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Por luciano sanguinetti (*)
L a noticia supongo que impactó a todos. La Plata es la ciudad con más asentamientos y villas miserias de la Provincia de Buenos Aires.
Es difícil buscar otro dato que demuestre tan contundentemente el fracaso de una ciudad. Desde aquella gran capital imaginada por Dardo Rocha, a ésta de hoy, conurbanizada, media la larga historia de desentendimientos, de improvisaciones, de aventurerismos políticos, y por qué no, también, de la desidia de unos ciudadanos que no vimos, o no quisimos ver, cómo nuestro hábitat se iba pauperizando.
Los 129 asentamientos y villas de la Ciudad, albergan a cerca de 75.000 vecinos, es decir casi el 10 % de la población de la ciudad
Son, según el informe de la Subsecretaría Social de Tierras, Urbanismo y Vivienda de la Provincia de Buenos Aires, 129 los asentamientos y villas que albergan a cerca de 75.000 vecinos, es decir, casi el diez por ciento de la población de la ciudad.
Las implicancias de este dato son más complejas que la falta de un techo digno. Porque estas familias viven sin agua corriente, sin servicios eléctricos y sin acceso a una red cloacal. Pero además, como estos nuevos pobladores se fueron instalando en las periferias y semiperiferias en los últimos años, es probable que no tengan trabajo formal y que subsistan con algún tipo de ayuda del Estado. A lo que habría que agregar que seguramente no cuentan con una escuela pública cercana, ni centros de salud y menos medios de transporte.
Sólo basta ver los mapas digitales que han proliferado hoy en día para observar el tamaño del problema que acarrea esta expansión de la “mancha urbana” desvinculada de una política pública de urbanización y crecimiento entendido racionalmente.
Los expertos nos dicen que las ciudades se sostienen sobre una serie de subsistemas: las personas, el Estado, el trabajo y la producción económica, el transporte, las comunicaciones, el agua y la energía.
Cada uno de estos subsistemas configuran al sistema mayor que es una ciudad. Si estas partes no funcionan o funcionan mal, las ciudades se “desurbanizan”, como señala la socióloga Saskia Sassen; es decir, la ciudadanía se deteriora, se encapsula, la ciudad pierde ese “carácter de espacio para la vida en común”, que la define; se forman así los guetos y se desata, dentro de sí mismas, en una suerte de guerra de todos contra todos.
Así, cada sector, busca preservarse unilateralmente. Algunos huyen a los espacios cerrados (countries, barrios cerrados), otros vandalizan los bienes públicos (escuelas, plazas), otros viven en los márgenes de la delincuencia y la violencia cotidiana; muchos otros, no ven otra opción que encerrarse tras las rejas de la casa a mirar la ciudad desde celulares y pantallas.
La ciudad se convierte así una suma de fragmentos que experimentamos parcialmente. Ya todos conocemos el final de este proceso: más violencia, más inseguridad, más miseria.
Toda ciudad, para vivirse, debe tener un proyecto, una identidad, construida colectivamente. La Plata hace tiempo que perdió sentidos comunes.
Resulta paradójico que esos sentidos hayan vuelto a unirse compleja y contradictoriamente cuando la ciudad se vio más vulnerable. Fue ese 2 de abril del 2013.
Toda ciudad para vivirse debe tener un proyecto, una identidad, construida colectivamente. La Plata hace tiempo que perdió sentidos comunes
Esas doce horas terribles golpearon a cada uno de nosotros de formas distintas pero con un sentido unánime: todos sentidos que nos habíamos quedado solos.
El Estado había desaparecido, las comunicaciones también y una inundación furiosa arrasaba todo a su paso. Sin embargo, en esa oscuridad, un vecino tomó un bote para sacarnos de nuestras casas, otro nos ayudó a subir a su losa para esperar rescate, otro nos guió hasta el refugio más cercano, en los barrios más altos.
Esa solidaridad primaria restituyó de golpe el sentido perdido. Éramos vecinos. Vivíamos a acá. Nos reconocíamos, de nuevo, como hace años no lo hacíamos, compartiendo un tiempo y un espacio. Tenemos una responsabilidad, no hay duda, porque sabemos que las ciudades que no se piensan colectivamente y planifican su futuro están condenadas.
(*) Concejal por el Frente Renovador
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