El retorno a las canchas del público visitante no resuelve el problema de fondo

Cuando en junio de 2013, luego de un cruento enfrentamiento entre barrabravas de Lanús con integrantes de la Policía provincial, se decidió prohibir la presencia de público visitante en los estadios, desde esta columna se advertía que esa medida no erradicaría ni resolvería el grave problema de la violencia en el fútbol y, lamentablemente, esa predicción resultó acertada.

Lo cierto fue que en los dos torneos fútbol profesional en la Argentina posteriores a esa decisión, es decir jugados sin que las hinchadas visitantes concurrieran a la canchas, el número de víctimas fatales por incidentes fue mayor que cuando los partidos se jugaban con las dos hinchadas. Y los episodios de violencia no dejaron de suceder hasta este año, como el ocurrido el domingo cuando la inconducta y agresividad de los hinchas de Godoy Cruz obligaron a suspender el partido que se disputaba con Racing en el estadio mendocino.

En algunas oportunidades se postuló en esta columna que se procurara habilitar, en forma progresiva, un regreso de los hinchas visitantes, en especial luego de la reunión que habían mantenido dirigentes de la Asociación del Fútbol Argentino con autoridades de la provincia de Buenos Aires, para que en este distrito y en forma gradual se adoptara esa decisión. Sin embargo, se condicionó esa posibilidad al cumplimiento de varios puntos.

Siempre se señaló que la solución de fondo al problema de la violencia no pasaba por la exclusión de las hinchadas visitantes y se afirmó que esa medida no atacaba el mal de raíz. También se insistió en que se pudo haber aprovechado la exitosa experiencia seguida en la década del 90 en Inglaterra para erradicar a los “hooligans” -grupos extremadamente violentos que asolaron los estadios- cuando, mediante un acuerdo político que involucró a todos los sectores se logró resolver la cuestión.

Como se recordará, en Inglaterra se adoptaron cuatro o cinco medidas que, cumplidas cabalmente, definieron positivamente la situación. La primera de ellas, se prohibió el ingreso de por vida a los estadios de los hinchas violentos y se estableció la pena de cárcel para quienes violaran las leyes, entre ellas la prohibición de llevar armas. También se prohibió el consumo de alcohol. Asimismo, se crearon comandos especiales que se infiltraron entre los “hooligans” para identificar a los violentos, lográndose conformar una lista de 5.000 revoltosos a los que se prohibió la entrada a las canchas. Mientras los clubes creaban también sus propios grupos de seguridad e instalaron cámaras controladas bajo circuito cerrado, se instrumentó la instalación obligatoria de asientos para todos los espectadores en las tribunas, dándoseles a los clubes un plazo de nueve años para que se ajustaran a estas reglamentaciones.

Ahora, el Gobernador bonaerense anunció la intención de que, al menos por un partido y en la jurisdicción provincial, vuelvan los hinchas visitantes, posiblemente en una de las dos últimas fechas de septiembre en que se dispute el torneo de primera división de la AFA.

Si bien el anuncio podría implicar un pequeño avance, ya que apuntaría a recolocar las cosas en un plano de mayor sensatez, la experiencia aconseja que se analicen a fondo y en forma detenida algunos factores –por ejemplo, la existencia de una fuerza policial especializada en prevenir y sofocar incidentes en las tribunas, la seguridad que ofrecen las canchas, la trama de complicidades y la mejor identificación y contención de los barrabravas, entre muchos otros- que son los que realmente inciden para haber convertido a los estadios en escenarios de una violencia tan peligrosa como incontenible.