrarlos.

En 7 y 49 invariablemente se nos pegaba Carniquicho, el viejo perro que tenía su parada en la Confitería Paris. Venía hasta mi casa, frente a lo de Ricardo Balbín, donde más de una vez nos esperaba mi entrañable vieja, por lejos la mejor poeta social de habla castellana de todos los tiempos; Matilde Alba Swann. Nos preparaba un albondigón grandote y papas y batatas al horno, como para una docena de comensales. Nunca lo aprendió a cocinar y le quedaba crudo en el centro.

“Con la esperanza de que hubiera `cena`, Carlitos Macchi, que tendría que haber doblado en la calle 10, seguía hasta mi casa. Alguna vez también lo hizo María Luisa Reginieri, la primera bachiller mujer del Colegio, con quien todos nos hemos tirado lances, pero se dice que sólo uno fue correspondido, aunque lo negara tozudamente. Los demás nos quedamos con las ganas.

“Luego del alto en mi casa y siempre acompañados por Carniquicho -destinatario de las sobras medio crudas del albondigón- unos pocos continuaban camino. El negro Jorge Maison se despedía en la Catedral y rumbeaba por la rambla de 53 hasta la esquina de 18, donde vivía. El torito Mazzuchelli doblaba en el Club Vasco hasta 15 y 58 en los altos de la panadería `El Toro`. Y la terminaban el `gallego` Alfredo Ricciardi, media cuadra más allá, en 14 entre 58 y 59, junto a la casa de Chichito Giles que era regente del Turno Nocturno y buen amigo. Por allí también se despegaba Pis Diez que, a veces, participaba del albondigón.

“Cuando ya era más allá de la una de la mañana Carniquicho emprendía, en soledad y cansinamente, su vuelta a la Confitería Paris”.

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