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Opinión |ENFOQUE

En Brasil debe mostrarse la trama de la corrupción

En Brasil debe mostrarse la trama de la corrupción

En Brasil debe mostrarse la trama de la corrupción

FERNANDO HENRIQUE CARDOS

26 de Mayo de 2015 | 02:53

Por eferiría no regresar al tema de las crisis en Brasil. Pero es difícil. Muchas veces, alcanzan el bolsillo y el alma de las personas.

Hace pocos días el inicio de la recesión repercutió en la tasa de desempleo. Considerando tan solo las 6 metrópolis principales, fue de 6.2 por ciento, la más alta desde 2001.

Petrobras, al tratar de darle vuelta a una página de su historia reciente, puso en evidencia que el “propinoducto’’ (el escándalo de corrupción, lavado de dinero y evasión fiscal), si bien fue enorme (6.000 millones de reales), es incomparablemente menor que el “asnoducto’’, la serie de proyectos megalómanos y mal hechos: 40.000 millones de reales. Son cifras casadas, pues mientras peores y más incompletos eran los proyectos de obras, más fácil se volvía aumentar su costo y desviar el dinero para fines personales o partidarios.

El sector eléctrico fue víctima de males semejantes (tan solo a Petrobras, las “pedaleadas’’ de la compañía Eletrobras costaron 4.500 millones de reales) y no es el único sector en el que se han hecho públicos los desmanes.

Si algún día se abrieran las cuentas de la Caja Económica Federal (banco popular), se verá que el Fondo de Garantía del Tiempo de Servicio de los trabajadores dio el financiamiento para que una institución bancaria pública hiciera préstamos de rescate a empresas privadas quebradas. En el caso del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, a despecho de la competencia de sus funcionarios, se prestó mucho dinero a empresas de discutible solvencia, también con recursos del Fondo de Protección del Trabajador, o sea, de los trabajadores (o de los contribuyentes) originarios de la Tesorería.

En su afán de “acelerar el crecimiento’’ usando al gobierno como principal incentivo, las cuentas públicas pasaron a registrar déficit crecientes. Peor aun, dada la negativa coyuntura internacional y el poco avance de la productividad nacional, también las cuentas externas presentaron índices negativos preocupantes en comparación con el producto interno bruto brasileño (cerca de 4 por ciento con tendencia al alza).

Presionado por las circunstancias, el gobierno tuvo que entregar el mando económico a quien piensa diferente de los autores de la “nueva matriz económica’’, tan celebrados por los círculos petistas (los del Partido de los Trabajadores) y adyacentes. Esta habría descubierto la fórmula mágica de la prosperidad: más crédito y más consumo. La inversión, ahora bien, es consecuencia del consumo sin que se necesitara poner atención a las condiciones de credibilidad de las políticas económicas.

Las consecuencias están a la vista: llegó la hora de apretarse el cinturón. Como cualquier gobierno responsable -antes se diría, erróneamente, liberal -el actual comenzó a recortar gastos y restringir el crédito. Hay menos recursos para empréstitos, más obras suspendidas, mayor desempleo y así vamos en una espiral de amarguras, fruto de la corrección de los desaciertos del pasado reciente.

Para precisar la fecha, esta espiral de engaños empezó a partir de los últimos dos años del gobierno de Lula da Silva. Ahora, a la hora de la verdad, todavía sin reconocer los desatinos, se regresa al sentido común. Pero, cuidado, es preciso que haya sentido. Un ajuste fiscal a secas, sin confianza en el gobierno y, peor aun, con poca inversión, es como una operación sin anestesia. Peor, la política económica requiere dosificarse y no siempre los buenos técnicos evalúan bien la salud general del país.

Lo que más hace falta en estos momentos es liderazgo. No estoy insinuando que sin impugnación no hay solución. Ni diciendo lo contrario, que la impugnación es un golpe. Solo estoy advirtiendo que las dirigencias brasileñas (en plural) precisan darse cuenta de que esta vez los desarreglos fueron demasiado lejos.

Reconstruir al país requiere pasar a limpio los errores. No habrá milagro económico sin transformación política. Y ésta comienza profundizando en la operación Lavado de Autos (la investigación de un esquema de lavado de dinero que utilizaba una red de lavanderías y gasolineras para mover los valores de origen ilícito). Así deja en claro por qué el país llegó a donde llegó. Esto no excusa, sin embargo, profundas reformas políticas.

No fueron los funcionarios de Petrobras los responsables de la escandalosa extorsión (aunque algunos estuviesen implicados en ella). Ninguna directiva se mantiene sin el beneplácito de los gobiernos, ni mucho menos todo el dinero que escapó fue apropiado solo por individuos. Hubo más que apadrinamiento político, se construyó una red de corrupción para sustentar el poder y sus agentes (personas y partidos).

No ayuda a la presidenta decir que ahora todo está en el lugar correcto en Petrobras. Es preciso avanzar en las investigaciones, mostrar la trama política de corrupción e incompetencia. No fue solo Petrobras la que fue robada; el país fue engañado con sueños de grandeza nacional mientras la extorsión corría desbocada en la principal compañía estatal del país.

Casi todo lo que se ha hecho en los últimos cuatro mandatos fue anunciado como algo que ‘’nunca antes se había hecho en este país’’. Es verdad, nunca se erró tanto a nombre del desarrollo nacional ni se robó tanto bajo la protección de ese manto encantado. Aunque los directores de Petrobras directamente implicados en la extorsión deben ser penalizados, no fueron ellos los principales responsables. El que engañó al país fue el lulo-petismo (la política del ex presidente Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores).

¿Y ahora qué? ¿No hay culpabilidad política? ¿Se va a apelar a los “ejércitos del Movimiento de los Sin Tierra’’ para encubrir la verdad?

Es por eso que he dicho que la impugnación es una medida prevista en la constitución, por la cual no hay que torcer ni retorcer: habiendo culpabilidad, que se castigue. Pero la raíz de los desmanes se plantó antes de la elección de la actual presidenta. Viene el gobierno de su antecesor y padrino político. Lo que ya se sabe sobre el escándalo de Petrobras es suficientemente grave para que la sociedad repudie las fuerzas y jerarquías políticas que urdieron la trama de la cual este escándalo es una parte.

Pero es preciso que no se detenga la Justicia antes de que todo se haya dejado en claro. Solo así será posible rescatar nuestros más genuinos sentimientos de confianza en Brasil y en su futuro.

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