Macri asume el costo político por las expectativas que no se cumplen

Twitter: @mnspezzapria

El gobierno se encerró a mirarse hacia adentro. El presidente Macri y sus ministros empezaron a pensar que, tal vez, hay algún motivo interno que explique por qué Cambiemos todavía tienen que cumplir con las expectativas que había despertado en el primer año de su gestión. Algunos dirigentes oficialistas ya lo dicen en voz alta, pero la mayoría mantiene el silencio y ruega que llegue rápido el 2017.

Esa fue la línea que se impuso en el “retiro espiritual” que concluyó ayer en Chapadmalal. Como buen futbolero, Macri es de los que piensan que las autocríticas deben quedar adentro del vestuario. Consecuente con esa idea, el Presidente salió a bancar la parada frente a las críticas que caen sobre el gobierno –su equipo, en definitiva- porque no logra poner en marcha la economía.

Para ello, apeló a la auto-calificación. El 8 que le puso como nota a la gestión fue considerado excesivo hasta por sectores afines a la alianza gubernamental, que de todos modos valoraron que el Presidente diera la cara en su rol de conductor de un Gabinete cascoteado. Pero a la vez, puertas adentro, Macri exigió a sus ministros que demuestren “más compromiso y convicción”.

En la actividad política, la pregunta que suele hacerse en situaciones como la actual es sencilla: ¿Quién paga el costo de que no aparezcan los resultados esperados? Está claro que los ministros son fusibles que pueden saltar para que no lo termine pagando el Presidente. Pero en este caso, Macri dio vuelta esa premisa y cerró filas con sus funcionarios. Ergo, asumió el costo político.

Cuando falta sólo una semana para que cumpla un año en el poder, el Presidente puede exhibir méritos por comparación con las deficiencias del gobierno anterior. Una de ellos es su vocación de diálogo con los bloques opositores del Congreso, así como también con los sindicalistas, los empresarios y las organizaciones sociales, que tienen espacio para plantear sus demandas.

Pero hasta el momento, la administración de Cambiemos no luce con brillo propio. Macri lo sabe y por eso ayer volvió a machacar sobre las diferencias con el kirchnerismo: “Nos tenemos que alejar de los líderes mesiánicos que generarían un cambio increíble y también de los superministros”. Una de las críticas más frecuentes al gobierno es que la gestión está compartimentada.

Específicamente en el área económica, que es la más cuestionada junto al Ministerio de Salud, esto se verifica en la superpoblación de funcionarios abocados al tema, como el ministro Prat Gay, los coordinadores de la JGM Quintana y Lopetegui, más el titular del BCRA Sturzennegger, quien tiene diálogo directo con el Presidente e impone su dura estrategia de combate a la inflación.

A esto se suma que otros ministros, como Rogelio Frigerio, también son economistas de consulta del Presidente, como lo es además Carlos Melconian, del Banco Nación. Aún con todas esas opiniones, Macri buscó en su momento la de Roberto Lavagna en la soledad de la quinta de Olivos. Como se sabe, el criterio del ex ministro no concuerda para nada con el actual rumbo económico.

Y aunque sus palabras hirieron al gobierno –cuando comparó su plan con los que ejecutaron la última dictadura y el menemismo-, el cachetazo le sirvió a los funcionarios para enfocarse: el programa económico no puede mantenerse sólo con endeudamiento externo para financiar el déficit fiscal. Ayer mismo, el jefe de Gabinete Peña dijo que eso no es sostenible a mediano plazo. El contexto internacional está modificándose rápidamente, y tampoco ayuda. El efecto Trump ya está provocando un encarecimiento de las tasas de interés que complicarán el acceso al crédito internacional.

En una semana en la que la cotización del dólar -que se consideraba atrasada- subió 35 centavos y se teme que la escalada presione sobre la inflación, arreciaron las versiones de cambios en el Gabinete económico: se habló de que Prat Gay podría tener destino diplomático -¿La embajada en Washington tras el regreso de Martín Lousteau?-, pero nada de eso sucederá hasta que concluya el difícil 2016.

De hecho, Macri ya instruyó a sus ministros para que tomen vacaciones en la primera quincena de enero, ya que a partir del 20 de ese mes los quiere a todos en Buenos Aires. En ese momento sí podrían empezar a madurar algunos cambios en el Gabinete, en la apertura de un año clave en lo político porque tendrán lugar las elecciones legislativas, en este caso las de mitad de mandato.

El único dirigente oficialista que pidió oxigenar el Gabinete es Emilio Monzó. El reelecto titular de la Cámara de Diputados estuvo en Chapadmalal con Macri y sus ministros, pero el Presidente le cortó el paso. Habrá que ver cómo le sentó al bonaerense ese “retiro espiritual”. Este domingo tendrá oportunidad de mostrarlo en la mesa de Mirtha Legrand y el programa de Luis Novaresio.

La interna de Cambiemos no está nada fácil: esta semana tuvo que soportar los primeros embates Facundo Manes, el prestigioso neurocientífico que colabora con la gobernadora Vidal y podría ser candidato legislativo en 2017. A su vez el ministro de Justicia bonaerense, Gustavo Ferrari, renunció a su cargo de secretario general del club Boca Juniors, que conduce Daniel Angelici.

Igualmente “El Tano” se anotó un poroto no menor: la ratificación de Gustavo Arribas al frente de la AFI (ex SIDE), una estructura en la que se nota su predicamento político. A tal punto, que a ese motivo adjudican las fuertes críticas que suele dispararle Elisa Carrió. La líder de la CC-ARI viajó al exterior y no habló del decreto que autorizó a familiares de funcionarios a participar del blanqueo.

Los que sí lo hicieron fueron los radicales del Congreso, entre ellos Mario Negri, quien advirtió que la rectificación presidencial contraria el espíritu de la ley. El referente cordobés de la UCR también estuvo en Chapadmalal y pidió que así como este año la Casa Rosada cultivó la relación con los gobernadores, el próximo ponga más esmero con los dirigentes de Cambiemos en las Provincias.

Negri es uno de los 100 diputados -entre oficialistas y aliados- que este martes votarán a favor del proyecto de modificación del impuesto a las Ganancias que envió el Poder Ejecutivo bajo presión del massismo. Pero aún con esa cantidad de votos, Cambiemos no tiene asegurada una victoria política, debido a que ninguno de los bloques de oposición lo acompañaron en esta oportunidad.

Una posibilidad que se barajaba este fin de semana sería que el Frente Renovador, el Bloque Justicialista y otras bancadas menores accedieran finalmente a votar en general el proyecto del oficialismo -que fue modificado respecto de su versión original- pero que al momento de votar en particular, impulsaran cambios en el articulado. Habrá que ver si esa negociación prospera.

En todo caso, será el Senado con mayoría justicialista el que definirá la suerte de este nuevo cambio en Ganancias. Si allí también se introducen cambios -en la sesión prevista para el 14 de diciembre- entonces el oficialismo necesitará mucho más que un centenar de votos para aceptar esos cambios. Ni hablar de la posibilidad de rechazarlos, si es que no los considerara sensatos.

Una reunión entre Sergio Massa y Miguel Angel Pichetto despertó suspicacias en Cambiemos. También en el kirchnerismo, que no quiere convertirse en un convidado de piedra en los grandes debates parlamentarios. El triunvirato de la CGT, y sobre todo los gremios del transporte nucleados en la CATT, se mantienen en alerta y no descartan realizar alguna medida antes de fin de año.

El país ingresa ya en la antesala de una nueva elección. Las aguas están muy movidas y son muchos y variados los interrogantes que no encuentran respuesta.