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La teoría de los tercios y el inflador anímico

La teoría de los tercios y el inflador anímico

La Presidenta y el nuevo billete de 100 en homenaje a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Ese día, la Cámara no dio lugar a abrir una investigación por la denuncia de Nisman

29 de Marzo de 2015 | 02:45

Por MARIANO SPEZZAPRIA
@mnspezzapria

Pese a que hacia afuera fomenta la polarización, en el Gobierno predomina por estas horas la teoría de los tercios. Esto es, un sector que adhiere sin dudarlo a las políticas oficiales, otro que se opone en forma tajante y un tercero que transita un camino intermedio, al cual hay que convencer o al menos dividir para que el kirchnerismo pueda mantenerse en el poder tras el proceso electoral de este año. Este escenario fue blanqueado días atrás por la Presidenta.

Por supuesto que Cristina Kirchner no reveló la estrategia de esta manera descarnada y ni siquiera aludió al asunto tangencialmente, pero el lanzamiento de una serie de medidas tendiente a reactivar el consumo apunta en esa dirección. Es que en la quinta de Olivos y en la Casa Rosada entienden que ese 33% de la ciudadanía es el que finalmente inclinará la balanza, y que reaccionará a favor o en contra de acuerdo al estado de la economía, es decir al bolsillo.

De ahí la irrupción del Ministerio de Economía como un actor electoral. Y la figura de Axel Kicillof cobra otra dimensión en este contexto: por un lado, porque la pelea con los “fondos buitre” que él encabeza le brinda al Gobierno la posibilidad de nutrirse de un discurso épico y nacionalista; en tanto que el aliento al consumo favorece a todos los candidatos oficialistas, en cualquier rincón del país. El propio Kicillof es mencionado como aspirante a la Vicepresidencia.

Claro que, entre la teoría y la práctica, a veces hay un largo trecho. Sin ir más lejos, el próximo martes habrá un paro nacional impulsado por los gremios que rechazan el impuesto a las Ganancias, que se queda con entre el 7 y el 9% de sus salarios anualizados. La protesta será fuerte, debido principalmente a que la motorizan los trabajadores del transporte, pero más allá de los aparatos sindicales, reflejará el descontento con el aumento de la presión fiscal.

La Presidenta acaba de anunciar un plan de facilidades de la AFIP para el pago de deudas impositivas y previsionales, estimadas en la friolera de 60.000 millones de pesos. La medida incluye una tasa de interés en torno al 22%, lo cual indica que el Gobierno considera entre bambalinas que ese será el piso de la inflación este año. Se trata de una previsión austera y por cierto distante del 32% que calculan los gremios oficialistas nucleados en la CGT Balcarce.

EFECTO EN LOS SUELDOS

Por ese desfasaje y por la renuencia del Gobierno a modificar la escala de Ganancias, es que la UOM dejó en libertad de acción a sus afiliados de cara al paro del martes, pese a que es el gremio de base de Antonio Caló, el jefe de la central kirchnerista. El “impuesto al trabajo” amenaza además con ser una traba para la próxima ronda de paritarias, porque los sindicatos con salarios afectados por el gravamen pretenden que los empresarios asimilen su impacto.

De acuerdo a los cálculos de los especialistas, si un empleado quiere aumentar su poder adquisitivo en un 30%, debe reclamar un incremento superior al 45% si es que su salario se encuentra dentro de la escala de Ganancias. El Gobierno no sólo no atiende esta realidad sino que además justifica el impuesto como una forma de recaudar para redistribuir el ingreso. Y hará lo que esté a su alcance para desactivar la medida de fuerza en las próximas horas.

La Presidenta acaba de anunciar un plan de facilidades de la AFIP para el pago de deudas impositivas y previsionales, estimadas en la friolera de 60.000 millones de pesos. La medida incluye una tasa de interés en torno al 22%, lo cual indica que el Gobierno considera entre bambalinas que ese será el piso de la inflación este año.

Por caso, citó para mañana a las cámaras que nuclean a las empresas de colectivos de corta, media y larga distancia a una reunión en la Casa Rosada, donde les reclamará que garanticen la prestación del servicio de sus compañías. Será un requerimiento difícil de cumplir, pero el Gobierno cuenta a su favor con un argumento poderoso: los millonarios subsidios que se destinan al transporte público de pasajeros. Aún así, las perspectivas no son alentadoras.

El propio ministro del área, Florencio Randazzo, no puede asegurar la circulación de los trenes, pese a que todos los ramales metropolitanos son manejados por el Estado y a la enorme cantidad de recursos que su gestión está destinando al sector. Por eso será el funcionario que más duramente atacará la huelga, mientras que el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, moderaría su habitual verborragia para preservarse como un canal abierto de negociación.

Pero más allá de estos escollos que en el Gobierno consideran circunstanciales, lo que realmente importa a la Presidenta –para accionar en base a la teoría de los tercios- es que se agote la discusión del caso Nisman y que por ende salga de la agenda política central. Por eso, la resolución de la Sala I de la Cámara Federal fue festejada en la Casa Rosada, ya que apuntala su posición sobre la inexistencia de delito en la denuncia del fiscal por encubrimiento.

Sin embargo, el voto en disidencia del juez Eduardo Farah habilita al fiscal Germán Moldes para apelar el fallo a la Cámara de Casación, la última instancia previa a la Corte Suprema, algo que hará con celeridad antes del feriado de Semana Santa. Mientras tanto, se agigantan las diferencias de la querella de Sandra Arroyo Salgado con la investigación sobre la muerte de Nisman, a tal punto que recusó a la fiscal Viviana Fein por “aferrarse” a la tesis del suicidio.

La operación de desprestigio sobre la figura de Nisman –a la que parece haberse sumado ahora Diego Lagomarsino, quien le entregó el arma que le provocó la muerte- resulta a esta altura evidente e indisimulable, pero no le alcanza a sus autores intelectuales para explicarle a la sociedad qué pasó realmente con el fiscal que acusó a la Presidenta. Sólo serviría para comprobar el manejo discrecional que muchos funcionarios hacen de los fondos públicos.

LIDERES Y SUCESORES

La semana política que pasó también dejó flotando en el ambiente una pregunta cuasi existencial: ¿Qué les pasa a los líderes argentinos que no quieren a sus principales candidatos? A la tantas veces comentada relación entre Cristina Kirchner y Daniel Scioli, se agregó en los últimos días el desplante de Mauricio Macri a Gabriela Michetti. ¿Se trata sólo de una cuestión de poder o también de marcar la cancha frente a gestos desafiantes de los sucesores?

En el caso de Michetti, Macri puso las cosas de tal manera que una eventual derrota de Horacio Rodríguez Larreta en las PASO porteñas sería entendida como una desautorización política a su liderazgo, cuando en realidad el jefe del PRO tenía todas las de ganar si se sentaba a esperar que ambos precandidatos acumularan el 50% de los votos en la Capital. Además, su pronunciamiento no hizo más que comprobar que Michetti está arriba en las encuestas.

Con sus acciones y elecciones, los líderes políticos expresan mucho más de lo que dicen. Pero a veces las palabras surgen a borbotones, como un sincericidio. Eso le ocurrió a la senadora tucumana Beatriz Rojkés de Alperovich cuando trató de “vago” a un hombre afectado por las inundaciones en su provincia. En un plano menos feudal, también le sucedió a Kicillof cuando admitió que no conocía la estadística de pobreza, porque medirla sería “estigmatizante”.

Solamente los convencidos pueden bancar esa declaración. Pero el ministro de Economía y la Presidenta saben que, en el fondo, sólo actuando en base a la realidad el kirchnerismo tendrá chances de continuidad. Por eso, con el nivel de consumo estancado, al Gobierno sólo le cabe inflarlo en los próximos meses y aguardar algún cambio positivo en el humor social.

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